Raymond Douglas Bradbury, lector de historietas
A los nueve años, Bradbury encontró la tira Buck Rogers en el siglo XXV en el diario de su localidad, Waukegan News. De inmediato, el niño comenzó a coleccionar los recortes, a la vez que comunicaba su afición por Buck Rogers a sus compañeros de escuela. Sus amiguitos no compartían su fanatismo y se burlaban de él al punto tal de herir sus sentimientos. El pragmatismo inocentón de los niños negaba la posibilidad de cohetes aterrizando en la luna o Marte. Charles Piddock, en Ray Bradbury: Legendary Fantasy Writer (2009), señala que el joven y sensible Ray corrió a su casa una tarde y destruyó toda su colección de historietas. Años después, el Ray adulto lamentaría esa decisión, que implicaba darlea poder a sus abusones: “¡Mi colección de Buck Rogers! Era como renunciar a mi cabeza, a mi corazón, a mi alma y a una mitad de mi pulmón. Anduve herido por un año luego de eso. Lo lamenté y me maldije por haber descartado lo que era, esencialmente, el mayor amor de mi vida: imaginación, romance, intuición, amor”. Es por este apego a la intuición y al lado irracional de la conducta humana que Bradbury ha sido llamado un “romántico”, en la acepción que suele adosarse a escritores como E. T. A. Hoffmann, Edgar Allan Poe o Hermann Melville.
Por otro lado, según relata Sam Moskowitz en Seekers of Tomorrow: Masters of Modern Science Fiction (1966), en 1934 la familia Bradbury se mudó a Los Ángeles. En aquel período, señala el crítico, Ray era un “gordito que usaba anteojos y no podía jugar al fútbol (americano)”. Varias décadas antes de la aparición de los X-Men, Bradbury ya sabía lo que era ser dejado a un lado por no encajar en un ideal de juventud. En cierta medida, fue el prototipo del nerd.
A esta altura de la historia de Occidente, pareciera redundante plantear una defensa del arte secuencial, que ha encontrado su lugar como el noveno arte. En los últimos años, además de las decenas de adaptaciones de cómics al cine y la televisión, se han publicado biografías de personajes clave para la historia del cómic The Stan Lee Story, de Roy Thomas, o Jack Kirby: The Epic Life of the King of Comics, de Tom Scioli y un buen número de estudios críticos sobre la importancia de la historieta en el panorama intelectual serio. Baste mencionar Mutants and mystics: science fiction, superhero comics, and the paranormal (2011), de Jeffrey Kripal, American Comics, Literary Theory, and Religion: The Superhero Afterlife (2014), de A. David Lewis, y Superhero Comics (2018), de Chris Gavaler. El mundo académico, especialmente el anglosajón, antes reacio a abordar estas manifestaciones de cultura popular, hoy se ha vuelto una máquina eficaz de producción de papers y libros que estudian el fenómeno.
En el relato Usher II, de Crónicas marcianas, el propio Bradbury veladamente a través de William Stendahl ejerce una defensa de las historietas, que sufrieron censura en la vida real y en el Marte ficticio de 2005. A propósito de la censura en un mundo prosaico e intolerante, Stendahl recuerda que “Se dictó una ley. Oh, no era casi nada al principio. Mil novecientos cincuenta y mil novecientos sesenta. Primero censuraron las revistas de historietas, las novelas policiales, y por supuesto, las películas, siempre en nombre de algo distinto: las pasiones políticas, los prejuicios religiosos, los intereses profesionales”. Ray, siempre tan atento a la historia de su país, deja que la realidad se cuele en la ficción y la ficción infecte a la realidad.
Dos potencias se saludan (pero no llegan a ningún acuerdo)
El 18 de enero de 1980, Ray Bradbury le envía una carta a Stan Lee, capo máximo de Marvel Comics. En la misiva, Bradbury le agradece a Lee el almuerzo “estimulante” y el material que compartió con él, pero declina formar parte de una propuesta que el escritor no explicita. Bradbury considera que la oferta no es adecuada para él y le desea suerte en la búsqueda.
