Fin del anonimato
A los Serra los convocaron porque la etapa de ejecución de la pena prevé citar a las víctimas. Cuando la jueza les ofreció la palabra, Roberto aceptó resuelto. "Este sinvergüenza les dio el arma para que maten a mi hijo y los sacó de ahí", dijo, sin ahorrar críticas al sistema penal. Cuando el trámite terminaba, Susana se puso de pie y apretó su cartera contra el cuerpo. "Nunca vas a saber lo que es parir un hijo y que te lo maten", le dijo al condenado. Después pidió disculpas por esa reacción inesperada.
Salían así de su propio anonimato: el lugar silenciado al que, dicen, los confinó la investigación. Pese a que fueron querellantes y le pagaron 50 mil pesos a un abogado, cuentan que debieron peregrinar por fiscalías, juzgados, oficinas y dependencias policiales para seguir el expediente. Cansados de insistir, encararon ellos mismos su propia pesquisa. Buscan conexiones en Facebook, siguen las noticias policiales y golpearon las puertas de los sospechosos y de quienes acompañaron a su hijo aquella noche.
Gustavo Ariel Serra tenía 29 años y le decían "Gordo". Terminó la secundaria como técnico en refrigeración en la Técnica 6 y al tiempo entró al sector de ensamblado de carrocerías de General Motors. Era el segundo de tres hermanos y vivía con sus padres en una casa del barrio Las Delicias, donde una de sus últimas fotos lo muestra sonriente sobre la mesa del comedor. Es la misma imagen de las pancartas que su familia lleva a las marchas.
La última noche
"Era un muchacho trabajador, divertido, buen hijo y buen hermano. Tenía muchos amigos, hacía unos meses que estaba de novio y quería progresar", lo recuerdan sus padres. Con una indemnización laboral se había comprado un camioncito. El mismo que, tras perder su trabajo por abocarse al caso, su papá usa para trabajar como herrero.
Desenredando la madeja, los Serra llegaron a su propia reconstrucción del crimen. Cuentan que Gustavo tenía un grupo de amigos con los que solía cenar los viernes. Ese día fueron cinco a un bodegón de Pichincha y luego a un boliche de avenida del Rosario y Ayacucho. En ese lugar Gustavo se encontró con un vecino y ex compañero de la secundaria, Alejandro C., que estaba con sus dos hermanas, y con otro amigo que un mes antes había cortado la torta de su último cumpleaños, Juan José G..
"El termina la noche con ellos. Se ve que lo engancharon y lo llevaron para el after de calle Maipú porque mi hijo nunca iba ahí", conjetura Susana. Un sexto integrante del grupo era Rubén Darío "Papucho" Reyna, un hombre allegado a Los Monos, tío de "Guille" Cantero y condenado el año pasado por la Justicia Federal en la causa Los Patrones. Alguien a quien los padres de Gustavo nunca habían escuchado nombrar.
Los cuatro varones y las dos chicas llegaron en un Peugeot 307 al after Zoom, de Maipú al 800. "En el boliche se produce una pelea entre Treves y mi hijo. Treves le pegó un botellazo en la cabeza y los echaron", recrea Roberto. El momento del crimen quedó registrado en cámaras de una cochera contigua al after donde Treves había dejado su Chevrolet Astra rojo.
En la filmación de ese sábado 24 de noviembre de 2012 se ve que Treves ya había perfilado la trompa del Astra hacia la salida cuando, a las 9.36, entra Serra caminando hacia la puerta del conductor. Entonces se le acercan por la espalda dos hombres. Uno le habría alcanzado al otro la pistola calibre 40 con la que el atacante, aún desconocido, mató al joven con cuatro disparos.
El tirador y su cómplice subieron al Astra y huyeron a toda velocidad. En ese momento el auto fue baleado en represalia por alguien que sacó una pistola 9 milímetros del Peugeot 307. En ese auto, con Reyna al volante, llevaron al joven herido al Heca. "Papucho" estuvo imputado como quien habría efectuado los disparos al Astra pero terminó absuelto porque la filmación no es nítida. A Treves, detenido al mes, lo condenaron a 11 años de prisión como partícipe primario del crimen. Pero luego la Cámara Penal redujo la pena a 6 años como actor secundario.
"Gustavo tenía un leve entrenamiento de boxeo y creía que las cosas se arreglan a las manos", dice Susana, que aquella mañana estaba trabajando como enfermera en el Hospital Español. "Él no sabía en qué ambiente estaba. Estaba en el momento y el lugar equivocados. Nadie lo obligó, él quiso seguir la joda. Pero cuando se acordó estaba en una fuente de tiburones y traidores".
