En enero pasado compré al contado un horno microondas con toda la tecnología para reemplazar el que poseía y había funcionado perfectamente bien durante 13 años. A los pocos meses se descompuso y allí comenzó mi padecimiento, compartido con tantos consumidores de electrodomésticos descartables que quedamos atrapados en esta trilogía burocrática, Garbarino-Whirlpool-service oficial. El service se lleva la unidad, pero falta el repuesto, Whirpool no lo envía, y yo de gestión en gestión. Llega por fin la pieza, retiro el microondas y no funciona nuevamente. De ahí en más 800 llamados al 0800 de la empresa, al service, a Garbarino. Nada. Hace más de un mes que no tengo el aparato viejo ni el nuevo. He sido objeto de una sustracción. Nadie responde ni se responsabiliza de nada. Envié carta documento. Llevé documentación a los vendedores "Garantía de seriedad", una vergüenza, no existe responsabilidad alguna, venden y se lavan las manos. Whirpool tiene un supuesto servicio de atención al cliente, pero cada vez que llamo atiende un operador diferente que no resuelve nada. La supervisora promete lo que jamás cumple. Es una perversa trama en la que queda atrapado el consumidor, a quien se lo atiende amablemente y se le miente una y otra vez, apostando a su cansancio y sin atender en absoluto a su necesidad, inversión e indignación. ¿Hasta qué punto este abuso llegará en aquellos que con sacrificio extremo tienen que recorrer este camino sin tener acceso a elementos de reclamo, como éste al que recurro: la opinión pública para desenmascarar las publicidades engañosas, a los irresponsabilidades, las mentiras, la desidia, la desatención, las técnicas de disuasión y otras cosas?




