La carta se halla en los archivos de Stan Lee en la Universidad de Wyoming y fue reproducida en la biografía True Believer: The Rise and Fall of Stan Lee, de Abraham Riesman, a quien contactamos para que proveyera un poco de contexto sobre su contenido. Primer callejón sin salida: el biógrafo no sabe qué proyecto está rechazando Bradbury.
Por su parte, Brian Cronin, experto en cómics y escritor en la página especializada CBR.com, opina que en la carta Bradbury se niega a participar como guionista de un proyecto audiovisual de Marvel, tal vez con actores de carne y hueso. Pensemos que entonces las apariciones de superhéroes en las pantallas habían cobrado cierto impulso con el éxito de Superman (1978) y de la serie El increíble Hulk (1977-1982). La mención del director inglés David Lean (famoso por Lawrence de Arabia) puede ser una pista para que la especulación tenga sentido. Cronin revisó, especialmente para este artículo, material de su archivo que va desde 1979 hasta 1982 pero no encontró ninguna mención del encuentro entre Ray y Stan. Su hipótesis permanece como la más razonable hasta el momento.
Bradbury en EC Comics
El nombre de Ray Bradbury apareció de manera reiterada en los comic-books de EC. Era la década de 1950 y los superhéroes estaban en retirada; ahora proliferaban otros géneros, entre ellos los dedicados al crimen y el terror. EC (originalmente Educational Comics) fue fundada por Max Gaines, uno de los padres de la industria y del denominado “comic-book”. Tras morir en un trágico accidente en 1947, la compañía pasó a manos de su hijo, William, y con él sobrevino el giro editorial. Ahora bajo el nombre Entertaining Comics, el sello pasó a ser sinónimo de historietas vinculadas al terror, el bélico, la ciencia ficción y el policial. Para su famosa New Trend (“Nueva Tendencia”), William Gaines contó con la confianza del dibujante y guionista Al Feldstein, y la remodelación que impulsaron redundó en un abanico de títulos: Tales from the Crypt, The Haunt of Fear, The Vault of Horror, Shock-SuspenStories, Crime SuspenStories, Weird Science, Weird Fantasy; además de otros dedicados a historias bélicas y humorísticas, coordinadas por Harvey Kurtzman.
Ahora bien, fue en las páginas de Weird Fantasy donde apareció un relato de sospechosa inspiración bradburiana: Home to Stay, con dibujos de Wally Wood. Según rememora Al Feldstein, cuando Bradbury tomó conocimiento, lejos de alarmarse, le escribió a Gaines: “‘Ey, chicos, me han robado mi historia’”. Y Billy le respondió: “«No es cierto. Pero aquí tiene 25 dólares y, ¿podemos robarle alguna más?». Y nos dijo que sí porque le gustaba lo que hacíamos”.
A partir de allí, y ahora con el aval de Bradbury, una sustancial seguidilla de historietas versionó algunos de los relatos del escritor, con un plantel de dibujantes irrepetible, de los mejores que ha dado el género: Jack Kamen, Al Williamson, Wally Wood, Joe Orlando, Graham Ingels, Johnny Craig, George Evans, Jack Davis, Reed Crandall y Bernard Krigstein, entre otros. Sus lápices dieron forma a la imaginería contenida en los relatos de origen, que oficiaron como un resorte creativo ejemplar, habida cuenta de los tintes fantásticos –algunas veces macabros– que los caracterizan. Los relatos de Bradbury tuvieron cabida en todos los comic-books de horror y suspenso de la casa, donde los genios del dibujo de la EC aportaron una verdadera eclosión visual, que se extendió a lo largo de 31 colaboraciones, entre 1951 y 1954.
