El de Godoy Cruz no era un partido más. Para Newell’s era la vuelta a su casa tras el tremendo mazazo del clásico, de una serie de caídas que habían llenado el Parque de murmullos y que habían puesto en jaque el proceso del Gringo Heinze.
El de Godoy Cruz no era un partido más. Para Newell’s era la vuelta a su casa tras el tremendo mazazo del clásico, de una serie de caídas que habían llenado el Parque de murmullos y que habían puesto en jaque el proceso del Gringo Heinze.
La respuesta de los jugadores había aparecido donde más se precisaba, en la cancha. Los triunfazos de visitante 3-0 sobre San Lorenzo y 2-0 con Tigre, actuaron como agente cicatrizador pero faltaba experimentar el regreso al Coloso, ante el ojo del hincha.
Lo concreto es que, después de más de un mes de no jugar en el Bielsa, desde las tribunas no hubo mensajes, banderas, ni cuestionamientos. Allí todo se enfocó detrás de canciones de apoyo.
Esos minutos antes del partido regalaron un marco que sirvió para empezar a medir la postura del simpatizante. Y en esos pasajes, todo recorrió una tensa tranquilidad, hasta el inicio del pleito.
Cuando los jugadores salieron para los movimientos precompetitivos también recibieron gestos de apoyo. Hubo aplausos cuando salieron por el túnel, alrededor de las 20.10, y los titulares iniciaron esa consigna previa frente a la platea de la Visera. Todo normal.
También mantuvo ese tinte cuando desde la voz del estadio presentaron a cada uno de los que saltarían a la cancha. Y antes del comienzo, desde la popular Maradona hubo fuegos artificiales que acentuaron el clima. “Newell’s querido siempre voy a estar contigo” llegó desde esa tribuna.
Pero todo se desmoronó con la flojísima producción rojinegra que desembocó en otro golpazo de local ante el Tomba. Tras el gol de Barrea surgió desde los cuatro costados la típica canción de reclamo a los jugadores. Y cuando Dóvalo determinó el cierre de la etapa inicial, también se hicieron sentir silbidos de reprobación.
Sobre el final del choque, ya con un 2-0 inapelable, otra vez se reprodujeron canciones con cuestionamientos al equipo. “Jugadores, a ver si ponen huevos…” y “que se vayan todos, que no quede ni uno solo” se hicieron sentir en la salid del equipo.
Una escena muy pocas veces vista en el Coloso con Heinze, pero que mostró con crudeza las sensaciones del hincha.