Miradas desde el arte

Quince creadores de la ciudad comparten sus visiones de la pandemia global por el coronavirus.
27 de mayo 2020 · 15:23hs

Cuando queda poco o nada, quedan siempre las palabras. Ese gran tesoro que no tiene dueño y sin embargo es de todos. Las palabras para expresar lo que sentimos, lo que pensamos, lo que imaginamos. En los contextos más difíciles se pueden tomar decisiones cruciales, como la de no claudicar, la de permitirse soñar. La historia de la humanidad es muestra de ello. En esta nota quince artistas de la ciudad se animan a pensar el futuro, intentan situarse en él. Tienen distintas edades, trayectorias y disciplinas que los encuentran activos en los campos de la literatura, la plástica, la música y el teatro rosarinos. También en la docencia y otros oficios que muchas veces son necesarios para parar la olla porque, más allá de las restricciones de la cuarentena, sustentarse a partir del arte representa en toda época un desafío, en particular en Rosario. La pregunta que se les hizo a los encuestados fue: ¿cómo imagina a la ciudad y el mundo después de la pandemia de coronavirus? Las que siguen son sus respuestas.

Dante Taparelli (1955) Creador multifacético radicado en Rosario desde 1979. Impulsor de lugares emblemáticos de la ciudad como Memorabilia del cementerio El Salvador o el Mercado Retro. Artista distinguido por el Concejo Municipal.

Palestinos hambrientos, incluidos niños, esperan a recibir alimentos distribuidos por organizaciones benéficas, Jabalia, Franja de Gaza. Fotografía: Anadolu/Getty Images

El día en imágenes alrededor del mundo

Assange, esposa del fundador de Wikileaks, Julian Assange, emitió una declaración frente a los Tribunales Reales de Justicia, en Londres, el martes 26 de marzo de 2024. (Foto AP/Alberto Pezzali)

El día en imágenes alrededor del mundo

Los usos y costumbres son centenarios así que vamos a tener que acostumbrarnos a otras cosas y de otras maneras, porque nadie nos dice que esto es lo peor que nos ha pasado: pueden pasar cosas peores. Creo, como decía (el arquitecto Alejandro) Bustillo, que para ser original hay que volver a los orígenes, y nosotros en los orígenes teníamos el autosustento. Pensemos cómo podemos corrernos de la maquinaria de producción y producir cosas propias, nuestras, como la huerta en la terraza o la cría de animales domésticos. Yo sé que la gente de los departamentos no puede hacerlo pero de repente uno ahorra para comprarse un buen auto cuando en realidad un terreno en el campo vale un poco menos que un auto, con árboles y casi con una casa. Creo que lo que se viene es un éxodo a la vida sana y en las ciudades una reconfiguración de todo, del comercio, de la forma de comunicarse. Los argentinos somos muy abraceros; ya buscaremos una manera de abrazarnos, no sé, se inventarán bolsas de nylon para que podamos hacerlo. El abrazo no es contagio, es intercambio En el terreno de la dramaturgia se dice que las obras de teatro empiezan cuando el personaje principal asume su problema. Pues bien, una enfermedad agresiva y altamente contagiosa, que no tiene remedio ni puede ser prevenida, nos acosa. Como es nueva, se advierten características suyas todos los días, pero ya conocemos y hasta incorporamos los rituales-protocolos aconsejados para evitar que se propague.

Algo así como movernos lo menos posible y si salimos usar protección (barbijo), mantener distancia, lavarse las manos y acaso llevar un alcohol en gel en el bolsillo. ¿Asumimos que la cotidianidad transcurrirá de esta manera hasta que la ciencia avale una vacuna y/o un tratamiento efectivo? ¿Nos recluimos in eternum?

