“Cuando tengo un problema... con mi familia o con el que sea... me descargo con la bolsa, no me gusta la agresividad de la calle, pero el boxeo sí: es otra cosa, es hermoso, es mi pasión”. Pablo “Facha” Acuña tiene 17 años, cursa cuarto año del secundario, admira al Chino Maidana y habla con entusiasmo: parece que el mundo le queda chico. Es el primero del club que compite: ya peleó tres veces, en una ganó, en otra perdió y en una más empató. En cada una le pagaron 300 pesos. Y le dice esto a Ovación, con los guantes puestos durante una tarde de entrenamiento en el club recuperado Unidad y Tesón, de Entre Ríos 3840.
Pablo no es el único que dice “me descargo”. La expresión la repiten varios de sus compañeros del ring: unos cincuenta jóvenes de entre 11 y 38 años, varones y mujeres de zona sur (barrio Domingo Matheu), que dicen saber qué es estar acorralado en un rincón, reponerse y dar pelea. Al grupo lo entrena Carlos Cordier, un comunicador social, ex pugilista amateur, juez y fiscalizador de la Asociación Santafesina de Box, quien trabaja junto a varios profesionales. El no dice que el grupo “descarga”; dice que de lunes a viernes (aunque un cartel viejo sólo invitaba martes y jueves), tras una hora de gimnasia y otra de guantes, “logran una mirada distinta de sí mismos” y “subliman” algunas broncas por “historias familiares difíciles, por estar sin laburo o sólo en la calle”. A los golpes, contra las cuerdas.
El club social y deportivo Unidad y Tesón cumplió recientemente 68 años (ver aparte), pero en la última década también estuvo entre las cuerdas. Hace tres años los socios denunciaban que la sede estaba “manejada por narcos y los vecinos ni se animaban a pasar por la vereda”. Tras estar cerrado dos años, largas disputas entre vecinos con ribetes policiales y en el marco de un litigio legal, un grupo de jóvenes formó una nueva comisión, empezó a “guantear” y lo revivió.
“Hoy hay más de cien socios y varias actividades deportivas. Además de box, hay patín, vóley, handbal, taekwondo, un gimnasio de musculación, un buffet, dos parrilleros, un terreno que desmalezamos con miras a armar una canchita y unos vestuarios que intentamos mejorar. La cuota es de veinte pesos pero pocos pueden pagarla. Aquí vienen pibes y pibas de Villa La Lata, Villa Moreno y los monoblock del barrio. Todo se sostiene con esfuerzo: organizamos comidas, los directivos ponemos plata de nuestros bolsillos. Si no, imposible, imaginate que el gasto de luz solamente supera lo que se podría recaudar con todas las cuotas societarias: debemos pagar 5 mil pesos”, dijo el presidente Jerónimo Flogiatto.
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Unos 50 chicos y chicas de entre 11 y 38 años hacen gala al nombre del club y entrenan juntos.
Foto: Alfredo Celoria / La Capital
A la bolsa. El espacio para los entrenamientos de box en el club es un salón con techo parabólico, más largo que ancho, con unas pocas pesas por los rincones, conchonetas, un ring y varias bolsas en el fondo. Ovación llegó durante el final de la sesión de abdominales: “Uno, dos, tres, cuatro, cinco...”, contaba sin prisa Cordier, mientras pibes y pibas (con buzos, calzas pero también con shorts y jeans) sostenían las piernas en el aire con las panzas chatas y las caras constreñidas. Entre el grupo se destacan algunas minorías como Lucas Peralta, de apenas once años; un papá, Fernando, de 38 años que va con su hijo Román y las chicas: Eleana, Natalia, Evelyn y Agustina, de entre 16 y 17 años, que al objetivo de hacer box por la “descarga” le agregan, la necesidad de tener un “hobby” o una estrategia de “defensa personal”. Algo así como la santísima trinidad. Aunque Agustina aclara: “No voy pegando piñas por la vida pero viene bien prepararse, si alguien me atacara por la calle y no estuviera armado, creo que me animaría a defenderme”.
El profe Cordier sostiene que cuidar el cuerpo para las mujeres del barrio trasciende lo estético. “A veces implica protegerse de los abusos, de todo tipo”, deslizó”. A la charla de las boxeadoras se suman Brian y Lucas, ambos de 18 años. “A mí el boxeo me despeja, porque la calle no te trae nada...bueno”, dice uno y el otro agrega: “Te distrae entrenarte, te hace pensar en un fututo y además te ayuda a no quedarte sin dientes en caso de que te encuentres en un lío”.
De todos modos, tras los relatos Cordier asegura que “no agredir, poder administrar la fuerza, colaborar, respetarse y respetar y disciplinarase” son también objetivos del proyecto. “Y de a poco se logran” dice, tanto como “la transformación de los espacios y la construcción colectiva”, agrega el presidente del club. Y uno ve a los pibes y las pibas ayudándose unos a otros a vendarse las manos, o haciendo las veces de público de dos compañeros que hacen guantes y cree en eso. No son slogans: hay un grupo que al menos en estos entrenamientos y paradójicamente no está contra las cuerdas, juega y pelea. Se descarga.
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Unos 50 chicos y chicas de entre 11 y 38 años hacen gala al nombre del club y entrenan juntos.
Foto: Alfredo Celoria / La Capital
Cumpleaños
En una pared del buffet de Unidad y Tesón hay un transparente con las boletas de luz por pagar y una placa dorada que reza la fecha de fundación: "8 de mayo de 1948". El club acaba de cumplir años. Y estaría dispuesto a recibir regalos. Al proyecto de box no le vendrían mal cascos, protectores bucales, guantes y todo lo realcionado al deporte.
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Unos 50 chicos y chicas de entre 11 y 38 años hacen gala al nombre del club y entrenan juntos.
Foto: Alfredo Celoria / La Capital