Unas 120 figuras de plastilina y 34 maquetas son las herramientas a las que el cineasta Darío Doria apeló para contar en “Vicenta” no solamente la pelea real de una mujer pobre y analfabeta por conseguir la interrupción legal del embarazo por violación de su hija, sino el perverso entramado burocrático desplegado para impedírselo, en un conmovedor filme que el jueves se estrenará por Cine.ar Play.
Con dirección de arte e ilustraciones de Mariana Ardanaz y un guión que el realizador urdió junto a Florencia Gattari y Luis Camardella para que sea narrado por la cantante Liliana Herrero, la película laureada en el Dok Leipzig y merecedora del premio de la crítica internacional de Fipresci, acaba de pasar por la Selección Oficial Fuera de Competencia del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
“Aunque pueda no parecerlo, «Vicenta» es un documental que cuenta una historia real, la de una madre y sus dos hijas que se vieron obligadas a transitar por situaciones espantosas y kafkianas, pero por la gran lucha que estas mujeres dieron termina siendo una historia maravillosa y esperanzadora”, destaca Doria en una entrevista con Télam.
A partir de hechos sucedidos en 2006, el autor de los largometrajes “Grissinopoli”, “Elsa y su ballet” y “Salud rural” abunda que en este relato se aprecia cómo “políticos de distintos rangos, miembros del sistema de Salud Pública e integrantes del Poder Judicial se encargaron de impedir el acceso a un aborto permitido por ley a una joven con discapacidad mental y abusada, obligándola así a abortar en la clandestinidad”.
— Pese a cultivar un cine social, ¿puede pensarse a “Vicenta” como tu filme más rotundo en cuanto a la denuncia que recorre?
—Más allá de las formas, yo siento que “Vicenta” dialoga muy bien con “Grissinopoli”, mi primer largo documental, porque son películas bastante parecidas en lo que intentan decir. A las dos les calza muy bien la frase del escritor uruguayo Mario Benedetti: “Quién lo diría, los débiles de veras, nunca se rinden”. En “Vicenta” la injusticia que sufre esta familia es más rotunda, más brutal, pero en uno y otro documental los personajes arrancan desde muy abajo y transitan un camino lleno de obstáculos que concluye en un empoderamiento personal parecido. Son personas que teniéndolo todo en contra lucharon contra poderes e instituciones en pos de que sus derechos sean respetados. Y en ambos casos lograron triunfar y emocionar hasta las lágrimas.
—¿Cómo surge la decisión de hacer “Vicenta” utilizando muñecos de plastilina?
—Sabiendo que no quería hacer un documental en base a entrevistas, ni recreaciones con actores, inicié una búsqueda estética-narrativa que duró un par de años hasta que di con el trabajo de Mariana Ardanaz, artista plástica e ilustradora que trabaja con plastilina. Ella tenía publicado un trabajo, la historia de una niña que vivía encerrada en una pieza y al verla sentí que esa niña era la hija de Vicenta y ese encierro era su discapacidad. La contacté, nos encontramos y pronto nos pusimos a trabajar con el objetivo de armar una prueba de pocos minutos. Construimos un par de maquetas y personajes de plastilina como si fuésemos a realizar una película de animación, pero en nuestro caso elegimos no animar a los personajes, no darles movimiento. El resultado de esa prueba fue muy bueno, incluso sorprendente para nosotros. Esos inmóviles personajes de plastilina lograban generarnos emociones y parecían soportar muy bien el peso dramático de la historia. A partir de ahí, el proceso fue parecido a la producción de cualquier otra película: investigar, escribir el guión, buscar productores, fondos económicos.
—¿Qué implicó como desafío a nivel de la realización cinematográfica?
—Creo que el mayor desafío que enfrentamos fue el intento por lograr que unos personajes de plastilina sin movimiento soporten sobre sus espaldas el peso dramático de esta historia tan dura a lo largo de 70 minutos. El reto era que los espectadores sientan en carne propia lo que una mujer había padecido 14 años atrás y se emocionen con sus logros. Y aunque no sabemos muy bien cómo es que funciona, por las críticas y mensajes que vamos recibiendo parece que lo hemos logrado. Como también el desafío técnico de iluminar maquetas y personajes y darle ritmo cinematográfico y sensación de vida a personajes carentes de movilidad.
—¿En qué momento decidiste incorporar a Liliana Herrero como narradora y por qué?
—Si por alguna razón Liliana Herrero no hubiera podido ser la narradora hubiésemos estado ante un gran problema, porque no teníamos ninguna otra opción pensada. Era ella o ella. Aún no sabíamos qué iba a decir la voz en off, cuál sería el texto, pero sí que el cuerpo y el alma a esas palabras se lo iba a poner Liliana, con esa voz tan impresionante que tiene. Tonada del interior, calidez, fuerza, sabíamos que era ella desde el nacimiento del proyecto, cuando esta película todavía era una intención. Incluso, Florencia Gattari escribió el texto teniendo en cuenta su voz, su cadencia, su forma de hablar, también su compromiso con la historia de “Vicenta”.
—En cuanto a tu continuidad como realizador ¿La hechura de “Vicenta” abre un nuevo curso estético y experimental en tu cine?
—Cada historia debe encontrar su mejor forma de ser contada. Es una búsqueda que va proyecto a proyecto. Claramente que me encantaría alguna vez volver a repetir esta experiencia que fue muy hermosa, pero habrá que ver qué historias me esperan. Lo que es seguro es que se abrió una puerta a un mundo cinematográfico distinto al que solía frecuentar.