Ala manera de las medievales compañías de teatro que merodeaban por los burgos con sus espectáculos de imaginación y esperanza, "La tempestad (de confabulaciones, traiciones y perdones)", una adaptación de la obra de William Shakespeare dirigida por Raúl "Quico" Saggini, no comienza sobre el escenario porque, claro, muchas veces, ni eso tenían. Pero cuando se monta sobre él, el elenco de la Comedia Municipal despliega un maravilloso universo estético que invita a disfrutar de un clásico visto desde acá, aunque seguramente para que Shakespeare se ponga la camiseta de la ciudad haga falta algo más que rosarinizar los verbos del texto.
Narrativa popular. Estrenada el 1º de noviembre de 1611 en el palacio de Whitehall de Londres, el texto es uno de los romances tardíos de Shakespeare, donde el autor despliega un especial interés por la mitología y las relaciones familiares.
La puesta es una adaptación para seis actores del director Raúl "Quico" Saggini, proyecto ganador del cuarto concurso de obra y elenco para la Comedia Municipal Norberto Campos, un programa que desde septiembre de 2012, promueve el trabajo de actores, directores y dramaturgos locales.
De allí también que se buscara en esta versión libre usar diferentes técnicas y lenguajes que facilitaran una narración fluida, lo más cercana posible a distintos públicos.
Es por eso que conviven el teatro tradicional y las artes circenses o urbanas, los mascarones (primos hermanos de los títeres) y la música ejecutada en vivo. También los efectos sonoros y lumínicos junto a las pantallas gigantes.
Es en ese marco de collage estético juegan sus cuerpos un grupo de actores y actrices, que debían acreditar el conocimiento de otras artes, para conformar así un elenco comprometido, intenso y que, al darle vida a los muñecos que representan a otros personajes, termina ejerciendo varios roles en diferentes actos.
Múltiples roles. De este modo, el Próspero de Juan Pablo Biselli exhala autoridad, aún debajo de mentirosos postizos, y la Miranda de Verónica Leal insufla ternura, padre e hija, exiliados en una isla desierta donde recae el navío tras su naufragio con sus viejos enemigos. Allí también habita el Calibán de Luciano Matricardi, una joya del maquillaje, y brillante en su destino de monstruo horrorizando a sus eventuales partenaires.
Por su parte, Federico Cuello y Lucas Cristofaro De Vincenti, en sus roles de Trínculo y Esteban, parecen verdaderos personajes salidos de un cuento del medioevo con sus vicios y miedos a cuestas, pero siempre divertidos.
Finalmente, Sofía Videla Dorna es Ariel, un espíritu al servicio de Próspero. Su candidez y movilidad, su agilidad y brillo son parte constitutiva de esta versión, pues con sus piruetas en las alturas de las telas y sus contorsiones, llama continuamente la atención de los espectadores y le dan a la obra su toque de identidad.
Y si inmediatamente el nombre de Shakespeare remite a una tradición es en la adaptación rosarina de "La tempestad" que pueden apreciarse quizás parte de sus verdaderas intenciones de escribir un teatro para todos. Y si en algún momento la gran variedad de técnicas y lenguajes se torna forzada, y hasta confusa, puede ser que algunas atraigan a ciertos espectadores y otras a otros, conformando en suma una propuesta para no descartar, para quienes conozcan y para quienes no, a un Shakespeare que aspira las eses y te trata de vos.