El triunfo y nada más. Sólo eso pudo festejar Central. Igual no es poco, porque para los tiempos que corren sumar de a tres es todo. Y si se logra en medio de un mal funcionamiento, con pocos merecimientos aunque sin pasar prácticamente sobresaltos, quizá se saboree un poco más. Porque el equipo de Cocca fue un manojo de voluntades, que se encontró en una situación de tranquilidad gracias al gol tempranero de Ribas, pero que de ahí en más hizo poquitos méritos para estirar la diferencia y no llegar al final del partido con la soga al cuello.
La fortuna que tuvo Central fue que enfrente tuvo a un equipo que nunca pudo ni se animó ni supo cómo jugar. Fue superior a Gimnasia, pero por poco. Porque jamás pudo encontrar el funcionamiento que Cocca seguramente pretendía del otro lado de la línea. Por eso el jugador destacado de la tarde-noche fue Fabián Rinaudo, que cortó todo lo que pudo y volvió a ser pieza importante en la distribución, algo que nunca pudo hacer Ojeda, pese a que el juvenil tuvo el mejor partido del año.
Para Central siempre fue una mayor tentación abrir el juego con pelotazos largos hacia Rius y Gamba (preferentemente para el primero), para que Ribas y Ruben se metieran como trombas en el corazón del área rival. Otro tipo de juego, nada.
Así fue como Central encontró el gol en una jugada más de ocasión que con generación de juego. Es que tras un lateral de Brítez fue despejado por Goltz, pero tras un rebote en Gamba la pelota le quedó servida a Sebastián Ribas, que metió un tremendo zurdazo al ángulo superior izquierdo de Fatura Broun.
La tranquilidad de ese gol no significó una mejora en el juego auriazul. Sin intérpretes necesarios en el manejo del balón, todo se redujo a los desbordes de los encargados de las bandas. En uno de ellos, Rius gambeteó, sacó el centro y después de que Ruben no pudiera conectar, Ojeda le entró de frente al arco, pero de manera defectuosa.
¿Del otro lado qué? Una apatía terrible de un Gimnasia que hizo todo lo posible para que las miserias futbolísticas de Central pasaran inadvertidas, casi en la mismo medida que la presencia de Maradona.
En la única que tuvo el lobo (4’ del complemento), Laso, de buena actuación, la sacó sobre la línea. Ahí se murió el partido para Gimnasia, pero no creció para un Central que tuvo un par de aproximaciones pero nada que deslumbrara. La más clara fue tras un desborde de Marinelli que terminó con un anticipo de Ruben dentro del área chica y la buena intervención de Broun. Después, una sorpresa de Pereyra, pegándole desde su propio campo y una doble intervención de Fatura para impedir el gol.
Cocca decidió prescindir de un delantero (sacó a Ribas), pero con el intento periférico que ensayó hizo que Gamba y Rius se fundieran físicamente. Lo mismo sucedió con Ruben. Y tan escueta era la diferencia (en el tanteador y desde lo futbolístico) que el DT amagó con incluir a Cristian González para fortalecer el juego aéreo cuando el partido se moría. Finalmente entró Riaño para pelear arriba.
En ese final enredado, peleado, discutido y mal jugado, Gimnasia fue bastante peor que Central. Pero el canalla tuvo la fortuna de haber encontrado un regalo dentro del área y de convertirlo en una pieza dorada, que significó nada más ni nada menos que tres puntos.