Las "no ideas" no se matan, ni se compran. Como ilustrando el poema de Nicolás Guillén "Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan. Siempre me matan, ay siempre me matan", murió el miércoles Carlos Marriera, de 21 años. Como la mayoría de sus compañeros no tenía trabajo, era víctima de la centrifugación social, ese eufemismo que denominamos "desocupación". Sus primos y amigos lo invitaron a compartir la oferta del concejal Roque Salazar (PJ), presidente del Concejo Deliberante de Lules (Tucumán), para ganar 200 pesos y "viáticos", sólo por concurrir, viajar, conocer y pasarla bien. A las 11 un farol emplazado en Plaza de Mayo lo aplastó y finalizó su historia. Ojalá su muerte sirva para pensar y calcular los valores que enarbola esta sociedad. Se discute cuando Sarmiento escribió "las ideas no se matan", pero el eco de esas palabras todavía resuena, haciendo acorde con el "eppur si muove" de Galileo Galilei. Ambas frases comparten roles en la inmunología defensiva, contra los poderes que pretenden convertirnos en seres mercancía.