La familia de Martin recibió luego una carta donde le pedían 150 mil pesos como rescate. La
víctima había sido bien elegida: era el hijo de Julio Martin, ex presidente de la Bolsa de Comercio
de Rosario y fundador de la yerbatera que aún lleva su apellido.
En el Cruce Alberdi
A las 4.30 del 31 de enero, Alberto Julio Martin, hermano de Marcelo, pagó el rescate en el
Cruce Alberdi. De acuerdo a las exigencias de los secuestradores, iba en un auto con la capota y el
parabrisas plegados y un pañuelo en el radiador; llevaba la plata en un maletín y la entregó con la
mano izquierda, sin mirar al que la recibía.
La familia no hizo ninguna denuncia, pero el secuestro trascendió a la prensa. En esa época aún
era un enigma el destino de Abel Ayerza, en poder de mafiosos en la provincia de Córdoba desde
octubre de 1932 (en febrero de 1933 se supo que había sido asesinado). Para calmar la ansiedad
pública, el 1º de febrero Martin salió a pasear con su Cadillac por el parque Independencia, con su
amigo Héctor Astengo, suceso del que dieron cuenta los diarios. Su madre, Angela Joostens de
Martin, había prometido que si salía indemne donaría una maternidad para la ciudad: la promesa se
concretó el 8 de julio de 1939, con la inauguración de la Maternidad Martin.
La investigación policial avanzó recién a mediados de febrero de 1933, cuando la conmoción
nacional por la muerte de Ayerza hizo trascender sospechas de complicidad entre policías de Rosario
y mafiosos de origen siciliano. La División de Investigaciones convocó a todos los choferes de
taxis Hudson de Rosario con la excusa de investigar atentados perpetrados en el camino a Santa Fe
por disputas gremiales. Sólo uno faltó a la cita: se llamaba Gerlando Vinciguerra, tenía 26 años y
paraba en Tucumán y Corrientes, a metros de la casa de los Martin.
De acuerdo a la pesquisa, después del secuestro Vinciguerra entregó el Hudson a Luis Cacciatore
en pago de una deuda. Previamente lo llevó al taller mecánico de Fortunato Castaggeroni y Francisco
Rodríguez para que le cambiaran el color aceituna por café. Sin embargo, dijo que el auto no le
pertenecía.
En esos días, cuando la policía lo buscaba, Vinciguerra estaba en Salta. Había viajado a la
capital de esa provincia para hacer de testigo del casamiento de su amigo Carlos Cacciatore
(hermano de Luis) con una joven modista de esa ciudad. El padrino iba a ser Santiago Bue, conocido
como ahijado de Juan Galiffi.
Bue y Cacciatore eran primos hermanos y además sostenían relación de patrón y empleado, ya que
el segundo conducía un colectivo que era propiedad del primero, en la compañía Los Cinco Hermanos.
En marzo de 1927, el vehículo había sido causa de una pelea entre Bue y un pintor italiano, Domingo
Fontana, que reclamaba el pago de una deuda por la venta del coche. Bue lo mató de una puñalada y
resultó condenado a 15 de años de prisión, pero recibió varias conmutaciones de pena y salió en
libertad condicional. Según reveló en la época el diario La Tribuna, las conmutaciones fueron
obtenidas por la presión combinada de Galiffi y un diputado del radicalismo antipersonalista.
La boda no puedo efectuarse. El 2 de marzo, la policía salteña apresó a Vinciguerra, Cacciatore
y Bue y los envió al día siguiente a Rosario. El juez Luciano Corvalán ordenó una seguidilla de
detenciones. Entre otros cayeron entonces un lechero, Francisco Gallo, y un verdulero, Diego
Romano, también involucrados en el secuestro.
Gallo no tenía experiencia en tratos con la policía. Apenas fue interrogado hizo una confesión
amplia. Implicó a Juan Galiffi en el secuestro al afirmar que le había dado 12 mil pesos del
rescate; dijo que se sumó al plan porque Vinciguerra y Cacciatore “le propusieron secuestrar
a una persona” y reconoció haberse encargado de custodiar a Martin durante su cautiverio, en
una pieza de su casa.
Los otros acusados, en cambio, rechazaron los cargos. “Todos mienten, según la impresión
de las autoridades. Si se creyera en lo que dicen los maffiosos (sic) resultaría que el señor
Martin subió por su voluntad en el auto de Vinciguerra y que él mismo se condujo hasta su
encierro”, ironizó La Capital.
Grietas en el muro
Sin embargo, el silencio del grupo tuvo otras fisuras. “Carlos Cacciatore declara haber
guiado el automóvil en que fuera alzado Marcelo Enrique Martin; que planeó el asunto (...) con
Santiago Bue, Diego Romano, Francisco Gallo, Francisco D’Angelo, Gerlando Vinciguerra (...);
que recibió 12 mil pesos nacionales por su actuación, que su señora madre le guardó 8.000 pesos
nacionales envueltos en un pañuelo (...) que 4.000 pesos los entregó a Francisco Gallo, quien se
los solicitó para ayudar a unos paisanos pobres; que D’Angelo (prófugo) estuvo presente en el
momento del secuestro y no así Santiago Bue”, señaló en la resolución del caso el juez
Corvalán.
