Son dinosaurios, malabaristas, cascarudos, barriletes y pájaros carpinteros. Cada sala del jardín de infantes crea su propia mascota, un muñeco que adoptará la forma de un animal o cualquier otro personaje para acompañarlos durante el año y pasear por las casas. Una historia identifica a cada una de estas mascotas que nacen del juego y luego se convierten en canciones.
Este es el proyecto del Jardín Los Principitos, de la Escuela Nº 1.165 Integral Fisherton, que acompaña desde hace muchos años el paso de niños y niñas por el nivel inicial. La Capital visitó el establecimiento unos días antes de la presentación oficial de estas originales mascotas, una actividad que todos los años organiza durante la semana de los jardines.
En esa jornada tan especial, en medio del revuelo y la emoción de niños que ensayaban en el patio y maestras que buscaban un tiempo para hacer los retoques finales de la escenografía, Betina Romano —vicedirectora del jardín— y Carlos Di Giacomo —músico y docente de la institución— conversaron sobre esta hermosa experiencia que esperan con ansias los más chicos, y convoca a educadoras y familias.
Escuela Integral de Fisherton
Cada una de las diez salas que tiene el jardín entre los dos turnos creó su mascota. “La facilidad que tiene el niño de personificar hace que haya mascotas de lo más diversas: tren, dinosaurio y hasta un arroz rockero que se escapó de una bolsa de supermercado y se encontró con una guitarra en el colectivo”, explican sobre este muñeco que construyen y aparece un día sorpresivamente para quedarse todo el año acompañando sus juegos.
Con su seño y la ayuda de los profes de música, cada sala crea una canción para esa mascota y así contar cómo es, dónde vive, qué colores posee o qué le gusta comer.
La vicedirectora destaca que la creación musical siempre estuvo presente en la institución. Al principio esas intervenciones eran a capella y se cantaban por el barrio. Ese repertorio que antes se grababa en un cassette y los chicos se llevaban a su casa, hoy perdura en el tiempo a través de YouTube y Spotify.
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El proyecto logra que chicas y chicos se conviertan en compositores y participen con sus voces en las canciones.
Celina Mutti Lovera
El proceso de creación
“La mascota surge a partir del juego y se le adjudica roles, también se proyectan deseos, temores y todo tipo de fantasías que se ponen en movimiento jugando. La mirada hacia un objeto concreto posibilita desde el ámbito de la fantasía inventar formas posibles de aprendizajes y de resolución de problemas. Los chicos depositan en este personaje algo de lo que imaginan o vivencian a diario como poder contar si salió a pescar con el abuelo el fin de semana o si acostumbra a dormir con la luz encendida igual que ellos”, cuenta la educadora del nivel inicial sobre este proyecto querido por la comunidad educativa.
Betina Romano cuenta que para que esta experiencia sea vivencial siempre aparece un disparador, alguien que dice con certeza que vio, por ejemplo, al cascarudo trepándose al techo de su casa. Dice que allí empieza a fluir algo que en el niño está muy latente. “Sino creemos en eso —dice— el proyecto creativo se intelectualiza, que es lo que termina pasando con los adultos”.
Todos los días alguien se lleva la mascota a su casa: “Necesitamos que esa mascota pueda ser conductora de las emociones y los sentires, y para eso tiene que acompañar la vida del niño, y las familias empiezan a participar en esta aventura”, dice la directiva, buscando poner en palabras todo lo que representa este proyecto para los chicos y sus maestras.
La mascota se queda en la sala hasta finalizar el ciclo escolar y pasa de año con los chicos hasta que crean un nuevo personaje. Así es como el jardín guarda entre sus estantes muchas mascotas a lo largo de todos estos años, algo que pudo resolver organizando un sorteo entre los alumnos y alumnas que están por finalizar el nivel secundario y desean llevarse de recuerdo algunas de las mascotas que tuvieron en su infancia.
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El profesor Carlos Di Giacomo.
Celina Mutti Lovera
Canciones para las mascotas
Del imaginario grupal que cada seño recoge en su sala se compone un álbum de diez canciones originales. Desde lo musical se busca que se contemplen diferentes estilos. Estas melodías, compuestas por Carlos Di Giacomo con la producción musical de Esteban Sesso —también docente de la institución— se graban en el estudio que inauguró la escuela antes de la pandemia.
“La idea es respetar aquello que se dispara del imaginario de los chicos y no modificar ni una sola coma del texto. Hay canciones que tienen más narrativas que otras, dependerá mucho del grupo y las edades”. La tarea del profesor Di Giacomo consiste en poner música y voz a ese maravilloso proceso creativo.
“Cuando me cuentan qué mascota serán, enseguida les pregunto cómo imaginan la música de ese personaje, así empezamos a trabajar y hacer ritmos con el cajón peruano, y el grupo empieza a identificarse con un género determinado. Puede ser rock, tango, folclore, vamos probando distintos ritmos desde la improvisación, y en el siguiente encuentro incorporamos la guitarra y otros instrumentos. Este proceso hace que los chicos se conviertan en compositores y también participen con sus voces en estas canciones que los representan y que seguirán escuchando cuando sean más grandes”.
El docente lleva quince años musicalizando estos relatos y nunca deja de sorprenderse con todo aquello que pueden transmitir los chicos pensando en su mascota. “Es como volver a ser niño por un rato. Me encuentro con textos que son increíbles, y cuando por su métrica debo cambiar alguna palabra siempre lo consulto con el grupo que vota cuál podría reemplazarla”, señala.
Cada álbum de canciones es diferente, “siempre tratamos de que haya un referente de nuestra música popular aunque esta vez hay mucho caribe, se escucha el merengue y la bachata, y también algo de candombe”, cuenta el músico sobre el repertorio elegido este año.
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El proyecto busca incentivar la creatividad de los nenes y nenas del jardín.
Celina Mutti Lovera
Entre anécdotas y creencias
“El pájaro carpintero es muy coqueto y tiñe sus plumas. Volando llega a su escuela donde aprende a picotear. Cuando dibuja con su pico en los árboles se lo escucha sonar así: piqui, piqui, piqui. Tiene cabeza con pelos rojos, alas triangulares que son azules, cuerpos con rayas y tiene un pupo, pico amarillo y también naranja, como sus patas. Tiene cinco años y tiene miedo cuando está oscuro, y a los monstruos toca la guitarra y también canta de esa manera el miedo espanta, lo espantará”. Así dice la canción que identifica a esta mascota. Cada escrito tiene una historia o anécdota que la hace especial, como el pájaro carpintero, que nace ante la sorpresa de los chicos cuando descubren, tras la quema en las islas, que esta especie habitaba en el patio de la escuela; o el tren que todos los días ven pasar desde el patio de la institución. Una experiencia que siempre genera emoción y en todos estos años inspiró la creación de muchas mascotas trenes.