“En el mes de Ramadán se hizo descender el Corán”, reza el libro sagrado en referencia al noveno mes (lunar, no solar) del calendario islámico, período en el que 1.600 millones de fieles alrededor del mundo ayunan desde el alba hasta la caída del sol. También en Rosario se lleva adelante este método de autopurificación espiritual, que comenzó hace una semana, continuará unos 20 días más, y consiste en privarse de comer y beber siquiera agua durante el horario diurno (tampoco se pueden mantener relaciones sexuales). En plena abstinencia, representantes de la comunidad musulmana compartieron con La Capital detalles de su ancestral práctica religiosa, uno de los cinco pilares del Islam.
Entre las muchas aberturas de arcos curvados hacia arriba en ojiva, una puerta se abre en la casona de Mendoza casi Italia, donde un discreto cartel en el frente anuncia “Mezquita de Rosario” (también en caligrafía árabe). Del otro lado está Muhammad Akhlaq, ataviado con un topi o casquete blanco en la cabeza, una túnica marrón y sandalias. El edificio donde además vive con su familia es sede de la Unión Islámica, fundada en 1932 y de la que fue hasta el año pasado presidente (ahora es vocal).
Akhlaq, de origen paquistaní, avanza por un pasillo largo que hacia el final alberga al aire libre una fuente de abluciones, utilizada para el lavado de cabeza, brazos, pies y manos previo al rezo. En el salón principal persisten los detalles de arquitectura árabe en puertas y ventanas, así como una mesa repleta de víveres. El hombre de barba blanca que lleva horas sin beber ni probar bocado anuncia con parsimonia qué servirán para elaborar la comida de la noche (no la cena, sino el desayuno en estos días especiales). En la ocasión vendrán también otros miembros de la colectividad musulmana local, aunque no tantos como los viernes, que se considera un día sagrado, así como para los judíos lo es el sábado y para los católicos el domingo.
Este año el Ramadán comenzó con la luna creciente del 23 de marzo (según la tradición, el momento en que el profeta Mahoma recibió la primera revelación del Corán) y culminará el 21 de abril. “Coincide con la Semana Santa”, aporta Romel Sherby, médico de 68 años “nacido y malcriado en Egipto” con su característico aire bromista y tonada que revela la extranjería, aunque hace cuatro décadas ya que vive en la Cuna de la Bandera argentina.
Si bien en los países musulmanes se trata de una fiesta donde las plazas y mezquitas congregan a cientos de personas –“y hay un olor a turco que mata”–, en Rosario la celebración tiene una índole más privada, menos espectacular. En cualquier caso el ayuno es total, no sólo desde que sale el sol sino antes, al alba, cuando la primera luz se anuncia en el cielo. Y cuando desaparece la última, llega el momento de cortar el ayuno. El organismo se prepara para volver a recibir alimentos con una pequeña colación de leche y dátiles. Más tarde, “se preparan mesas especiales, es como una Navidad todos los días durante un mes. Y entre las cosas dulces, hay higos secos, turrones, pasa de uva, el postre baklawa con almíbar”, continúa Sherby y se hace agua la boca de escucharlo. A él todavía le falta rato para comer cualquier cosa pero no hace hincapié en eso: “Yo trabajo igual haciendo ayuno; es un acto religioso, no de vagancia”, advierte.
Al amplio salón de oraciones de la mezquita de calle Mendoza, “la primera de Latinoamérica”, según Akhlaq (y la única de la provincia), es preciso entrar descalzos. El piso está todo alfombrado con predominio de tonos amarillos y sobre una de sus paredes se extiende una biblioteca de madera blanca donde hay panderos, entre otros instrumentos musicales, además de libros. En uno traducido al español se explica que el Islam tiene cinco pilares: el testimonio de fe, es decir atestiguar que no existe Dios digno de alabanza excepto Allah y que Mahoma es su mensajero; realizar las oraciones, cinco veces por día; dar el Zakat o porción de la riqueza a personas que lo necesiten; peregrinar a la Meca, en Arabia Saudita; y el ayuno del Ramadán, del que sólo están liberados los enfermos, los viajeros y las mujeres embarazadas, que acaban de parir o están menstruando. Los niños lo practican a partir de los seis años, primero de forma gradual, hasta que logran completar sus primeros días y luego el mes de abstinencia.
Suena a sacrificio, pero Akhlaq dice que cuando termina este período los creyentes experimentan alegría, incluso hacen una fiesta que se denomina Eid-al-Fitr y es de las más importantes del calendario islámico, junto con el final del Havy o visita anual a la Meca. Esta peregrinación comienza en el duodécimo mes del año, que es más corto que el cristiano por estar el calendario gregoriano basado en meses solares y no lunares. “Nosotros avanzamos más rápido”, bromea Sherby y observa que también forma parte del ayuno el seguir una buena conducta. Para el Islam, el renunciamiento a lo material comporta purificación del corazón y crecimiento espiritual. Toda la sociedad pasa un mes expresando su adoración a Allah, tanto en público como en secreto.
Sherby, médico experto en cirugía y ginecología que trabajó por años en el Hospital Provincial del Centenario, se graduó en la Universidad de Alejandría y tras un paso por Italia e Irak llegó a Rosario en la época de la guerra de Malvinas. Hoy afirma sin dudas que “éste es un país muy bueno para vivir. Todos comen, todos duermen, todos tienen lugar donde estar. La gente de la villa come más carne que la clase media en los países árabes”. Se muestra dispuesto a contar detalles de sus costumbres y culturas porque “ser islámico en la Argentina es normal, no hay racismo religioso. En otros países hay discriminación”. En la ciudad, la comunidad musulmana es reducida, coincide con Akhlaq, incluso ha disminuido en los últimos cien años. No suman más de 200 sus integrantes.
De nuevo con las sandalias puestas y ya en el porche, Aklaq abre la puerta principal de la mezquita bajo una impresionante lámpara colgante confeccionada con pequeños cristales rojos. “Es de Turquía”, revela. Y dice adiós.