La actividad da para todos los bolsillos y el abanico de posibilidades es muy amplio. Existen moteles que ofrecen servicios básicos y otros apuntan a la excelencia. Los precios van en una escala de 400 a 1.900 pesos por un turno de tres horas. Si la demanda del establecimiento es menor en el momento de la estadía, puede extenderse un poco más.
Hay habitaciones de todas las formas, tamaños y colores. Depende de la oferta de cada motel y de las posibilidades económicas y el gusto de los visitantes. Hay algunas muy sencillas que sólo tienen música funcional, ducha convencional, algunos espejos, aire acondicionado y televisión. Y están las top, las más costosas y sofisticadas que ofrecen ducha escocesa, sauna, sábanas de seda, cama redonda y servicio de frigobar con bebidas de primera calidad.
Para los que desean además de un rato de pasión una buena comida, hay moteles que ofrecen platos elaborados por reconocidos chef y arman paquetes promocionales con cenas románticas para cumpleaños o aniversarios de novios, de boda o de amantes. Todo pensado para seguir dando pelea en una actividad que tiene sus altibajos pero en la que se mantienen más o menos los mismos telos de siempre.
El motel Las Brujas, por ejemplo, ocupa media manzana sobre avenida Circunvalación en la ochava con Juan B. Justo. Imposible no verlo de noche: una bruja montada en una escoba sobresale de la edificación como un rayo al infinito e ilumina a los transeúntes que pasan con sus coches por la zona. Tiene forma de U, cuenta con 33 habitaciones con aire acondicionado y está dividido en planta alta y baja, cada una con su cochera privada totalmente remodeladas por el arquitecto César Altuzarra. Todas las habitaciones cuentan con frigobar.
El esqueleto del motel es un pasadizo angosto. Las puertas de las habitaciones dan a un pasillo largo que deriva a las diferentes dependencias, como la cocina, el lavadero y las oficinas administrativas. Una luz de color sobre cada una de las aberturas indica si la habitación está ocupada o no. El silencio es casi extremo. Apenas se escucha una música funcional de fondo. Los empleados se mueven sigilosamente como en la coreografía de un ballet, para cumplir con los pedidos de los clientes.
Gilda es la conserje desde hace veinte años y dice ser una apasionada por su trabajo. Si bien se formó como directora de una clínica médica, sostiene que esta tarea le cambió la vida por su dinámica ya que "nada es igual, todos los días es un desafío nuevo".
La encargada comprueba que estén libres y en condiciones las habitaciones, y comienza la visita de Más... El primer lugar, el elegido para ser mostrado, es uno de los cuartos más selectos de la casa, llamado "El Edén de las Brujas". Está decorado con espejos españoles rosados, tiene un plasma en el techo, una enorme cama con sabanas finísimas, baño estilo escocés y hasta cuenta con sauna e hidromasajes iluminados con fibra óptica. También ostenta una ambientación lumínica muy particular que juega a favor del clima al que se pretende llegar. Todo tiene un encanto especial. Es una de las habitaciones más onerosas del motel y a la vez una de las más solicitadas.
La siguiente visita es a la habitación griega, rodeada de paneles de mármol, columnas ornamentadas y una copia del David de Miguel Angel. También cuenta con un jacuzzi, aunque es una habitación más pequeña y de menor costo y no deja de ser muy pintoresca. Por último llegamos a "El Jardín de las Brujas", una de las últimas habitaciones refaccionadas que tiene una minipiscina en el interior. Otras habitaciones temáticas del motel son la oriental, la cabaña alpina, la tropical, la romana y la inglesa.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
Otros placeres
En la mayoría de los moteles las habitaciones cuentan con jabón y champú para el aseo personal, peine, y otros elementos de higiene. Algunos suman batas y pantuflas. O están los que sirven un desayuno continental sin cargo para quienes se animen a pernoctar en el motel.
Una de las apuestas más novedosas es a la gastronomía. Por eso ya hay hoteles que ofrecen un servicio de restaurante en las habitaciones.
En el caso de Las Brujas, el motel tiene un chef que cocina platos de autor y se puede almorzar o pasar una noche romántica con cena a la carta.
Gilda destaca que entre los platos preferidos por sus clientes están las pastas caseras, el pescado, las empanadas y las tablas de fiambres. Otra de las atracciones es el servicio de decoración de la habitación a pedido, y la elaboración de una torta ya sea para un cumpleaños u otro acontecimiento especial. Recursos que permiten renovar la actividad y sostenerla en un momento complicado.