Pacto de silencio
Los padres de Serra están convencidos de que quienes estaban esa mañana en el after saben quién fue el asesino pero lo encubren. Los dos amigos de su hijo estuvieron un tiempo detenidos bajo sospecha de encubrimiento. Fueron a buscarlos reiteradas veces a sus domicilios, pero no los encontraron.
"Jamás dieron la cara. Los que estaban ahí saben quién le disparó pero tienen miedo. Si eran realmente amigos, ¿por qué lo dejaron solo?", se preguntan a seis años del crimen ocurrido en la antesala de la causa contra Los Monos.
Treves llevaba un año y medio preso cuando declaró como testigo protegido sobre la estructura, roles e integrantes del clan de Las Flores. De todo eso se desdijo al declarar en el juicio oral a la banda. En diciembre de 2017 la Cámara Penal le rebajó la condena y eso indignó a los padres de Serra: "¿Qué pacto hicieron? ¿Qué acuerdo hicieron? ¿Fue por que declaró contra Los Monos?"
La motivación del ataque no está claro para los padres de Gustavo. Creen que pudo tratarse de una simple pelea en la que "no se aguantaron una trompada". Pero no se les escapa que allí estuvieron, enfrentados en bandos opuestos, dos personajes ligados a Los Monos. Creen que su hijo quedó solo y desarmado en medio de un conflicto al que era ajeno.
"¿Sabés lo que es ver el video de cuando matan a tu hijo? Estuve un año hasta animarme a ir a una marcha —recuerda Susana, que junto a su esposo integró el grupo de padres Sigo por Vos—. Tardé en reaccionar porque tenía miedo de esta mafia. Hoy hablo porque estoy enojada. Nos cansamos de luchar y nadie nos escuchó".
Lo primero que indignó a los Serra ocurrió cuando la hermana de Gustavo fue a buscar su DNI a la comisaría 1ª y el entonces jefe la presionó para que dijera quién había baleado el auto de Treves. “¿Por qué estaban tan desesperados por conocer eso? Había una relación entre Treves y la policía?”, se preguntan.
La causa del viejo sistema penal quedó a cargo de la jueza Roxana Bernardelli, quien le quitó la investigación al jefe policial. “Fue la única que nos contuvo. Nos decía que no somos abogados y no tenemos por qué entender términos técnicos. Antes de esto no sabíamos ni de qué trabajaba un fiscal”, recuerda Susana.
Iban a Tribunales todos los días y luego espaciaron las visitas. “Pasaban el expediente de una habitación a la otra. Con el cuento de la reforma penal y la mudanza hablábamos siempre con un empleado distinto, todos pibes nuevos. Nunca se investigó”, dice Roberto, quien indagó por su cuenta los perfiles de Facebook de los primeros sospechosos.
Así, inspeccionó el perfil de un empleado de mantenimiento de la UNR apodado “Puni” que estuvo con Treves esa noche, permaneció dos meses preso bajo sospecha de tener vinculación con el crimen y a los tres años obtuvo la falta de mérito. Encontró una foto de un equipo de fútbol en la que “Puni” posaba junto a “Jony” B., otro muchacho que acompañaba a Treves en el after y que tiene una causa por encubrimiento.
Con las manos vacías
Roberto acercó la foto a la causa. Pero al día siguiente habían eliminado todos los perfiles. “Alguien les avisó”, razona. Descubrió que otro de los jugadores era plomero y lo contrató para que hiciera arreglos en su casa, pero no consiguió datos.
De tanto insistir en Tribunales para que citen a “Jony”, a Serra llegaron a decirle que estaba muerto. Entonces buscó el domicilio del joven, fue y constató que no era cierto. “Fuimos a Asuntos Internos, a la TOE, hablamos con el comisario (Guillermo) Morgans quince días antes de que lo mataran, hablamos con uno, con otro. No me quedó una puerta sin golpear. Y me pregunto: ¿No hay un policía honesto que quiera buscar al asesino de mi hijo? Porque hay un asesino suelto”.
Un año atrás leyó que habían detenido a un joven con una pistola calibre 40 cerca de la casa de Treves y fue a preguntar si podían peritar el arma. Estuvo meses para ubicar dónde quedó la causa tras la reforma penal.
“Nos dejaron afuera todos estos años. Nos cansamos de rogar y sentir que nos matan a nuestro hijo cada año que el asesino sigue suelto”, dice Roberto. Hace cuatro días habló por primera vez en una sala penal. Su nombre y su firma quedaron al pie del acta de ese trámite. Pidió una copia del video de la audiencia y se fue con las manos vacías.