¿Nos llenamos de miedo, dolor, odio, nostalgia del viejo mundo o vamos a la conquista del nuevo? No olvidemos que en 1492 un genovés, buscando una ruta distinta para un destino ya conocido, descubrió un continente. ¿Será útil gastar papeles —o caracteres— para recordar, no a la persona amada como Silvio Rodríguez, sino al pasado reciente? Sí, porque es necesario anotar que el mundo que habitábamos producía desigualdad y que los más vulnerables son los que más sufren, con o sin pandemia; que había injusticia social, voces silenciadas y territorios arrasados. Es necesario anotar también que había personas y organizaciones que luchaban, niños que se tiraban del tobogán de la plaza, jóvenes que se conocían en un boliche, besos robados, fiestas de cumpleaños, presentaciones de libros, recitales multitudinarios.

Imaginar es un acto creativo y, en un sentido, multiplicador, en tanto permite la creación. Si miramos por el ojo del caleidoscopio que forman los ejercicios de imaginación volcados en estas páginas, vemos palabras que podrían usarse para la próxima escena: abrazos, libertad, transformar, hambre, desconcierto, guerra, miseria, tejer lazos, construir, contacto, resistencia, lucha, sojuzgamiento, exclusión, ruinas, red solidaria, coraje, deseo, memoria, dolor, restricciones, insomnio, final feliz.

La buena noticia es que somos los autores de esta obra, y vamos a escribir la historia. A. S. de amor y de afecto. El cambio, si viene, será paulatino y tendrá que ser humanizado. La pandemia nos demostró lo frágiles que somos, encerrados entre cuatro paredes. Hay que reconfigurar los valores, en el sentido de que solos no funcionamos, sino en sociedad, y en la sociedad es tan útil el de al lado como nosotros. Lo que en los setenta me decía Arturo Palenque, el primer marido de Silvina Bullrich y mi padrino de nacimiento, “yo soy el otro”. Es decir empezar a construir en el otro, crecer en cabeza ajena, usar las experiencias de los demás.

Que no nos gane el virus, nosotros le tenemos que ganar porque el virus no solo nos afecta el cuerpo sino también la mente y el espíritu. Empecemos a sanar en mente y en espíritu, a fortalecernos en valores buenos, en cosas que nos sean útiles a nosotros y a los demás. Hay que levantar las defensas, junto a nuestro vecino.

Daniel García (1958) Artista plástico. Expone en Rosario, el país y el exterior. Ha recibido varios premios, entre ellos el Konex de Platino.

La pregunta me es difícil de responder. No suelo imaginarme el futuro, ni global, ni local, ni personal. Hace tiempo que he comprobado que el futuro es, justamente, lo impredecible. Los pronósticos acerca del futuro jamás se cumplen, ni en lo tecnológico, ni en lo social, ni en lo cultural. Lo único seguro es que más tarde o más temprano todos moriremos y que, a escala macrocósmica, el universo avanza hacia un aumento de la entropía. Y eso hasta que se demuestre lo contrario.

Cuando era chico, y a veces aun de adulto, tenía un juego. Si quería que algún futuro no se realizara, trataba de imaginarlo con todo detalle. Sabía que el futuro siempre es imprevisto. Pero, si me apuran con la pregunta, diré que creo que, a largo plazo, más allá de los cambios inmediatos, seguiremos como antes de la pandemia. En El halcón maltés, Dashiell Hammett relata la historia de un hombre que, asustado por un accidente en el cual casi pierde la vida, decide regirse por el azar, abandonando a su familia y dedicándose a vagabundear hasta que, años después, vuelve a casarse y forma una nueva familia. “Se acostumbró primero a la caída de vigas desde lo alto; y no cayeron más vigas; y entonces se acostumbró, se ajustó, a que no cayeran”.

La buena noticia

En el terreno de la dramaturgia se dice que las obras de teatro empiezan cuando el personaje principal asume su problema. Pues bien, una enfermedad agresiva y altamente contagiosa, que no tiene remedio ni puede ser prevenida, nos acosa. Como es nueva, se advierten características suyas todos los días, pero ya conocemos y hasta incorporamos los rituales-protocolos aconsejados para evitar que se propague. Algo así como movernos lo menos posible y si salimos usar protección (barbijo), mantener distancia, lavarse las manos y acaso llevar un alcohol en gel en el bolsillo. ¿Asumimos que la cotidianidad transcurrirá de esta manera hasta que la ciencia avale una vacuna y/o un tratamiento efectivo? ¿Nos recluimos in eternum? ¿Nos llenamos de miedo, dolor, odio, nostalgia del viejo mundo o vamos a la conquista del nuevo? No olvidemos que en 1492 un genovés, buscando una ruta distinta para un destino ya conocido, descubrió un continente.

