El pasado abril Pedro Ramón Figueroa Casas me invitó a acompañarlo a la Academia Nacional De Medicina, en Capital Federal, para recibir el diploma de miembro correspondiente nacional; no pude ir, pues como decía Pedro Ramón "la evolución limitante" de mi fastidioso reumatismo lo impidió y, para acompañarlo, le escribí estas líneas: "Pedro Ramón no nato, querido, admirado colega y amigo (destaco lo de no nato, pues Pedro Ramón renace cada vez de tantas adversidades, con nuevas fuerzas y ganas de vivir. Es una maravilla y un ejemplo por su tesón, sus conocimientos, y por ser tan buena persona y...y...), siento mucha emoción de que exista ese tal Pedro Ramón, de que me distinga con su amistad y que me apoye en mi lucha ginecológica en pro de la integridad femenina; y mucha felicidad por el merecido premio que recibe". Pero el cruel cáncer de páncreas lo llevó a la muerte el pasado 9 de junio. Y como mi postrer homenaje, referiré el porqué de "no nato": cada 31 de agosto le deseaba feliz cumpleaños con "¿y, qué tal Pedro Ramón no nato? Su segundo nombre es por San Ramón no nato. El era profundamente creyente y cuando se enteró de que en Santiago, en la iglesia de la Merced, había una gran pintura del santo, quiso verla. Tiempo después, hubo allí un congreso de ginecología; le pidió a una colega que la llevara al lugar y me invitó a mí a participar. Ibamos los tres, él con su equipo de tenista, blandiendo feliz su raqueta. Y cuando estuvo frente al santo se emocionó mucho y nosotras también. Y yo ahora también, muy triste por su muerte, pero muy feliz, pues participé de su maravillosa vida. De veras.