A esta altura de la historia criminal rosarina es muy poco lo que se puede aportar para sorprender al lector. A tal punto que hay sicarios que persiguen al rival hasta el límite de lo concebible, como por ejemplo matar en un velatorio o en un funeral a los familiares de la persona que se está despidiendo. Lo impensado quedó de lado en esta ciudad. La realidad indica que estamos lejos de que Pablo Sebastián Latorre, asesinado el lunes a la tarde cuando se acercó a la sala donde velaban a Gustavo Jorge Maturano, sea la última víctima letal en medio de una ceremonia de despedida. Vale recordar que en esta incidencia hubo otras seis personas heridas, entre ellas una mujer embarazada de 37 semanas.
La dinámica de la venganza recobró fuerzas con la pandemia y el receso social y obligatorio ordenado por el gobierno nacional. Y ciertos hábitos adquiridos con el Covid se mantuvieron por la crisis de seguridad y también por un cambio de hábitos de los deudos con sus muertos. Ya no existen los velorios en casas particulares ni en horarios nocturnos, todos han pasado a las cocherías o directamente los deudos deciden no exhibir el cuerpo ni recibir dolientes.
Hasta 2022, el año más sangriento de la historia de la ciudad con 288 crímenes, la sombra negra en cuanto a estadísticas con violencia altamente lesiva fue 2013. Ese año en la ciudad hubo 271 asesinatos y el viernes 26 de abril, veinte horas después de que Javier Hernán “Búfalo” Gómez, de 32 años, fuera asesinado a balazos en el cruce de España y Ceibo, en el barrio 17 de Agosto, uno de sus amigos fue acribillado a pocos metros de la escena criminal.
Pocos minutos después de las 21 de la fecha señalada, Alexis Emanuel “Puflito” Cabañas, de 21 años, fue asesinado en inmediaciones de España y Pasaje 507. El muchacho volvía caminando a su casa tras asistir al velorio de su amigo “Búfalo” cuando fue emboscado por dos hombres en moto que le asestaron cuatro disparos. Hasta enero de 2013 Cabañas había estado pagando una condena a 8 años de prisión en la cárcel de Riccheri y Zeballos, pero quebrantó una salida transitoria y no regresó a prisión.
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Seis meses más tarde, el domingo 27 de octubre de 2013 Darío Napolicci fue baleado por un hombre que ingresó a una humilde vivienda de Garibaldi y Campbell, en el barrio Toba, donde despedían a Carlos Napolicci, muerto de un machetazo el día anterior. El crimen de Darío fue un acto de venganza luego de que dos mujeres fueran echadas de la casa donde se despedían los restos de su hermano.
A las puertas del purgatorio
Durante los seis o siete años siguientes la modalidad pareció aplacarse, pero en tiempos de pandemia el fenómeno de ir por todo hasta las puertas del cementerio se acrecentó y se aceleró. Lo que marca un corrimiento de todo tipo de códigos y límites callejeros. El lunes 14 de septiembre de 2020 mientras iban a sepultar a Iván Leguizamón, una balacera sorprendió a familiares y amigos a las puertas del cementerio La Piedad, en Provincias Unidas y 27 de Febrero. Un Fiat Punto gris robado días antes se detuvo frente a una de las florerías, a metros del ingreso al cementerio. Uno de los pasajeros bajó, se acercó a una florería y compró un clavel rojo. A los pocos segundos arremetió a balazos contra los deudos, que casi tiran abajo el portón de la necrópolis desesperados por buscar refugio. Eran unas sesenta personas y fueron más de veinte disparos que dejaron gravemente herido a Leandro Ezequiel R., un albañil de 26 años que había ido a despedir a su ser querido.
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El jueves 23 de febrero de 2021, en tanto, Marcelo Procopp fue asesinado a las puertas del cementerio de Villa Gobernador Gálvez mientras concurría al sepelio de su hermano Javier Alejandro, muerto dos días antes. En medio de la ceremonia de sepultura aparecieron dos hombres en moto que comenzaron a disparar contra los asistentes al cortejo fúnebre. Como consecuencia del ataque Marcelo Procopp recibió una docena de impactos. El hombre había sido la cara visible de la familia ante los medios escritos y televisivos pidiendo justicia por el crimen de Javier.
Dos meses más tarde, el jueves 21 de abril de 2021 dos hombres en moto pasaron frente a la casa velatoria de Matienzo al 3300 y efectuaron varios disparos que impactaron en un auto estacionado a escasos metros del local y en el frente de una casa vecina. En ese momento se realizaba el velatorio de Brian Sebastián Calegari, un hombre de 28 años ultimado en una balacera ocurrida dos días antes en Biedma y Espinillo. El ataque a la casa velaltoria no causó heridos, pero sembró más angustia y terror entre los pocos familiares del difunto. El cortejo que trasladó los restos de Calegari debió ser fuertemente custodiado por la policía.
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El 28 de octubre de 2022 cuando la familia de Soraya Rubiolo se preparaba para velar a la adolescente de 16 años asesinada, dos tiratiros en moto balearon la casa de Colombres al 2100 del barrio Santa Lucía donde la muchacha había sido muerto un día antes. Soraya era madre de una nena de cinco meses y su velatorio iba a comenzar a las 19, dos horas después del ataque a balazos contra la casa.
Tres días más tarde, la madrugada del miércoles 2 de noviembre del año pasado, Candela Berenice Romero, de 16 años, fue asesinada en su casa de Achiras al 600, en el barrio Antártida Argentina. Una semana antes su tío, Mario Alejandro Martínez, había sido acribillado en un pasillo de los monobloks de Carranza al 800.