¿Será útil gastar papeles —o caracteres— para recordar, no a la persona amada como Silvio Rodríguez, sino al pasado reciente? Sí, porque es necesario anotar que el mundo que habitábamos producía desigualdad y que los más vulnerables son los que más sufren, con o sin pandemia; que había injusticia social, voces silenciadas y territorios arrasados. Es necesario anotar también que había personas y organizaciones que luchaban, niños que se tiraban del tobogán de la plaza, jóvenes que se conocían en un boliche, besos robados, fiestas de cumpleaños, presentaciones de libros, recitales multitudinarios.

Imaginar es un acto creativo y, en un sentido, multiplicador, en tanto permite la creación. Si miramos por el ojo del caleidoscopio que forman los ejercicios de imaginación volcados en estas páginas, vemos palabras que podrían usarse para la próxima escena: abrazos, libertad, transformar, hambre, desconcierto, guerra, miseria, tejer lazos, construir, contacto, resistencia, lucha, sojuzgamiento, exclusión, ruinas, red solidaria, coraje, deseo, memoria, dolor, restricciones, insomnio, final feliz.

La buena noticia es que somos los autores de esta obra, y vamos a escribir la historia.

A. S.

Martha Greiner (1940) Artista visual, docente y tallerista. Desde 1965 participa en muestras individuales y colectivas. Su obra es patrimonio de museos y colecciones privadas en el país y el extranjero. Ilustra libros infantiles

A la pregunta respondo con un fragmento de un texto de Samuel Beckett, porque no encuentro palabras: “Locura/ de ver que / de entrever/ de creer entrever / lejos allí allá/ apenas que / locura dado todo lo visto/ querer creer entrever qué/ cómo decir / cómo decir”. Eso, solo balbuceos… ¿Cómo expresar la incertidumbre, lo imprevisible? ¿Cómo imaginar? La palabra imaginar me lleva a las paredes de mayo del 68 en París y aquí van algunas frases escritas entonces: “La imaginación al poder”; “Nuestra esperanza sólo puede venir de los sin esperanza”; “Cambiar la vida. Transformar la sociedad”; “Las estructuras al servicio del hombre y no al revés”; “Desabrochen el cerebro tan a menudo como la bragueta”; “Nuestro camino será una larga marcha de fraternidad”; “La selva precede al hombre, el desierto lo sigue”; “Sean realistas: pidan lo imposible”; “Ni robot ni esclavo”.

Esta última frase me lleva al poema, creo de 2014, del poeta y obrero Xu Lizhi (de la fábrica más grande de elementos electrónicos y de iPhone) que representa el sufrimiento de esta sociedad en que vivimos y espero no vuelva a ser la misma en el futuro, ni en nuestra ciudad ni en el mundo: “Un tornillo cayó al suelo/ un tornillo cayó al suelo/ en esta noche oscura de horas extras/ aterrizó verticalmente en tenue tintineo/ no atrajo la atención de nadie/ igual que la última vez/ en una noche como esta / cuando alguien cayó al suelo”. Xu Lizhi se suicidó, como tantos otros jóvenes, ante la indiferencia del mundo.

El hambre, las villas miseria, la desigualdad social, las miserables condiciones de vida de muchos marginados… ¡Nunca más! Quizás encontremos entre todos una salida, una apertura. Los científicos hablan de un principio al que llaman serendipity, que parte de los antiguos persas del siglo XVIII y es una leyenda. Grandes descubrimientos se dieron gracias a estos principios… Quizá encontremos así la salida hacia algo mejor.

Este texto es producto de lo que en estos tiempos llamo Monólogos desde mi cueva o desde la terraza.

