El general José de San Martín fue consagrado como héroe nacional por los historiadores de la segunda mitad del siglo XIX, al mismo tiempo que las provincias experimentaban la formación de sus sistemas educativos y establecían el currículo que sería desarrollado en las aulas. La creación del Colegio Nacional en 1863 y de la Escuela Normal en 1870, ambos de dependencia nacional e instalados progresivamente en todas las capitales de provincias, así como la sanción de la Ley de Educación Común Nº 1420, para escuelas primarias de Capital Federal y Territorios y Colonias Nacionales, en 1884 —modelo adoptado en gran medida por las provincias— contribuyeron a la articulación de un sistema educativo nacional. Éste se unificaría más aún luego de la sanción de la Ley 4574, en 1905, que permitió la creación de escuelas primarias nacionales en las zonas rurales de las provincias bajo dependencia del Consejo Nacional de Educación.
El sistema educativo nacional, cuyo nivel superior era conformado por las preexistentes universidades de Buenos Aires y Córdoba, a las que se sumaron otras en tres provincias, y cuyo nivel especial abarcaba otras escuelas específicas de carácter técnico y profesoral, fue la estructura necesaria para que los prohombres del pasado nacional estuvieran presentes en gran parte de los programas de estudio, difundiendo así sus virtudes en la heterogénea masa de población residente en la Argentina, cuyas tres cuartas partes era de origen inmigrante en la primera década del siglo XX. De tal modo la Historia académica, escrita por intelectuales y universitarios, fue la base de la Historia Patria que reemplazó a la Historia Universal en el último tercio del siglo XIX, en la enseñanza primaria, y ganó espacio en la educación secundaria.
La Historia Patria surgió en la Argentina al mismo tiempo que otros países europeos y latinoamericanos la instalaban en el currículo escolar, siendo en este caso una necesidad sentida por la élite gobernante para delimitar una historia oficial que valorase en forma adecuada las acciones y agentes del progreso, o del retraso, en cuanto a la modernización nacional. Al estar inspirada en los modelos educativos europeos, esta historia nacional tomó el énfasis militarista que respaldaba la expansión colonial en Asia y África.
No obstante, aun cuando en el caso argentino existía un proceso de expansión territorial ocupando áreas indígenas y estaba todavía fresca la Guerra del Paraguay, la enseñanza de la Historia Patria tuvo el objetivo político explícito de contribuir a asimilar la inmensa población infantil inmigrante, o de primera generación argentina, mediante la difusión de hechos y figuras que generaran una noción de pertenencia a la cultura argentina en gestación.
La Historia Patria focalizó su mirada en el proceso de emancipación iniciado en 1810, que dio lugar a la Independencia seis años después, de modo que los hechos gloriosos de la gesta revolucionaria se privilegiaron como contenido de enseñanza tanto en las materias relacionadas con la Historia como en Instrucción Cívica.
De los próceres de ese movimiento de liberación política, sin dudas, el más prestigioso era San Martín, meritorio por la conducción de las acciones bélicas, así como incuestionable por su prescindencia de intervenir en cuestiones de política interna durante las luchas civiles ocurridas desde 1827 a 1852.
Desde 1880 hasta 1909 en la educación escolarizada fue consolidándose la presencia de los símbolos y conmemoraciones nacionales en espacios curriculares y transversales, como las ceremonias, desfiles y cantos patrióticos. Dentro de las escuelas, los bustos, ilustraciones y otros materiales didácticos de carácter histórico referían a un grupo escogido de próceres, en un orden jerárquico claro: San Martín, Belgrano, Rivadavia, Sarmiento y otros menos frecuentes. Desde esa última fecha, el patriotismo escolar presente en los planes y programas de las escuelas dependientes del Consejo Nacional de Educación debía exaltar los "hechos dramáticos" de la historia, para que la emotividad infantil aflorara al entonar el sinnúmero de marchas patrióticas, la mayoría de corte militar, y al participar en forma activa en bailes y actuaciones en las conmemoraciones, en el espacio escolar o en actos públicos.
El estallido de la Primera Guerra Mundial y el horror de su legado de millones de muertos, mutilados y huérfanos puso en cuestión las prácticas patrióticas escolares, que en general estaban asociadas a lo castrense. Fue entonces que la Historia Patria se recostó más sobre los ideales y ejemplos morales que los próceres podían ofrecer. Esto magnificó las figuras de Manuel Belgrano, como creador de la bandera nacional y hombre de ideas progresistas, y de San Martín, por sus virtudes morales y su entrega total a la causa de la emancipación, entendida ésta como instrumento de la libertad ante la opresión colonial. La idea de libertad es la que predominaba, como podía verse en los nuevos libros de texto editados en el período de entreguerras; no obstante, la preeminencia de la supremacía del interés de la Nación ante el de los ciudadanos como individuos continuó presente.
Puede decirse que esta construcción escolar de un pasado patriótico moralizador, enseñando mediante instrumentos didácticos que apelasen a la afectividad y emociones del niño, para que comprendiera la abstracción del concepto de libertad, de nación, de pueblo, de independencia fue la que se afirmó en la educación primaria y continuó vigente en la segunda mitad del siglo XX, con mayor o menor carga de ponderación al militarismo según las diferentes coyunturas políticas, o bien con alguna asociación proselitista con los logros económicos de determinados gobiernos. La eficacia de la enseñanza reposó en la reiteración año tras año, con un leve avance en el nivel de abstracción e información fáctica, durante toda la escolaridad primaria. Los múltiples refuerzos externos, a través de los medios de comunicación de masas, acentuaban y mantenían vigentes las nociones patrióticas adquiridas en la infancia. En el nivel medio, la mayor complejidad de los programas de estudio y el estilo memorístico predominante implicaron una lógica diferente, más modelada por la historia académica, aunque sin desprenderse de las valoraciones nacionalistas gestadas a principios de siglo. Desde la transición a la democracia el currículo escolar, primario y secundaria ha tenido una renovación importante por su mayor conexión con la investigación historiográfica de calidad, por la actualización de libros de textos y por una nueva generación de educadores formados como profesores. Surge entonces el interrogante sobre la forma en que esta nueva generación conciliará la historia patriótica tradicional con la enseñanza reflexiva sobre las múltiples causalidades de los fenómenos sociales y políticos, siendo este un propósito ya presente luego de 1918 entre los educadores más intelectualizados pero no predominante en el sistema educativo.
El mito está vivo: la famosa acción de la batalla de San Lorenzo donde Cabral salva la vida de San Martín.