David Matías Acosta tenía todos los elementos para no terminar siendo la víctima de un ataque con tinte mafioso en el interior de su casa de Deán Funes al 8100, en barrio Godoy. Pero lo fue. A la hora de la cena dos hombres ingresaron a su casa y con dos armas distintas, aunque del mismo calibre, dispararon alrededor de 28 veces. Diecisiete impactaron en su cuerpo. “El tenía dos temas de conversación: el trabajo y la iglesia. No tenía antecedentes. Tenía un trabajo en blanco. Se levantaba a las 3.30 para ir a trabajar a Capitán Bermúdez y volvía a las 15. Comía y se acostaba a dormir. Se levantaba, tomaba unos mates y ya se tenía que acostar de nuevo. Estaba proyectando el cumpleaños de una de sus nietas. «Decía: Hay que aprovechar que hay plata»”, recordó este martes Marta, su compañera.
“Voy a estar eternamente agradecida porque él me sacó de la calle con cuatro hijos y me ayudó a criarlos”, explicó la mujer. “Nosotros queremos que quede claro que esto no fue un ajuste de cuentas. El era una persona excelente”, explicó otro pariente del hombre de 37 años ejecutado cuando salía del baño.
Al explorar en las entrañas del móvil del ataque, los investigadores se hicieron eco de una versión que circuló entre vecinos. “Esta gente tiene un familiar preso en Piñero, un tal «Miguelito». Parece que ese muchacho se agarró con otro preso y lo arruinó. Este preso, el golpeado, se la juró y le mandó dos sicarios. Pero el blanco no era David, sino que buscaban a Elías. Iban por él. Un vecino dice haber escuchado que los matadores llamaron por «Elías», pero éste nunca salió. Como la casa estaba abierta de par en par, dispararon contra el baño, donde estaba David, y cuando el hombre salió lo cocinaron a balazos. Le aplicaron mafia al que no era”, indicó un vecino. Esa versión está en manos de los investigadores comandados por el fiscal Adrián Spelta.
“El barrio está bastante picante. Estamos en una zona donde hay varios puntos de venta de droga que si bien no están en esta cuadra, están frente a la Unidad Penitenciaria 5 (la cárcel de mujeres, ubicada a unas 10 cuadras). Y no te olvides que estamos a dos cuadras donde mataron a un policía que estaba metido en la joda de la falopa”, explicó un vecino por el caso del suboficial Cristian Ibarra, asesinado dentro de su Peugeot 308 el pasado 22 de julio de 2019 en Deán Funes y Larralde.
Por ese hecho fueron detenidos e imputados el ciudadano dominicano Otniel De León y Ariel Maximiliano “Chanchón” Cantero, uno de los hijos de Ariel “Viejo” Cantero. Una vez en el penal de Piñero, el hijo del fundador de la banda de Los Monos tuvo un violento cruce en el patio de uno de los pabellones con Darío David "Casquito" Fernández, un viejo alfil del grupo criminal surgido en barrio Las Flores. Y a partir de esa pelea, desde la cárcel partió la orden de ejecutar a un familiar de Casquito. Así fue como Alexis Claudio “Tartita” Schneider, otro de los hijos del Viejo Cantero, ejecutó a sangre fría a Débora Natalí Fernández el 17 de marzo del años pasado a las 14.30 en Colombres entre Forest y White. Por ese homicidio Tartita firmó un acuerdo abreviado por una condena a 18 años de cárcel.
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De los vecinos de Deán Funes al 8100, una cuadra plagada de residentes de toda la vida, los Acosta son de los más nuevos. Residen en una humilde casa, ubicada entre Hermana Paula y Fernández Díaz, desde hace siete u ocho años. Una vivienda humilde que suele estar con su ventana y puertas abiertas. “Yo hago pan casero y rosquitas para vender. Siempre pongo la mesa contra la ventana para amasar”, explicó Marta. Esa ventana de metal tenía este martes al menos cuatro impactos de bala. La casa es fácil de identificar: el frente está pintado de verde agua y la puerta de ingreso al comedor es color durazno. Frente al ingreso está la puerta placa del baño, también perforada por los proyectiles.
El lunes a la noche poco después de las 20 buena parte de la familia de David Acosta regresó luego de asistir a una reunión evangélica en el barrio Toba de la zona sudoeste. Como de costumbre abrieron puertas y ventanas y se sentaron en la vereda. “Nosotros somos así. Somos de estar en la vereda”, explicó Marta. De esa tertulia participó también el pastor del templo junto a sus hijos. En la vereda eran alrededor de 20 personas. “David estuvo arreglándole la bicicletas a los hijos del pastor”, indicó la esposa de la víctima.
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El remanido latiguillo de “se matan entre ellos” quedó desnaturalizado en el asesinato de Acosta. Mientras el reloj corría hacia las 21, como David se acostaba temprano, la vereda se fue despejando de gente. Según se pudo reconstruir alrededor de las 20.55 sobre la vereda sólo quedaba la moto blanca que David usaba para movilizarse. La puerta y la ventada del comedor seguían abiertas. “Nos estuvieron espiando todo el tiempo”, dijo con amargura una de las hijas del hombre asesinado. Antes de irse a dormir David entró al baño para darse una ducha. Ahí fue que los sicarios comenzaron a caminar hacia la casa. Cuando estuvieron a la altura de la ventana, en diagonal al baño donde estaba David, comenzaron a disparar. Un vecino aseguró que los sicarios llamaron por “Elías”.
“Se perfilaron y dispararon un par de veces, como para que saliera del baño. Cuando salió lo acribillaron a dos armas. Primero fue pum, pum. Esos estruendos hicieron temblar el piso de mi casa. Luego un vendaval de disparos. Y después, mientras se movían seguían tirando. David le pegaron 17 veces. La policía dice que recogió 28 vainas de 9 milímetros. Lo masacraron”, explicó otra pariente.
David cayó agonizante a los pies de una réplica del histórico cuadro del general Juan Domingo Perón montado a su caballo pinto. Nada pudieron hacer por él. Las paredes de la casa parecían haber sido salpicadas con un balde de pintura roja. Los dos tiradores, “dos pibitos que no valían dos mangos” como los describió un vecino, caminaron a paso resuelto hasta la esquina de Hermana Paula, de ahí doblaron hacia el caserío reconocido como Los Olivos y se perdieron en la noche. A los familiares de Acosta no les alcanzaban las manos para presionar las heridas y así parar la hemorragia.
“La ambulancia demoró más de 30 minutos. La llamamos desde tres celulares diferentes. Aunque ahora que lo pienso, eran tan graves las heridas que no se hubiera podido hacer mucho. Pero la ambulancia demoró ese tiempo”, indicó Marta. La cuadra se pobló rápidamente de policías y curiosos. La vereda de la casa quedó plagada por círculos de tiza dejando constancia del material balístico, entre ellos varios proyectiles intactos de 9 milímetros.
“Había muchas caras de gente que no era del barrio. Era como que venían a ver”, contó otra pariente de Acosta. El fiscal Adrián Spelta comisionó a efectivos de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) para que trabajaran sobre territorio y ordenó el relevamiento de cámaras de videovigilancia en la zona del hecho