Flor Balestra (1959) Dibujante, diseñadora. Expuso en Rosario, Buenos Aires y en el exterior. Fue subsecretaria de Cultura y Educación de la Municipalidad.

Mundialmente hablando me imagino una brecha enorme entre el afuera y el adentro, y las implicancias de ambas instancias; más crudeza en cuanto al distanciamiento social; miedo hacia un futuro tan desconcertante, incierto, disparatado (la vida líquida de Zygmunt Bauman era un juego de niños); discriminación y desconfianza hacia el otro, la otra: los contagiados, enfermos, vulnerables y viejos versus los llámese sanos, fuertes y/o jóvenes (“sin lugar para los débiles”); valoración de los afectos, necesidades básicas y de los vínculos sociales, del trabajo y de las labores; apreciación del tesoro agotable de la naturaleza y de la vida en el planeta; alta percepción de la soledad como individuos; necesidad de tejer lazos humanitarios para construir ciudadanía y solidaridad ciudadana; descubrimiento a lo largo de la cuarentena de lo que somos capaces de lograr, de hacer: deseos que estaban ocultos y salieron a la superficie, decisión de cambiar hábitos; reconocimiento de nuestro entorno más íntimo y casero, gustos y disgustos, probable cambio de costumbres; un lugar destacado para el rol de la mujer en el sostén familiar y su exacerbada multidisciplinariedad hogareña. Mérito a las tareas domésticas y de quienes las llevan adelante.

Claudia Piccinini (1964) Actriz y directora, profesora de actuación, psicóloga. Dirige desde 1998 el taller de teatro La Puesta del Centro Cultural de Abajo junto a Cristina Carozza. Colaboradora del ciclo Teatro por la Identidad.

No me imagino cómo será la ciudad después de la pandemia, no puedo todavía pensarlo mucho. Ahora estoy trabajando virtualmente, como docente dando una materia teórica y en el Museo de la Memoria como coordinadora de residencias. Al aislamiento lo siento momentáneo, no como algo que vaya a perdurar. En el ámbito de la educación y de la cultura es imprescindible la presencia y el contacto con el otro, aunque sea sin tocarnos. Por otro lado, creo que necesitamos estar juntes todes y no así separados, cada uno en su casa o en su lugar. Entiendo la razón de la cuarentena y apoyo totalmente al presidente pero deseo que pronto esto se pueda solucionar, que se encuentre la vacuna y hallemos otras formas. Me han preguntado si el mundo será mejor o peor, creo que ni una cosa ni la otra. La pandemia es algo que nos ha ocurrido socialmente y veremos cómo cada sector lo puede sobrellevar porque hay muchas diferencias, según si tengas trabajo o no, tu edad, si estás acompañado o solo. Es necesario esperar, apenas son dos meses. Sé que para la gente necesitada debe ser eterno, pero en estos dos meses permitámonos un poco respirar, escuchar al otro. Algunos amigos me dicen que no va a ser para mejor, piensan en algo más distópico; yo en cambio confío en la especie humana de todas maneras y espero que siempre esté presente el ánimo de la resistencia y la lucha contra el poder junto a un otro.

Andrea Fiorino (1965) Actriz, dramaturga, directora. Cumplió tres décadas de carrera.

No puedo imaginarme y creo que nadie puede hacerlo cómo será la ciudad, el mundo y nuestras vidas después de esta pandemia porque es todo muy incierto. Nuestro horizonte, el de los actores y las actrices, está desdibujado porque no podríamos imaginarnos en los próximos meses una platea con personas sentadas unas al lado de las otras para disfrutar de nuestro trabajo. Mientras esperamos algunas soluciones, que deberían ser bastante inmediatas por parte de las instituciones, más que preocuparnos por el futuro nos estamos ocupando del presente. Con David Gastelu, Romina Mazzadi Arro, Carlos Chiappero, Sofía González y Claudia Schujman, junto a la colaboración de muchos otros compañeros, formamos una red solidaria que en realidad se formó por primera vez en la ciudad de Buenos Aires, después en la provincia de Buenos Aires, en La Plata y Mar del Plata, y se llama Artistas Solidarios. Estamos aceptando donaciones, a veces de los mismos compañeros y compañeras o de la gente que quiera hacerlo, con una cuenta bancaria, o acercando alimentos a los lugares que tenemos disponibles. Y brindamos contención psicológica con dos profesionales que trabajan con nosotros de manera gratuita. Tenemos un mail al que pueden escribir (artistassolidariosrosario@gmail. com), tanto para hacer las donaciones como para solicitarnos la colaboración que podríamos darles. Se trata de alimentos y ayuda para artistas en general.

