La dirigencia política apila fotos pero la película del 2023 todavía tiene un final abierto. El desenlace está en manos de una audiencia ya agotada por la maratón electoral.
Por Mariano D'Arrigo
La dirigencia política apila fotos pero la película del 2023 todavía tiene un final abierto. El desenlace está en manos de una audiencia ya agotada por la maratón electoral.
Como la escena post créditos en los films de superhéroes, el encuentro cordial entre Omar Perotti y Maximiliano Pullaro en Coronda contrastó con la virulencia que atravesó la relación en los últimos cuatro años. En ese lapso, el radical actuó el papel del más duro de los opositores.
Si bien la transición se desarrolla sin conflictos, en el entorno del gobernador electo insisten con que la información no fluye con el caudal y la velocidad que necesitan a dos meses de sentarse en la cabina del Estado. Las designaciones y las licitaciones continúan, advierten.
“Los funcionarios se sientan a las reuniones y ponen cara de sorprendidos. O se hacen los tontos o no saben lo que pasa en sus áreas”, dicen desde la cocina de la UCR.
Pullaro bajó a sus enviados la orden de evitar la sobreexposición y cuidar sus palabras. Una directiva que, reconocen cerca suyo, tiene un cumplimiento dispar en un vestuario donde conviven cuadros técnicos, legisladores y hombres y mujeres que vienen del ámbito ejecutivo.
El principal objetivo es no proyectar una imagen de cogobierno, que empiece a consumir antes de tiempo el abundante capital político con que parte el radical que cortó con seis décadas de sequía de la UCR santafesina.
El millón de votos que consiguió en las elecciones del 10 de septiembre le da amplias licencias creativas para diseñar su gabinete. No es una negociación en igualdad de condiciones.
De los diez ministerios que tendrá su gestión, Pullaro parece reservarse siete: Gobierno, Economía, Seguridad, Obras Públicas, Producción, Educación y Desarrollo Social. Todos estarán conducidos por soldados leales. Según el borrador avanzado del sucesor de Perotti, el PRO pondrá la cabeza de Trabajo y en principio Salud y Cultura serán para el socialismo.
En el búnker amarillo Pullaro apuntala a la futura vicegobernadora, Gisela Scaglia, que compró acciones suyas en la etapa fundacional de la empresa. Para el oriundo de Hughes la vicepresidenta del PRO santafesino se ganó el lugar de ordenadora —no sin ruidos internos— en un partido donde las relaciones de fuerza internas terminarán de acomodarse el 22 de octubre, según cómo se ubique Patricia Bullrich en el podio electoral.
El PS no está menos fragmentado. Si bien nueve de los catorce lugares que tendrá el partido de la rosa en Diputados pertenecen al lifschitzsmo, Clara García no termina de ser reconocida como jefa por el resto de las tribus, como la de Antonio Bonfatti y los espacios de los intendentes Emilio Jatón y Alberto Ricci.
Incapaces de sintetizar un pliego de nombres, cada vector socialista negocia bilateralmente con Pullaro. “Están como nosotros estuvimos durante mucho tiempo”, dice un operador del radicalismo, que disfruta el cambio de roles en el no peronismo.
En poco tiempo, confían en el primer anillo de Pullaro, los principales casilleros del organigrama estarán cubiertos con nombres de los distintos espacios internos de Unidos. “Todos van a tener su lugar, pero esto no es una agencia de colocaciones”, repiten.
Con el gobierno de la provincia, la Legislatura y los ejecutivos locales donde vive el 90% de la población pintados de un mismo color, la verdadera disputa política se librará al interior de Unidos. Una coalición heterogénea, que todavía no se testeó en el terreno del gobierno y que tiene por delante un camino lleno de obstáculos.
Si bien Pullaro no deberá descuidar el rol de líder, árbitro y garante de la alianza, sus principales problemas no lo esperan dentro del palacio sino afuera. Sobre todo, en el cada vez más complicado frente de la inseguridad. Altas expectativas pueden derivar en grandes frustraciones.
La demanda social de soluciones y la voluntad de Pullaro de sacarle todo el jugo posible al gran poder institucional con que contará preparan las condiciones para un verano de súper acción en la política santafesina. Con varias reformas en carpeta —desde judiciales hasta educativas— el gobernador deberá planificar las pulseadas con actores con probada capacidad de veto. En algún caso, Pullaro pretende aplicar la enseñanza de Sun Tzu: la mejor victoria es vencer sin combatir.
Prácticamente desarmado para intervenir en los principales campos de batalla institucionales, el PJ santafesino busca reagruparse para la pelea nacional pero siguen los pases de factura hacia quienes son señalados como los mariscales de la derrota en la provincia.
“La campaña de Perotti es incomprensible. Con Pullaro está bien, ¿pero justo ahora se saca una foto con un candidato presidencial?”, se queja un dirigente por la imagen de este jueves en Coronda del rafaelino con Juan Schiaretti y su sucesor en la provincia mediterránea, Martín Llaryora, otro jugador importante en el futuro inmediato.
Una victoria de Massa le abriría a Perotti una salida elegante de una provincia donde quedó sin resortes de poder y en la que el peronismo abrió la búsqueda de un nuevo liderazgo, y al resto de las tolderías le daría agua para atravesar los cuatro largos años de caminata por el desierto que tienen por delante.
Conscientes del techo del peronismo hacia la primera vuelta, la meta del comando local es llegar a los 30 puntos que sacó Marcelo Lewandowski en las generales santafesinas. En las Paso de agosto, Massa y Juan Grabois sumaron 21%.
En esa estrategia, Rosario es un distrito clave. La foto del ministro-candidato y Juan Monteverde con la excusa de una serie de políticas públicas para la ciudad si Massa es elegido presidente apunta a recuperar votos en el padrón más grande de la provincia y ubica al dirigente de Ciudad Futura como la principal referencia opositora a nivel local.
En medio de una ola de cambio en América Latina —desde 2019, fuerzas opositoras de todos los colores ganaron 15 elecciones presidenciales y el oficialismo sólo una— el peronismo va a las urnas con una inflación de 124% anual y 40% de pobreza. En un escenario lapidario para cualquier gobierno, si el resultado todavía parece abierto es por el hambre de poder de Massa y las dudas que transmiten Javier Milei y Patricia Bullrich.
Después de mostrarse errática en el primer debate y al regreso de Santiago del Estero, la presidenta del PRO quemará esta noche en la UBA uno de sus últimos cartuchos para tratar de meterse en el balotaje, mientras a Mauricio Macri parece tentarlo el rol de expendedor de combustible para la motosierra del candidato de La Libertad Avanza.
Si Milei y Massa pasan a la final, el exintendente de Tigre querrá ensayar su gobierno de unidad nacional. “Larreta y Morales ya están adentro”, observa un armador de Unidos. Ese escenario pondría en una disyuntiva a Pullaro, cuyos referentes nacionales ya cruzaron al minarquista. También a la conducción del socialismo: en el PS empiezan a pensar en un cordón sanitario a la europea pero asoman voces, como Ricci o la corriente Bases, que llaman a votar a Massa ya en primera vuelta. Escenas que se suceden en una película que todavía está en etapa de rodaje.