Irse o quedarse es la gran duda en tiempos de bolsillos flacos y futuro trunco. Pero la incertudimbre es mayor cuando lo que está en juego es el amor. “Cuando Gardel cantaba en francés” plantea una historia de desarraigo atravesada por una pareja que, aún en momentos de crisis, sigue con la esperanza de que la llama de la pasión no se apague nunca.
“La riqueza de la propuesta es que habla de nosotros”, le dijo a La Capital la directora Liliana Gioia, autora de los textos de la obra protagonizada por Andrea López Mediza y Mariano Raimondi, que se estrena este sábado e irá cada sábado de abril, a las 21, en el Teatro de la Manzana (San Juan 1950, reservas al 3415055339).
La acción transcurre en 2002, en un modesto departamento en París, habitado por Alberto (Raimondi), quien dejó la Argentina hace 5 años en busca de paraísos perdidos pensando que “el que parte no se parte”. Alberto, que en Rosario era licenciado y docente y en París es parrillero y cocinero, se reencuentra en Francia con Felicia (López Mediza), que es nada menos que su ex mujer, quien en su oportunidad había optado por quedarse en su país de origen.
En ese encuentro en París se cruzarán euforias y silencios, pero también autoengaños, idealizaciones y el típico desgarro por el desarraigo.
“En la Argentina nunca pude imaginar el mañana”, dirá Alberto, a lo que Felicia le responderá que “en ningún lugar del mundo hoy se puede imaginar el mañana”.
En diálogo con Espectáculos, la reconocida actriz y dramaturga rosarina Liliana Gioia reflexionó sobre los sentimientos que la impulsaron a redactar las líneas de “Cuando Gardel cantaba en francés”, una obra que fue esbozada hace más de dos décadas y todavía se sigue escribiendo.
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Multifacética. Liliana Gioia, actriz, directora y dramaturga.
—¿La desesperanza en la que vivimos los argentinos, te motivó para escribir estar obra?
—Yo escribí “Cuando Gardel cantaba en francés” en 2001, otra fecha significativa; lamentablemente el tema del “irse del país” o “quedarse acá” sigue teniendo la misma vigencia histórica y es un tema del que me he ocupado en distintos textos: “Italia Chiamó”, “Ringo, campeón sin corona” y muchos más. Siempre me pareció que había que tener mucho coraje para vivir en otro país que no es el tuyo. Hoy me parece que también hay que tener mucho coraje para seguir viviendo acá.
—La idea del desarraigo la había planteado Nelly Fernández Tiscornia en “Made en Lanús” en los 80 post democracia, entre otras autoras y autores. ¿Qué ves de diferente en este desarraigo post pandemia 2023?
—Cuando se ofrece “Made in Lanús” en el comienzo de la democracia había mucha esperanza, muchos sueños que motivaban nuestra existencia individual, social, política. Además “Made in Lanús” es una obra que refiere al desarraigo, pero en un mundo en donde todavía predominaban ciertos rasgos de identidad nacional que hoy son difíciles de encontrar: el taller, el trabajo, el barrio, como ámbitos estables.
—El humor atraviesa la obra, supongo en la línea tan argentina de la tragicomedia. ¿Hay situaciones tan dramáticas en este país agrietado e inseguro que a veces la única salida (ante una acción política tan demorada) es el humor?
—Exactamente, “Cuando Gardel cantaba en francés” podría ser una tragicomedia. Es una noche de amor en un departamento en París, donde una ex pareja se reencuentra, una noche de deseos, de libido, de cercanías y lejanías, de conciliaciones y derrumbes, de idealizar “vivir en París” (él) o idealizar “vivir en Argentina” (ella), pero a veces esas idealizaciones emocionales o intelectuales se caen o se contradicen y se cuela el humor (ya que toda idealización desmedida promueve el humor), porque también los personajes pasan de la euforia a la decepción, y en esos contrastes acontece el humor. Sí me interesa resaltar que esa noche (“y en la noche de amor cuánta locura”), no sería posible recrearla, sin las magistrales actuaciones de Mariano Raimondi y Andrea López Mediza. Ellos nos ofrecen una intensa, variada y auténtica gama de emociones y momentos lúdicos. La riqueza de la propuesta es que habla de nosotros, pero fundamentalmente que está actuada por Andrea y Mariano, en un registro tan difícil como el realismo.
—¿En el contexto de tu obra, el amor responde a la frase “contigo pan y cebolla” o ya es una cita del pasado?
—No responde a esa frase. Ese concepto yo lo ubico más entre los inmigrantes que vinieron a la Argentina en distintas etapas, pero no lo extiendo a sus descendientes que vuelven a Europa, ya que en las circunstancias 2023 del que se va, predomina el “yo y las circunstancias de cada uno”. De todos modos, estimo que tal vez en la obra (y ello lo dirá el público) ese amor se nutre de pretensiones diferentes. En ella rige más un amor que responda “al principio de realidad” y no solo “al principio del placer”. En él, su amor también responde a necesidades urgentes devenidas de fuertes pulsiones.