Roberto Galli es socio gerente del lugar. El hombre, canoso, de unos 70 años, es un empresario multirrubro que en 1986 se hizo cargo del emblemático negocio de avenida Circunvalación, al que dice haber encontrado en muy malas condiciones. Lleva puesta una camisa amarilla a cuadrillé, jeans y zapatos. Durante la visita de Más camina por los intrincados pasillos pintados de verde hasta llegar a su pequeña oficina. En su recorrido saluda a todo el personal. Es plena tarde y el motel bulle de actividad. Lo cierto es que "nunca para", dicen. Hay varias habitaciones ocupadas y otras se ocuparán en pocas horas.
Galli se sienta en su pequeño escritorio. En su oficina —como antonomasia de su trabajo— hay una pared toda espejada y en una repisa a su izquierda una colección de brujas de las más diversas: lindas, feas, llamativas, de cerámica, de madera. Cuenta que cuando se hicieron cargo del lugar todas las habitaciones eran iguales. Después de encarar la reforma de una de esos espacios notaron que los concurrentes lo pedían con furor. Inclusive, hasta tenían lista de espera. Por eso decidieron reformar otro, y otro más, con atractivos como cama de agua o ambientación en forma de barco.
Según cuenta el empresario, la época de oro fue en los ochenta y noventa donde la gente "se desesperaba" por ir a los moteles.
"La gente joven se borró de los moteles, hoy hay un cambio de hábitos que no es tan fácil de resolver". En la mayoría de los casas, quienes buscan un espacio de intimidad fuera de sus casas son personas mayores.
Otro dato que aporta es que la actividad en aquel momento era tabú y todos los empleados eran hombres, ya que era impensado que una mujer se hiciera cargo del motel. "Los moteles tienen una especie de arrastre de castigo en lo que hace a la evaluación del poder público, paralelo a las normas de las instituciones religiosas. Se toleraba la actividad pero no se podía hacer publicidad, ni poner en el frente que era un motel", relata.
Con respecto a la actividad en la actualidad, Galli opina: "La gente joven se borró de los moteles, hoy hay un cambio de hábitos en la sociedad que no es tan fácil de resolver para nosotros". En la mayoría de los casos, quienes deciden buscar un espacio de intimidad fuera de sus casas son personas mayores ya sea con parejas constituidas o no.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
La historia de un pionero
Lucía Eschel, representante de la Cámara de Alojamientos y Afines del Litoral es hija de Juan Carlos Eschel un ferroviario soñador que fuera el fundador del primer motel de ruta del Gran Rosario.
Lucía pasó gran parte de su vida cerca del rubro y hoy es el negocio familiar en el que trabaja junto a sus hijos y esposo. Es propietaria del motel Maracaibo de la vecina ciudad de San Lorenzo, un terreno de una hectárea y media que le cambió la vida para siempre.
Juan, su padre, falleció hace 18 años. Era calderero del ferrocarril y asiduo lector. Entre sus aventuras literarias descubrió un libro de arquitectura donde mostraban diseños de moteles en los EEUU. Al no tener la solvencia económica suficiente buscó plasmar su idea con compañeros del ferrocarril, a quienes convenció para asociarse. Después de que muchos lo trataron de loco, en cinco años levantaron las primeras cinco habitaciones del Maracaibo.
"La palabra motel era casi una mala palabra", comenta Lucía, y recuerda que para su familia la actividad siempre fue algo normal, "simplemente un negocio familiar".
"La gente, a veces, califica de manera errónea a los moteles. Yo digo que es un espacio que se le da a la pareja para que esté cómoda y tranquila, y pueda disfrutar de su intimidad. Así de simple".
Hoy el rubro está en plena reconversión. Lucía y su familia no son ajenos a esto. Si bien destaca que los cambios y desafíos que enfrentan no sólo tienen que ver con cuestiones económicas sino también con modificaciones en los usos y costumbres, sobre todo de las nuevas generaciones. "El motel cumple una función social importante. Con todo el estrés que se vive para que una pareja pueda tener intimidad, dentro de un marco de neutralidad y confort, a veces es necesario salir de la casa y buscar un lugar particular. Es un buen escape a los problemas", añade. Otro punto en que la empresaria hace hincapié es la apertura en temas sexuales, en una sociedad que comparada con 20 o 30 años atrás es más abierta: "Antes era impensado que nuestros hijos pasen la noche con sus parejas en casa, hoy es algo aceptado y habitual".
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Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
El Ideal
Emplazado sobre el final de la calle Riccheri, en el emblemático barrio de Pichincha, se erige el vistoso motel Ideal. Una enorme puerta de madera invita a pasar a un hall art déco con vitrales que replican a los de los burdeles de París de principios de 1900. Después, un gran patio con las habitaciones a sus costados que antiguamente sirvieron de espacio para las prostitutas que habitaron el lugar, al final, una gran escalera que lleva hacia las habitaciones superiores.
En el Ideal se respira historia. Fue uno de los más caros de la época del rosario prostibulario. Lo dirigía Madame Safó, quien según los historiadores locales no fue siempre la misma persona sino el nombre que llevaron varias de sus encargadas. Hoy este espacio es un bonito motel para parejas que cuenta con distintos servicios.
