Aunque suene increíble, el combate duró 11 horas y 40 minutos. Casi medio día. Ese fue el tiempo de la pelea de lucha libre más larga de la historia. Los protagonistas se hicieron famosos por su resistencia y, claramente, la anécdota quedó registrada en los libros de historia del deporte. Y posiblemente este episodio fue lo que generó que más tarde, en 1924, se introdujeran límites de tiempo a las luchas olímpicas.
Para tener más detalles del particular episodio es necesario remontarse a 1912, cuando se disputaban los Juegos Olímpicos en Estocolmo. La capital sueca fue escenario de esta épica instancia de lucha libre que quedó en el recuerdo por varias generaciones.
Eran las semifinales de lucha libre de Estocolmo 1912. Un día soleado. La competencia se planteaba el aire libre. Martin Klein, nacido en Estonia en 1884, quien participaba para el imperio ruso, iba a probar su suerte en su camino hacia la deseada medalla la de oro. Por otra parte, llegaba a la misma instancia Alfred Asikainen, quien venía de consagrarse campeón mundial. Era especialista en la lucha grecorromana.
La otra semifinal ya se había definido: Claes Johanson, un sueco con 28 años, se había asegurado una de las dos medallas principales del certamen.
Si bien el inicio de la semifinal entre Klein y Asikainen fue seguido con entusiasmo por muchos fanáticos, la pelea entre los compatriotas comenzó a alargarse de manera particular. Las gradas, que parecían repletas, comenzaron a vaciarse entre bostezos y mucho aburrimiento. Los luchadores no se cansaban nunca y seguían, y seguían. Finalmente a las casi 12 horas de lucha Klein le puso fin y le ganó a su coterráneo, que se quedó con la medalla de bronce.
Lo llamativo es que Klein quedó tan agotado tras el combate que no pudo disputar la final, que estaba programada para el día siguiente. El sueco Johanson ganó el oro sin hacer nada más que esperar. Pero al menos Klein se quedó con la medalla de plata, la primera medalla olímpica en la historia de Estonia. Y, claro, una gran anécdota para contar.