En el momento y en el lugar menos esperado, apareció la idea rectora. El Cilindro y Racing como rival asomaban como un marco intrincado para encontrar una señal revitalizadora, pero este Newell’s sorprendió a todos desde su decisión y su atrevimiento. Con una puesta en escena muy dinámica, de presión permanente para desarmar de a poco al adversario, y con una entrega innegociable para cortar el juego adversario y generar ataques rápidos, en Avellaneda se pudieron advertir a grandes rasgos los lineamientos que definen el estilo futbolístico de Gabriel Heinze.
Más allá de la cantidad de cambios (8) y del sistema táctico con tres atrás, lo más rescatable del triunfazo sobre el conjunto académico del miércoles fue que el equipo rojinegro se acercó por primera vez al formato pretendido por el Gringo. Y ese anhelo de fútbol intenso, vertical y ofensivo sobrepasa los nombres propios y se puede adaptar a cualquier esquema. Ante Racing quedó demostrado.
Hasta antes del duelo en el Cilindro, este Newell’s solo pugnaba por protagonizar un partido de este calibre, de este nivel de exigencia, con un rendimiento que le permita confiar en sí mismo, en sus recursos, y en el indispensable sustento que brindan los análisis de pizarrón.
Esta versión leprosa necesitaba forjar una firma propia. Y, más allá de lo aspiracional y de las miles de horas de trabajo en Bella Vista, precisaba un partido completo, en un escenario hostil, frente a un rival de envergadura, que se levante como válida referencia.
Eso fue el duelo con Racing, una muestra palpable de lo que puede dar como expresión colectiva, que a partir de ahora se convertirá en comparaciones inevitables.
Es que Heinze metió mano en la alineación inicial, practicó cirugía mayor con 8 modificaciones, pensando en la seguidilla, y el equipo se mostró suelto y directo, como nunca antes. Fue compacto atrás para disimular debilidades y minimizar las posibilidades de riesgo, y tuvo dinámica en todo el encuentro.
Racing nunca entró en partido y ese fue otro mérito de la elogiable performance rojinegra. Hubo coraje, fútbol y compromiso para imponer condiciones a lo largo de todo el cotejo. Newell’s siempre pudo respetar su hoja de ruta y ubicar el desarrollo del juego dentro de sus conveniencias. Esa inteligencia fue otro de sus aspectos a favor.
Con tres jugadores en la última línea (Willer Ditta más libre, Gustavo Velázquez a la derecha y Guillermo Ortiz a la izquierda), más los aportes de Armando Méndez y Ángelo Martino como laterales-volantes, el fondo de Newell’s lució más ordenado, sólido y compacto, con mejor capacidad de anticipo y cobertura. Así le cerró todos los caminos al planteo adversario.
Esa disposición, además, lo liberaba a Sforza de la necesidad de estar relevando a algún central. Juani pudo jugar unos metros más adelante, cortó mucho y de sus pies nacieron los mejores intentos.
El volante central se mostró en muy buen nivel tras la lesión y tras un regreso en el clásico que no expuso su mejor versión. En Avellaneda jugó para tomar ritmo, lo aprovechó y fue una de las principales razones de la merecida victoria.
Con ese despliegue y ese espíritu colectivo, sometió a un rival que nunca pudo exponer signos de vida. Y, llamativamente, a contramano de los partidos anteriores, tuvo menos posesión que su rival y eso no lo apartó de ser claramente superior en todos los sectores de la cancha.
Con los pibes
Para llegar a este rendimiento referencial, mucho tuvo que ver el acento juvenil que le impregnó Heinze al once de arranque. Con el desparpajo y la dinámica que le inyectaron Marcos Portillo, Lisandro Montenegro y Jeremías Pérez Tica, de mitad de cancha hacia adelante, el equipo del Gringo creó ocasiones y lastimó cada vez que lo intentó.
Cuando podían cortar el circuito de Racing y lanzar rápidas réplicas, estos pibes de la cantera inquietaron toda la noche a la resistencia racinguista.
Esta vez, la idea fundacional pudo verse, por encima de los nombres y del sistema. Esa es la dirección.