Diego Romano, a su vez, declaró que había sido invitado a una reunión en casa de Bue por
Francisco D’Angelo o Campione “unos ocho días antes” de dar el golpe, señaló a
Vinciguerra como uno de los líderes y entregó 9 mil pesos recibidos como parte del botín.
De acuerdo a la investigación judicial, el secuestro se planeó a lo largo de varias reuniones.
En las deliberaciones participaron Bue, Romano, Gallo, Francisco Campione, Vinciguerra y
Cacciatore. Este último condujo el auto en que llevaron a Martin, acompañado por Bue, Vinciguerra y
Gallo. El único prófugo fue Campione o D’Angelo, quien por otra parte había intervenido en el
asesinato de Silvio Alzogaray, corresponsal del diario Crítica en Rosario, en octubre de 1932.
Bue, dijo Corvalán, fue quien planificó el secuestro. En su indagatoria, “confiesa que
Francisco D’Angelo le propuso el negocio; que se reunieron primero en lo de Romano y otra vez
en su casa estando presente Vinciguerra, Cacciatore, Gallo, Romano y el nombrado D’Angelo;
que D’Angelo o Campione le entregó 30 mil pesos nacionales por su participación en billetes
de mil pesos”.
Si bien luego se retractó diciendo que la policía lo había torturado, antes ratificó su
declaración en un careo con Vinciguerra, el comisario José Martínez Bayo, jefe de Seguridad
Personal, le encontró unos 7 mil pesos que provenían del secuestro y uno de sus hermanos afirmó que
había usado otros 8.500 pesos procedentes del botín para saldar una deuda.
En medio de la investigación, hubo otra conmoción pública cuando un joven de 17 años llamado
Raúl Gardelli denunció que lo habían secuestrado unos mafiosos (ver aparte).
El padrino
El juez también rechazó las explicaciones de Vinciguerra para dar cuenta de un movimiento de
dinero que parecía provenir del rescate. “Los gastos que dice haber realizado en sus viajes a
Buenos Aires y Salta no condicen con su cualidad de hombre ahorrativo como pretende aparecer,
máxime si se quedaba sin trabajo y tan sólo con la posibilidad de entrar como mecánico de la
Empresa Municipal Mixta de Transportes de esta ciudad”, dijo.
Juan Galiffi había tomado precauciones para despegarse del episodio. El 2 de febrero se embarcó
hacia Montevideo, donde tenía una casa en el barrio de Pocitos. Sin embargo, el 26 retornó a
Rosario y de acuerdo al testigo José Cecchi se entrevistó con Gallo en la casa de Bue.
Para el fiscal Emilio Sotelo no había pruebas contra Galiffi. Sin embargo, parece haber recibido
la mayor tajada del botín, ya que además de la parte entregada por Gallo, el 3 de febrero de 1933,
dos días después del pago, uno de sus “secretarios”, Carlos Cacciatore, depositó otros
25 mil pesos en su cuenta del Banco Español, en Buenos Aires. Y antes de viajar a Salta, Bue y sus
cómplices habían pasado por la casa de Galiffi, quizá para entregarle una parte del rescate.
“La explicación que da Juan Galiffi sobre el origen de ese dinero, de haberlo ganado en
las carreras, no satisface al Juzgado —dijo Corvalán—. Los caballos Herón y Fausto, con
los cuales dice Juan Galiffi haber ganado ese dinero, corrieron el día 29 de enero, y en
consecuencia, y ya que se trataba de una suma elevada, debió lógicamente ser depositada en el banco
el lunes o martes a más tardar, y ella aparece depositada por un tercero en fecha 3 de febrero. Por
otra parte, no ha de ser común el ganar suma tan elevada y pasar desapercibido ante las autoridades
del Jockey Club o de los empleados. Está demostrado así que Juan Galiffi ha guardado parte del
importe que se abonara por el rescate de Marcelo Enrique Martin contribuyendo a que desaparecieran
los rastros del delito”.
Esa consideración no fue suficiente para mantener detenido a Chicho Grande, pero significó el
punto de partida de un proceso que terminó con su deportación, en 1935. El 10 de junio partió a
Buenos Aires desde la estación Rosario Norte. Seguía detenido y viajó con custodia. En la despedida
“se encontraban los defensores, varios parientes y numerosos amigos”, según una
crónica.
Dos días después, pese a salir en libertad del Departamento de Policía, el gobierno nacional
inició el proceso que terminaría con su deportación, en 1935. El cerco se cerraba también sobre sus
allegados: en septiembre la policía detuvo en Buenos Aires a su chofer, Luis Corrado, con pedidos
de captura en Agrigento, Sicilia, por asociación ilícita y complicidad en homicidio calificado.
El caso Martin fue el último golpe de las organizaciones mafiosas sicilianas en Rosario. Pero la
historia posterior demostró que el secuestro extorsivo fue adoptado como método por otras
asociaciones criminales, y que la palabra mafia adquirió nuevos sentidos, nuevos rostros, en un
reciclaje que, casi sin interrupciones, llega hasta la actualidad.