No. No debe haber una imagen que pinte mejor el significado de la épica clasificación de la selección argentina de este viernes dorado que ese abrazo conmovedor del director técnico Lionel Scaloni a su hijo Noah, de cinco años, quien lloraba como un niño en el banco de suplentes albiceleste del estadio Lusail.
El exvolante de Newell's apareció como uno de los grandes gestores de la clasificación argentina, que mereció ganar en los 90 minutos y hasta en la prórroga, más allá del mérito de las manos mágicas del Dibu Martínez de atajar los dos primeros penales y de los pateadores que convirtieron.
No fue una semana sencilla para Scaloni, quien se enojó insólitamente con algunos cronistas enviados a Qatar porque publicaron que De Paul había sufrido una molestia muscular en una práctica a puertas cerradas, cuando en realidad no habían hecho más que cumplir su trabajo, y su verdadero enfado debería haber sido con el integrante de la delegación que filtró el dato. “No entiendo la importancia de contar que un jugador salió de la práctica”. sorprendió Scaloni sobre la tarea de los cronistas, que fueron enviados al Mundial justamente para eso.
Scaloni acertó ayer en el armado del equipo, cuando plantó por primera vez desde el inicio una línea de cinco defensores, con la que controló a Países Bajos durante casi todo el partido, al extremo que casi no sufrió sobresaltos hasta ese final impensado.
Más aún, la selección abrió el camino a la victoria con un pase maradoniano de Messi y llegó con un lateral. A los 34 minutos Leo frotó la lámpara por el medio del ataque, cuando la recibió de Molina, enganchó ante dos marcadores hacia la izquierda y con la mirada puesta en la izquierda metió un pase mágico hacia el solitario pique del propio Molina por la derecha del área. El exCentral picó en diagonal, la dominó con la zurda y definió al segundo palo, de derecha y con tres dedos, ante la salida del arquero, en el gol, lejos, más importante de su carrera. Justamente Molina llegó a esa posición de definición por la libertad que le otorgó jugar con una línea de tres defensores. Y lo mismo ocurrió en el segundo gol, cuando Marcos Acuña enganchó por la izquierda del área y fue derribado en el penal con el que Messi puso el 2-0.
Scaloni acertó también con la ratificación de la confianza a Lautaro Martínez, no sólo cuando lo puso en el final sino cuando aceptó su pedido de patear el quinto penal, que le dio la clasificación, así como en su decisión de demorar el ingreso de Di María, quien evidentemente no estaba para jugar luego de su lesión, como confirmó luego el técnico en sus declaraciones.
Y quizá el mayor mérito del trabajo de Scaloni haya sido levantar anímicamente al equipo luego del increíble empate de nocaut que sufrió en el último minuto del adicional, con un cabezazo de manual, en el primer tanto, y con un tiro libre bien jugado, luego de la prescindible falta de Pezella, en el segundo.
“Este equipo dio otra prueba de carácter. Contra Arabia Saudita perdimos y nos levantamos contra México, con un primer tiempo durísimo. Ahora merecimos ganar en los 90 minutos y en la prórroga. En el final del partido ellos metieron tres nueves de 1,90 para tirarles centros, algo que es lícitio, y no podés hacer otra cosa que defenderte. No merecíamos llegar a los penales, pero el equipo siguió dando la cara. Este equipo tiene muchas ganas y orgullo”, confió Scaloni a quien, como al Dibu Martínez y a Leo Messi, no le temblaron las manos -o las piernas- para conducir al equipo a la soñada victoria -quizá la más importante de los últimos 36 años- que llevó a la selección a la semifinal del martes contra Croacia.