Ver “The Society” es como estar dentro de la casa de “Gran Hermano”. Hay un falso confort, hay sociedades y conspiraciones y, más que nada, hay un encierro tan ambiguo que por momentos se parece a la libertad.
Por Pedro Squillaci
Ver “The Society” es como estar dentro de la casa de “Gran Hermano”. Hay un falso confort, hay sociedades y conspiraciones y, más que nada, hay un encierro tan ambiguo que por momentos se parece a la libertad.
A ver. ¿No era que estar preso es todo lo contrario a estar libre? Bien, depende. La serie de Netflix, que es el estreno clave de mayo y uno de los más fuertes del año, sigue la historia de un grupo de adolescentes de buen pasar que van de viaje de estudios y en medio de la noche el conductor del micro los hace bajar a todos en una ciudad de Nueva Inglaterra donde ellos viven, pero no es exactamente esa misma ciudad.
Hay un contexto cotidiano que antes tenían y ya no está. No están sus padres, ni el dueño del bar de la esquina, ni los sacerdotes de la iglesia, ni tampoco la maestra del colegio. Están ellos y nadie más que ellos.
El planteo de la serie -y aquí sí que se despega de aquel burdo formato televisivo que buscaba la fama de los protagonistas a como diera lugar- es que en esta trama de ficción donde copa la escena el aislamiento, la soledad, la falta de motivaciones y la incomunicación aflorará no sólo lo peor sino también lo mejor de cada uno.
Cuando se toca fondo la única salida es para arriba. Y si bien el que era malo se convierte en villano y la que era rencorosa muta en una perversa también se muestra cómo se pueden aceitar modos de racionalidad de alimentos para la supervivencia, cómo se puede ser solidario con el otro/la otra aunque piense distinto (copiar ejemplos militantes de la grieta) y cómo el poder exhibe esa obscena arma de doble filo: estás al mando de todo pero también estás en el ojo de la tormenta y podés perderlo todo.
Hay una frase de Esquilo que dice Allie, ante la muerte de alguien que no conviene spoilear, que sintetiza que “tras el dolor llega la sabiduría”. “The Society” resignifica los valores existenciales justo cuando la vida vale casi nada. Ser libres presos o libres para ser felices, quizá esa sea la cuestión.