Walter Operto (1937) Periodista, dramaturgo, director. Dirige las salas de teatro independiente La Nave y Odiseo, así como el sello editorial Ramos Generales.

¿Ya nada será igual? La afirmación suena a catástrofe, a extinción de algunas cosas que creíamos definitivas. Países potencia como Estados Unidos, que se pensaban intocables, se ahogan en el pozo de la incredulidad, el desconcierto y la muerte. Europa también se resquebraja. El miedo es universal. ¿Alguna otra vez lo fue? ¿Cuándo? ¿Durante qué guerra o peste? Nadie parece tener respuestas a esta oscuridad planetaria. Hasta la fe quedó reducida a eso, a lo que es: dos letras nada más. El querido Papa Francisco, desde Roma, sólo nos pide rezar y ser más amigables los unos con los otros. En el Oriente, los líderes y estrategas militares de Japón temen que, tras la pandemia, la Tierra sufra un ataque de extraterrestres. En los museos, sus directores se preguntan si este será el año de su ocaso y temen no ver más a las multitudes que esperaban para ingresar al Louvre, por ejemplo. Los trabajadores del arte también se alarman por sus fuentes de trabajo. Pero la pandemia nos dejará un saldo positivo: el de empezar a construir un mundo de sociedades menos desiguales y racistas, donde cada país tenga el derecho y la libertad de edificar sociedades nuevas, sin el riesgo de ser bombardeados o invadidos por potencias imperiales.

Hago un paréntesis para decir que me llena de impotencia y de “angustia generacional” el no habernos dado cuenta de que tan sólo un “bichito invisible” pudiera más que las evoluciones por la vida digna del hombre.

En nuestra ciudad también habrá cambios. Para los primeros tres años (deseo verlos) anoto dos: que el intendente encare, con decisión de héroe, ponerle fin a la degradación moral y social de los llamados barrios marginales, donde niñes y adultes sufren miseria, abandono, injusticia y muertes tempranas; y que se declare a Rosario “Ciudad libre de visitantes indeseables” para que nunca más caminen nuestras calles y reciban agasajos y entrevistas los representantes neoliberales de la pandemia del odio, la miseria y de la violencia social.

Germán Geminale (1968) Actor, director teatral y artista plástico. Integra la compañía Sarna con Gusto, el grupo de teatro laboratorio La Escalera y los colectivos teatrales Titiriter@s rosarin@s y Moronao.

Esta cuarentena me encuentra en La Tapera, mi casa, en Andino, con la obligación de no salir de mi pueblo ni trabajar en actividades teatrales reales; enfocado en organizaciones remotas, en mi taller y en mi patio. Imagino que en un tiempo me vestiré elegantemente para entrar en la ciudad y re-reconocerla. Seguramente el cambio más notable será mi sistema de percepción y mi deseo. Extraño de la ciudad esos encuentros programados y casuales, colectivos, artísticos, clandestinos… en ese inmenso living, que ahora adquiere el valor de lo perdido, aunque por suerte, es el de lo suspendido.

Pero también re-dimensiono el capital del universo propio, de mi territorio físico y social, mi imaginería, mi voluntad y mi espíritu. Me siento invitado a tener una instancia inaugural de lo cotidiano. Ensayo mi nuevo rol de anfitrión y de viajero. La Tapera es hoy mi guarida y mi laboratorio. Mi mochila, que por un tiempo ha dejado de ser parte de mi cuerpo, será precisa y amorosamente cargada, como siempre y como nunca.

