La noche en que recibió la noticia que había sido absuelto, Carlos Fraticelli fue con su abogado a la parrilla La Estancia en Rufino. Era un viernes y el salón sobre la ruta 33 estaba colmado. Cuando entraron fueron divisados por los comensales, unas cien personas, que se levantaron y estallaron en aplausos.
Dos días después tuvo una muy larga entrevista en su sobria casa de Rufino, que había comprado gracias al aporte de su único hermano tras una década de penurias. Le había pasado de todo. Hoy, a los 67 años, sigue viviendo allí, con su esposa Norma Tejedor. Padece una insuficiencia renal crónica que lo obliga a cuidados intensos y por eso su especialista le recomendó prevenir situaciones estresantes. Es por esa razón que con amabilidad declina hablar con este diario.
Como único juez penal de esa ciudad del sur provincial en aquellos días del 2000 era una de las personas más reconocidas de la comunidad. Pero el 20 de mayo todo dio un giro endemoniado. La muerte de su hija, la confusión inicial por las causas, las sospechas deslizadas hacia él. Un intento de suicidio que implicó su internación. La acusación por asesinato, un proceso de destitución por unanimidad en el medio de la conmoción, que esperó durante seis meses en su casa, y finalmente la cárcel.
Tras cinco años preso llegó el día de su liberación tras el fallo de la Corte Suprema de la Nación. Y tres años después, la absolución. "He sido condenado con prejuicios increíbles y creo que hasta me jugó en contra tener cara de loco. Se llegó a decir que no estaba acongojado porque no lloraba y eso se usó para probar en la sentencia que Natalia era un estorbo para nosotros. ¿Cómo podría calificar alguien eso?", se preguntaba Fraticelli.
Todo ese nudo de confusión mayúscula que fue la causa tiene mucho que ver con los momentos posteriores a la muerte de Natalia. "Actué como padre y a pesar de lo que me pasó actuaría de la misma manera. Ese día mi ex mujer me llama a las 8.20 de la mañana y a los gritos me pide que vaya a ver a Nati. Ella tenía dos bolsas en la cabeza que había usado yo para traer expedientes del juzgado. Yo no sabía si estaba viva o muerta. Lo que hice fue arrancarle las bolsas de un manotazo". Adujo que llamó al médico de inmediato. "Pero como llamé al médico antes que a la policía se pensó que estaba encubriendo algo y eso se usó para condenarme. ¡Era mi hija! ¿Cómo no iba a llamar al médico? Estaba desesperado".
Para el ex magistrado, quedó atado en una maraña verbal. "El médico Hugo Costa declaró que habría firmado certificado por muerte natural tras la revisión, pero que si no lo hizo fue porque le habló de las bolsas en la cabeza. Luego mi ex esposa mencionó que había faltado dinero. Ante eso Costa no firmó. ¡Póngase en mi lugar! Veo a mi hija con dos bolsas en la cabeza, mi mujer me dice que faltó plata, yo me pregunté: «¿Qué pasó aquí?» Eso volcó las sospechas en mi contra".
En el tiempo que estuvo en la alcaidía en Melincué, Fraticelli examinó el expediente. ¿Qué pasó? "Al principio tenía incertidumbre total. Pero cuando leí el informe de Ulises Cardoso me convencí de que fue un suicidio. La idea de crimen en el expediente se la debemos a Luis Petinari, el forense que tiró el cerebro a la basura, rompió el hueso hioides y habló de estrangulamiento. Pero muchos estudios demuestran el suicidio. El suicidio con bolsas plásticas se suele dar en adolescentes mujeres de 12 a 16 años y aumenta en quienes tienen problemas de epilepsia (...) Cuando leí todo eso y vi que Nati tomó de 22 a 28 pastillas de Uxen Retard despejé mis dudas. Además ella venía de pasar una gran frustración esa noche que la pudo empujar a eso".
¿Qué gestó el cambio de una condena a perpetua por una absolución? "Cuando me enteré el 13 de marzo de 2004 de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) había aceptado revisar mi caso dije: «Se terminó. Voy a ser libre». Era la primera vez en la historia de Santa Fe que se admitía allí un caso sin sentencia definitiva. Luego vino el fallo de la Corte de la Nación que puso en papelón al Poder Judicial de Santa Fe. Eso es lo que pasó entre un fallo y otro: que intervinieron tribunales de afuera de la provincia. Acá me condenaron sin garantías y sin pruebas".
El día que la Corte nacional ordenó revisar el caso dijo haber padecido una tremenda injusticia.
"Además de perder a mi hija se me condenó por haberla matado. En lugar de investigar cómo murió Natalia se partió de la premisa de investigar quién mató a Natalia". Responsabilizó al entonces gobernador de haber impulsado la búsqueda de un culpable. "Hubo una orden política impartida por el gobernador Reutemann de que el caso se debía resolver antes del 25 de mayo (a cinco días de la muerte de su hija) porque no quería en la provincia un caso María Soledad, entonces se deslindó toda la responsabilidad en el entorno familiar".
Mientras estaba encerrado confesó que había abandonado la lucha para encontrar una explicación. "Por el amor de Natalia que está en el cielo y de muchas personas que nunca me abandonaron es que estoy resistiendo", dijo poco antes de que lo liberaran. En aquel momento posterior a su absolución le preguntaron si sentía rencor. "Siento dolor", dijo. "Se murió mi hija y me pasó todo esto".