La pandemia como reveladora del oculto fracaso de nuestro sistema educativo. Todos sabemos que desde hace muchísimo tiempo, la estructura jerárquica, administrativa y curricular diseñada para nuestro sistema educativo, nunca se adaptó a la realidad. En cualquiera de los niveles educativos que dependen del gobierno provincial, con ciertos lineamientos del Ministerio de Educación nacional, podemos observar una estructura normativa basada en la presencialidad, que define la categoría del estudiante y también de la escuela según su matrícula, con aportes y sueldos diferenciados. Tuvimos que tener una pandemia mortal que nos obligue a manifestar con honestidad el inevitable fracaso de este arcaico sistema, que sólo priorizó durante años intereses corporativos privados y acuerdos gremiales, expuestos como una continua lucha en pos de los derechos para sus afiliados, dejando de lado todo aquello que refleje una básica calidad educativa, nunca considerada en términos concretos con las prioridades de los diseños curriculares, pensados para una sociedad imaginariamente ideal, que hoy la virtualidad ha develado. Este es el momento para un verdadero cambio de paradigma, tenemos que dejar de lado los intereses personales de cada sector, y comprometernos con una educación pública de excelencia. Existen tecnicaturas de nivel secundario y superior cuyos egresados tienen responsabilidad civil y penal en el ejercicio de sus funciones, ni hablar de la salud en el ámbito universitario. Sin embargo, nada de esto se tiene en cuenta cuando sólo se prioriza una matrícula desestimando el trabajo de campo con la virtualidad. Estoy convencido que los cambios deben comenzar con la formación docente, reestructurando el diseño curricular de sus contenidos prioritarios, donde el conocimiento de las ciencias básicas sea el eje transversal interdisciplinario más importante, hay que desmitificar lo considerado artístico como excluyente de lo científico, como también el sentido práctico que muchos les dan a los profesorados, éstos no son una mera salida laboral de cuatro años con trabajos prácticos virtuales, hoy deberían tener la misma duración que cualquier carrera universitaria pública con un diseño curricular acorde al nivel educativo y avalado por dicha casa de altos estudios. De esta forma los egresados podrán considerarse profesionales reconocidos a nivel nacional, y no meros trabajadores regionales, que compiten en un escalafón cerrado con títulos habilitantes y supletorios. Hay mucho que modificar a conciencia, y sabemos que la decisión política para hacerlo tiene un costo importante, pero los grandes desafíos son para aquellos que están en verdad comprometidos con toda la comunidad, y no para los que permanecen inmutables ante la obediencia debida incondicional a favor de una imagen conveniente, o compromisos mezquinos de ciertos sectores que siempre estuvieron adosados a nuestro sistema educativo.