No tenemos la perspectiva suficiente para predecir el devenir de la historia, sólo podemos conjeturar. No llego a vislumbrar el nuevo orden mundial. No sé si el mundo cambiará tanto entre el antes y el después de la pandemia. Sí será un referente, un emergente significativo de época. Y esa experiencia histórica y territorial global, tan singular, se agenciará en nuestra memoria colectiva y nos marcará como contemporáneos.

Juan Pablo Di Lenarda Pierini (1992) Poeta, activista LGBTTIQ, organiza el ciclo de lectura en plazas “Orgullosa e itinerante” desde 2018, fotógrafo. Integra (Di) sentires, primera antología poética LGBTTIQ de Santa Fe.

Todo performer, escritor, periodista, comunicador o fotógrafo debe interpretar la realidad o morir en el intento. El mundo del arte está pasando por una especie de silencio generalizado porque aún desconocemos el impacto en todo el tejido cultural, por eso voy a poner la voz por las trabajadoras y los trabajadores autónomos del arte. El mundo del arte y de la cultura debe repensar cuán alejados estamos de la defensa de nuestros derechos. Esta vulnerabilidad frente a esta crisis del sistema capitalista, frente a estas restricciones del cuerpo y la fragilidad de los cuerpos ante un virus también han generado un nuevo proceso de creación contemporánea. Así como cambia nuestra manera de vincularnos, van a cambiar nuestras creaciones. Han existido otras cuarentenas, hay muches artistas que son hijes de la supervivencia de la dictadura, y hemos visto muchas obras literarias, poéticas, registros fotográficos, al igual que en otras pestes y en otras epidemias de otros tiempos, en donde los resultados artísticos y de las diversas manifestaciones artísticas han sido increíbles.

Podemos pensar en un distanciamiento, en protocolos de sanidad y de cuidado, en encuentros con menos gente y que duren menos tiempo, pero a los humanos nos hacen los abrazos y eso es una necesidad, un deseo. El artista tiene una fuente de trabajo que es frágil, que es sensible, una herramienta para crear y para resistir que es la calle. El desafío que nos deja esta pandemia es crear otras formas que antes no estaban dadas: siento que no tenemos que sacar la mirada ante la desigualdad y que debemos seguir en la búsqueda de la atención de los cuerpos, salir a buscarla.

Angélica Gorodischer (1928) Autora de novelas, cuentos y relatos. Textos suyos figuran en antologías del país y del extranjero. Ha sido traducida a varios idiomas, entre ellos alemán, inglés, francés e italiano. Recibió múltiples premios.

Me imagino que al principio vamos a estar perdidos sin saber para qué lado agarrar, desorientados, pero finalmente vamos a terminar en alguna especie de organización que va a ser a nuestro favor. Yo soy una persona optimista, entonces creo que todas las cosas espantosas que nos pasan a nivel colectivo terminan bien. No puedo soltarme de mi actividad como novelista… A la pandemia inventémosle un final feliz, con un sol primaveral.

Eugenio Previgliano (1958) Escritor, docente. Autor de narraciones, poemas y artículos periodísticos.

No espero cambios de blanco a negro, sí grises intermedios. ¿Cómo mantenernos en contacto, no perder registro de los abrazos, estar cerca y disfrutar del cuerpo y a la vez sostener distancia para no comprometer al otro? Imagino burbujas de hombres y mujeres emancipados, en contacto con otras burbujas, pequeños grupos de personas libres, pensantes y con influencia; con un vínculo entre burbujas que, a la vez, una y sea un obstáculo material para el virus; al menos hasta que haya vacuna o tratamiento. Para el fin de la pandemia, la economía mundial va a estar en ruinas, por lo que será difícil cobrar impiadosamente capital e intereses adeudados: la renegociación se impone. Buena ocasión para exigir a los detentadores del poder real, a los líderes políticos, sociales y personas de a pie, que la producción se limite a lo necesario y cese esta locura de malorganizar la vida para que cada vez haya más obligación de poseer más cosas imprácticas y a la vez surtir la fortuna de los pocos archimillonarios del mundo, a costa de degradar el planeta y achatar la vida, cada vez más larga y alienada. Cuando haya seis mil millones de dosis de vacuna probadamente eficiente y aplicada, habrá que llamar a una especie de asamblea mundial y resolver que las tecnologías ayuden a la gente y dejen de ser una forma de espionaje, sojuzgamiento y exclusión. Si el software permite prescindir del trabajo, que se repartan los beneficios, a cada quien según sus necesidades.

