A Florencio Ambrossi sus vecinos lo conocían porque su familia habitó una casa en Craig y French durante 60 años. En esa misma vivienda fue donde lo encontró su hijo Emiliano (19) el viernes por la noche; tirado entre el garaje y la cocina comedor con múltiples rasguños, una herida cortante y profunda en la cabeza y en un entorno en que según el hijo “había sangre por todos lados“. El acta policial arriesgó la carátula de “muerte dudosa” y los indicios para esa categorización son que de la casa no faltarían pertenencias y que las puertas de acceso a la vivienda estaban cerradas, no así el acceso por la parte de atrás de la vivienda, el antiguo patio; de hecho por allí ingresó Emiliano para averiguar por qué su padre no contestaba a sus llamados.
Si bien la casa pertenece a la familia Ambrossi y Florencio estaba divorciado de Claudia, tanto ella como Emiliano vivían en una casa que se construyó en el patio de la antigua casa de la familia Ambrossi. Por ese lugar se puede acceder a la casa del frente, de hecho por allí ingresó Emiliano cuando su padre no respondía.
Emiliano contó que “el miércoles tipo 7 de la mañana mi madre escuchó un golpe que venía de adentro de la casa y lo llamó a mi padre, gritó su nombre, él no respondió. Más tarde ella lo escuchó como si hablara por teléfono. Después, tipo 10.30 se cortó la luz en el barrio y volvió a eso de las 19. Lo llamamos a mi padre desde el patio de mi casa varias veces, pero no respondió . El viernes a la tarde volví a gritarle varias veces, no respondió y decidí entrar.”
El muchacho trepó un tapial, pateó una puerta e ingresó a la casa: “Lo vi tirado en el piso rodeado de un charco de sangre y había sangre también en las paredes, el cuerpo además estaba rasguñado".
Para Emiliano los rasguños podrían haberse producido cuando el pequeño perro de Florencio intentó animarlo; “Los perros a veces rasguñan o tocan los cuerpos de sus dueños como para entender qué pasa, o si estás muerto o dormido, por ahí con las patas lo fue lastimando”. Lo llamativo en este caso es que a primera vista las patas del perro y su pelaje no presentaban manchas de sangre y el muchacho no lo bañó. “Igual ahora que lo pienso la gente del gabinete policial no revisó al perrito”, dijo Emiliano al pasar.
Al describir la escena el machucho hizo hincapié en que “mi padre era desordenado, pero no estaban ni los cajones de la cocina ni el placard del dormitorio abiertos o forzados. No sé si tenía plata en la casa. Sí me enteré de que que estaba medio deprimido porque se había distanciado de la mujer que vivía con él desde hace un tiempo en la casa. Además tomaba un poco y tenía problemas de sueño, a veces estaba medio mareado”.
Tanto el muchacho como su madre dijeron no haber escuchado “gritos ni discusiones. Mi padre no recibía gente en su casa”. Ahondando en la relación que mantenía con su padre asegura que “era distante, los dos somos muy reservados y de hablar poco. El se separó de mi mamá cuando yo tenía 7 años”.
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El hijo de Ambrossi avisó a la policía sobre el hallazgo y a las 23:25 del viernes al llegar los uniformados se encontraron con un móvil del Sies, cuyos médicos confirmaron que Ambrossi había muerto. El cuerpo estaba rígido y boca abajo dentro del garaje de la casa y vestido con una remera musculosa de color negro y un bóxer color rojo. Pasada la 1 llegó la fiscal Valeria Haurigot y ordenó el traslado del cuerpo hasta el Instituto Médico Legal para su autopsia. También se secuestró el celular del hijo y otro móvil que había en el domicilio de la víctima. En el lugar del hecho intervino el Gabinete Criminalístico para los peritajes .
Los vecinos de French y Craig conocen a la familia Ambrossi desde siempre. “Desde chiquitos que los conocemos a todos, en el barrio les decíamos los patitos porque iban juntos a todas partes, eran como seis hermanos y ya murieron cuatro, me parece. Este muchacho trabajó como taxista y remisero, pero la familia siempre fue muy humilde. A veces juntaba botellas inclusive”, aseguró una antigua vecina.
“Era un hombre ni alto ni flaco, petisón, y estaba siempre vestido humildemente, pero tenía unos ojos azules que eran impactantes, ya estaba grande y siempre fue muy trabajador. Yo hace como veinte días que no lo veo”, aseguró otra vecina que en pocos minutos remontó 50 años de historia familiar y de esa zona de Fisherton. “Eran calles de tierra y todos jugábamos juntos, otro mundo”.∏