Entre los ejemplos, vale recordar cómo Joe Orlando narra The Lake, donde la floresta inunda los cuadritos así como el tendido eléctrico hace lo propio en las imágenes de ciudad; el viaje temporal que Al Williamson detalla, tan atento al dinosaurio majestuoso como a la pequeña mariposa oculta bajo la bota, en Safari Express; la soledad hogareña que Wally Wood logra en There Will Come Soft Rains; el estudio psicológico que ofrecen los dibujos de Johnny Craig con Touch and Go!; la sutileza poética y preciosa de Bernie Kriegstein en The Flying Machine; el bebé criminal (o el temor materno) que George Evans logra en The Small Assassin. El punto de encuentro fueron los guiones de Al Feldstein, capaz de sintetizar el espíritu de cada cuento: no hay que olvidar que fueron primeras versiones al cómic y que Feldstein guionaba muchas otras historietas al mismo tiempo. En lo específico, fue también él el responsable de llevar a los cuadritos varias de las historias contenidas en Crónicas Marcianas: la mencionada There Will Come Soft Rains y también The Million Year Picnic, The Silent Towns, The Long Years!, Mars is Heaven (basada en La tercera expedición), publicadas en Weird Science y Weird Fantasy.
Estas historietas respondían a una directiva editorial inamovible: seis a ocho páginas, texto profuso, distribución de tres hileras de viñetas por página, desenlace sorprendente. Pero antes que enumerar tópicos, mejor es distinguirlos como elementos formales, acordes a una estructura. Un molde a partir del cual se concebía el relato. De este modo, los miedos y las fantasías bradburianas tuvieron una redefinición acorde a la idiosincrasia de EC. Y en esto la maestría de la editorial hizo la gran diferencia entre los millares de publicaciones similares de la época. Fundaron un capítulo de relieve para la historia del cómic norteamericano.
El clima paranoico impulsado por el macartismo durante la Guerra Fría fue el correlato que necesitaron las ligas de madres de familia, que no pasaron por alto el influjo de estas historietas. Y atacaron a los cómics EC (entre otros) bajo el amparo del libro La seducción del inocente, del psiquiatra Frederic Wertham, donde se condena a los cómics de crimen y horror por, presuntamente, promover la violencia juvenil, las adicciones y la homosexualidad. La reacción social fue furibunda, un subcomité del Senado se dedicó a investigar la industria del cómic, nació el dispositivo censor denominado Comics Code Authority, se prohibió la publicación de toda historieta relacionada con el crimen y el horror, y montañas de comic-books fueron a parar, como en Fahrenheit 451, a hogueras públicas, donde niños ofrecían en sacrificio sus colecciones (como puede verse durante los minutos iniciales de la película Comic Book Confidential [1988], de Ron Mann). EC Comics debió cancelar todos sus títulos; de ellos sobreviviría Mad, reconvertida en magazine.
Dos libros compilaron algunas de estas historietas: Tomorrow Midnight y The Autumn People, bajo un involuntario y temprano concepto de “novela gráfica”. Quedan, para el recuerdo y la grata lectura, las maneras desde las cuales El Guardián de la Cripta o La Bruja del Caldero introducían sus historias, siempre con alabanzas a Bradbury, cuyo nombre destellaba con orgullo en las coloridas tapas de EC bajo la leyenda: “America’s Top Science Fiction Writer!” (“¡El escritor más importante de la CF norteamericana!”)
Cuadritos después
Entre las historietas que versionaron a Bradbury, vale citar Ray Bradbury Chronicles. The Authorized Adaptations, la serie de siete volúmenes publicada por Byron Preiss entre 1992 y 1993, que reúne numerosas versiones realizadas por talentos del calibre de P. Craig Russell, Al Williamson, Dave Gibbons, Daniel Torres, Timothy Truman y Mike Mignola; junto a algunos de los relatos clásicos de EC. Muchos de estos cómics fueron leídos en Argentina gracias a la revista española Cimoc.
Para el caso estrictamente argentino, Ediciones de la Flor editó las versiones oficiales de Fahrenheit 451 y Crónicas marcianas, dibujadas por Tim Hamilton (en 2009) y Dennis Calero (en 2011), respectivamente. Hay un tercer título, de la misma serie, que De la Flor no publicó: Something Wicked This Way Comes, de 2011, con dibujos de Ron Wimberly. En rasgos generales, no son versiones que brillen, tal vez la que más importe –por lo estrictamente gráfico– sea la de Hamilton. Hay algo que en todas ellas se pierde, entreverado entre cuadritos que no logran capturar la sencillez profunda del maestro de Illinois. En este sentido, y por tanto más, los cómics EC siguen siendo magistrales.