Quizás sea propicio terminar con la producción industrial en el campo y volver a “la tierra para quien la trabaja”: no dársela toda al pequeño grupo que cultiva y cosecha propiedades de distintos rentistas sino a los campesinos en los que pueden reconvertirse los rentistas de hoy. Un aislamiento con justicia y armonía, células libres e independientes que interactúan polarizadas tras grandes ideales, menos artistas y más hombres que hagan arte. Eso quisiera, y verlo con mis ojos propios, con todas mis marcas y cicatrices.

Mientras, ¿qué haremos? En algo hay que poner la vida.

Marina Maggi (1988) Poeta y docente. Licenciada en Letras por la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR. Colaboradora de la Biblioteca Popular Alfonsina Storni.

De chica, los días comenzaban cuando alguien abría la ventana del comedor, que daba a la calle. La presencia del sol, el ruido de los autos y las voces que pasaban construían de a poco la mañana. La declinación de la jornada hacia el descanso iba acompañada de una conversación ligera, en la mesa de la cocina, entre tostada y tostada. En medio de esos pequeños gestos, leer era una simple aventura, sin mayores sobresaltos que los de la trama. Siempre intento volver a aquella experiencia del tiempo en la que cada acto, cada frase, tendían dulcemente hacia el futuro cercano. ¿A qué hora encendemos la tele?, ¿hay que ir a la granja?, ¿cómo va la salsa? Lo demás era tan solo la niebla del porvenir, que tomaba por momentos la forma de una promesa. Hace dos meses atosigo la cotidianidad con gestos inventados, que intentan remedar lo imposible: es inútil pedirle ayuda a la infancia. La inminencia próxima no es ni la tormenta ni el remanso. Las horas se columpian sin pausa ni agitación. Tanto pedí una máscara, y he aquí el fruto roído de mi plegaria juvenil. Miles y miles de ellas sobre la faz de la tierra, de formas y colores extravagantes. El carnaval más triste del mundo. Hay que tener coraje para hablar en nombre de lo humano -una rosa del parque, cuando mis ojos vuelvan a amar el día, será para Kant. En este presente repleto de guardias (algunos velan, otros sujetan; no sé si son reversibles sus siluetas en el espanto), el aleteo de cualquier paloma desperdiga los signos justos, mezcla el agravio ilustre con la inocencia extrema de las palabras. Si nada ni nadie nos persigue, si nos borramos de a poco, con plena y escasa responsabilidad, tendremos que dejar el dolor para más adelante. A la vuelta de la esquina. Cuando el amanecer y el crepúsculo vuelvan a ser las puertas de un palacio, siempre mágico en su fiebre. Tomaremos el brazo del tiempo y caminaremos con él, como antiguos fantasmas amigos. Caminaremos -el jardín estará abierto- cuando el insomnio sea la tenue insistencia de una pregunta, y no la huida desesperada del sueño hacia ninguna parte.

Flor Croci (1977) Compositora, guitarrista, cantante y bajista. Cofundadora de la primera banda de mujeres de la ciudad, Cambio de Hábito. Fue directora musical, bajista y corista de la banda Alto Guiso.

Como artista y trabajadora de la música, el panorama no es muy positivo. Todos los días me levanto y pienso qué voy a hacer para vivir o mejor dicho sobrevivir porque mis mayores ingresos eran dando talleres, en sectores con mucha gente, en bares, recitales, festivales, viajando, con diferentes grupos y artistas. Estoy tratando de inventar cómo vivir de lo que soy, de lo que hago y de lo que siempre hice. Que es arte, música. Está complicado para nuestro rubro, sé que para otros también. El presidente está haciendo lo que puede y para bien de la población pero no veo un adelanto en los próximos meses, creo que se va a reestructurar todo.

