La frase bíblica del comienzo de la película es contundente: “Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aún lo que tiene, se le quitará”. Con ese disparador, el director cordobés Fernando Lacolla lleva adelante este film trabajado con sutileza y un sorprendente oficio, pese a tratarse de su ópera prima. Rodada en su tierra natal, la historia pone el ojo en ese tip con cierta impronta argentina basado en asociarse con el poder para dar el golpe y ascender rápido, a cómo dé lugar. Y en esto último está la clave. Luca (acertado trabajo de Federico Liss), es un agente inmobiliario que trabaja en una empresa que va a construir un moderno complejo de oficinas sobre unos abandonados terrenos del ferrocarril. Luca de pronto se encuentra ante una telaraña. Su jefe es su suegro, que lo presiona para que consiga que se destraben las habilitaciones municipales; y no tiene mejor idea que vincularse con el diputado Eduardo Cardone, quien le dice “favor con favor se paga” y algo peor: “Vos tenés que ser mis ojos”. Como suele suceder, nada es gratis, y Luca se convertirá, con una sola firma, en el testaferro menos pensado de una estancia lujosa del político ubicada en medio del campo. Narrada en efectivos 73 minutos, la película se separa en cinco bloques, cuyos títulos definen el devenir de la trama: “La espera”; “La oportunidad”, “La prosperidad”, “El siervo” y “La caída”. El realizador logra el objetivo de visibilizar temas como la ambición desmedida, la desigualdad social y las consecuencias nefastas de aquellos que quieren llevarse el oro que está en el pico de la montaña, sin contemplar que en el camino ascendente habrá obstáculos que pueden cobrarse hasta la propia vida. Filmada en pandemia y en locaciones cordobesas, es otra probada muestra del cine de calidad que se hace fuera de la avenida General Paz.