Edgardo de la Horra y su familia son quienes lo administran desde la década del 70. Según su visión de la actividad, hoy en Rosario "los jóvenes gastan más dinero en la previa" y dejan para lo último al motel. "No se está reciclando el uso del motel como se hacía años atrás". Aunque de todos modos, el empresario culpa más al momento de dificultad económica que vive el país que al cambio cultural por las dificultades que atraviesa el rubro.
El público que visita el emblemático lugar es muy variado, y si bien durante la semana las habitaciones se ocupan con gente más grande, los fines de semana, debido a la afluencia de jóvenes por los boliches de la zona, "suelen ser ellos los primeros que llegan".
Con sus dificultades y cambios, la actividad de los moteles pelea por seguir en pie, reconvirtiendo sus propuestas, mejorando y apelando a la creatividad. Porque después de todo, el amor no se termina. Mucho menos la pasión, que se las ingenia para encontrar su tiempo, y su espacio.
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Foto: Sebastián Suárez Meccia / La Capital
Aquellas casas amuebladas
En la ciudad de Rosario las primeras casas amuebladas —por eso el uso de la denominación "mueble"— son de larga data, de finales de la década del 30. Según el historiador Rafael Ielpi nacen sin relación con los espacios destinados a la prostitución, lo que no implica que no se haya practicado en ellos. Muchos, después de la prohibición de la prostitución, se aggiornaron y pasaron a ser posadas de parejas o albergues transitorios. El más emblemático de todos fue El Paraíso, más conocido como Madame Safó, que desde 1945 lleva el nombre de motel Ideal.
Otros moteles emblemáticos fueron el Castelar, el Amenábar y el París (que estaba ubicado sobre avenida Pellegrini a la altura de Pueyrredón).
De estos albergues transitorios que marcaron gran parte de la historia de los rosarinos solo queda en pie el Belgranito, sobre calle Eva Perón, en barrio Belgrano.
Eran sencillos y sin lujos. En otros tiempos cumplían un rol más secreto. El sexo era visto como algo pecaminoso y muchas veces debía darse fuera la esfera familiar. Hoy, en los moteles, se busca tranquilidad, experiencias nuevas y diferentes a lo que una pareja puede hacer en su casa.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
Por app
Se acaba de lanzar TeloPropongo, una app de descarga gratuita en la que se puede reservar una habitación en el hotel alojamiento más cercano. Las páginas de Facebook e Instagram ya han dado muestras de que la propuesta es atractiva. Puede acceder cualquier persona. Hay algunos moteles de Rosario y también de la zona y Capital Federal que se han sumado. Es la primera app del país para reserva en moteles en tiempo real. La tecnología hace su aporte para que los encuentros amorosos no decaigan.
Desde la sexología
Según la licenciada en sexología Julia Andrea Sessa, miembro de la Asociación Rosarina de Estudio y Asistencia Psicológica, hay una gran brecha entre las parejas jóvenes y las de mayor edad en cuanto al uso de los moteles. "Hace un tiempo atrás quienes iban a los hoteles alojamientos eran las parejas jóvenes que necesitaban su lugar para poder tener intimidad, porque otro lugar no había", argumenta. Hoy, la sexualidad, especialmente la de los chicos, se mira desde una óptica más flexible y hay "otra relación entre padres e hijos".
No es raro que el novio o la novia se quede a dormir en casa, y lo hagan en el mismo dormitorio del chico o chica. O que se queden solos una tarde sin que a la familia le parezca ni raro ni mucho menos pecaminoso. Esto era algo excepcional no hace mucho tiempo atrás.
Otro de los factores que remarca la experta es el impacto en la vida cotidiana de la inseguridad, que obliga a los padres a estar más pendientes de los movimientos de sus hijos. Y esto ha ido modificado algunas conductas. "Hay padres que les permiten tener sexo en la casa porque les resulta más tranquilizador que estén allí que dando vueltas por la calle y de noche. Incluso algunos padres hasta les generan un espacio de intimidad si es necesario", explica.
Desde ya, dice Sessa, el sexo no es patrimonio de la juventud. En el caso de las parejas adultas existe hoy una revalorización de la sexualidad, hay un "permitirse disfrutar la sexualidad" que no se daba años atrás. "No porque antes las parejas mayores no tuvieran sexo, sino que el sexo entraba en otro plano. Era parte de lo que estaba, como una rutina, al modo de hacer los deberes. Ahora hay muchas parejas que ya criaron a sus hijos y que disfrutan del tiempo libre, que empiezan a redescubrirse y liberarse, y mejoran su sexualidad".
En este contexto el motel juega un papel fundamental para salir de la rutina e ir por más. Explorar nuevos caminos es parte del apasionante juego.