El año pasado di talleres con presos en la Unidad Nº 6 a través del programa Nueva Oportunidad, también clases en los Aleros de Villa Gobernador Gálvez —uno con 20 pibes, otro con 15— y en Casa Arijón (todos dependientes del gobierno de la provincia); eso ahora no se está realizando. Tengo alumnos particulares de taller de composición en mi casa, por internet; pero no alcanza: de 20 alumnos pasé a cinco. Lo último que hice fue el 4 de marzo en el Centro Cultural Kirchner, en (el auditorio nacional) la Ballena Azul, porque soy una luchadora en el feminismo y de la igualdad de género en mi ámbito desde muy pequeña.

Homenajeamos a las mujeres compositoras por primera vez con la compositora e instrumentista Mariana Baraj; el trabajo se llama “Peña de las flores” y es increíble. Íbamos a ir por todo el país, ya que siempre en los festivales de folclore aparecen más que nada los compositores varones. Cuando justo estábamos en momentos de lograr algunas cosas de igual a igual con el género masculino, este virus nos pone de igual a igual pero adentro, encerrados.

A la población que no sabe qué hacer le aconsejo que se vuelque al arte y que estudie mucho. Al mundo me lo imagino medio caótico, lo que se viene no va a ser fácil para nadie.

Vanina Israel (1990) Cantautora popular y maestra de música.

¿Cómo me imagino la ciudad, el mundo, ALGO después de la pandemia? Es... un vacío enorme porque realmente todavía no concibo una forma específica para después. Siento todo tan en revisión y en transformación profunda, que incluso ponerle alguna palabra o imagen sería limitando lo que suceda y lo que devenga. Por primera vez siento cómo el presente se volvió más denso y entonces es más difícil moverse para adivinar el futuro. Sí hay deseos, y creo que tienen que ver con un mundo del después en el que finalmente seamos todo lo que somos y vinimos a hacer, que anclemos el amor como forma de vida. Pero por ahora lo que realmente veo es una gran hoja en blanco posible, así.

Juan Manuel Robles (1992) Cantante de la banda de rock Gay Gay Guys

Como ser humano que transita este planeta hace 27 años, presencié algunas calamidades. No tengo la pericia para descifrar el origen de esta pandemia y tampoco se encuentra dentro de mis intereses arriesgar alguna teoría. Solo sospecho que detrás de las grandes tragedias del mundo casi siempre hubo un opresor enriqueciéndose y una puja de intereses en la cual la salud mental, espiritual y física del resto de los seres humanos se utiliza como rehén. No quiero ponerme conspiranoico, pero me cuesta creer en lo inoportuno de esos murciélagos chinos que son segunda potencia económica y militar mundial.

En cualquier caso, en las guerras la gente sufre, hay muertes y tristezas, desconfianza y desazón, secreto y traición, pero el arte es bálsamo y hoy en día hay tantas heridas que sanar, tantos caminos que acortar, tantas almas que armonizar y elevar en conjunto que no me imagino más que un frenesí de amor y comunidad después de esta pandemia/ guerra biológica/ manotazo de ahogado del nuevo orden mundial. La música se escucha más linda en los abismos, y cuando salgamos de esto vamos a estar urgidxs de proyectarnos en forma de canción. A toda versión del terror siempre debe responderle una subversión de amor.

Si elegimos el final feliz de nuestra propia aventura quizás nos encontraremos algo más sabixs frente al respeto y al cariño que nunca debimos haberle perdido a nuestro mundo y a nuestra especie. Desearía que posterguemos nuestro afán de autodestrucción y disfrutemos, que aún perdura lo que crece y lo que sana, la poesía y el arte, lo que emociona y lo que embriaga. ¡Atracones de felicidad poscuarentena, ahí vamos!

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