Un proyecto que desde 2018 intenta fortalecer los vínculos con la comunidad gitana del barrio Las Delicias tuvo el viernes un día muy especial. Allí está la escuela Nº 1.347 Atahualpa Yupanqui, en pasaje Suárez al 5000, a la misma altura de Oroño y Lamadrid. Un grupo de niñas corre por el patio con sus polleras largas, mientras que el resto de los alumnos, alrededor de cuarenta, se acomoda para disfrutar de la música en vivo a cargo de una cantaora gitana. Se trata del Día Mundial del Pueblo Gitano, que se celebra cada 8 de abril para difundir la cultura gitana y la convivencia intercultural. En Rosario es la primera escuela que conmemora esa jornada.
La iniciativa Peravás Shiduiá (Derribando muros) está a cargo del profesor Omar Ferreti y Celina Pena, ambos de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR, en particular de la carrera de Antropología, quienes identificaron una problemática en la escuela del barrio: niños gitanos con inasistencias prolongadas e injustificadas; choque cultural, y niños que son retirados tempranamente de la escuela. Además, muchas niñas gitanas que no acceden a estudios secundarios. Por último, una balacera vinculada a amenazas a personas de la comunidad puso en riesgo la concreción del acto escolar el pasado viernes.
Sin embargo, hasta el comienzo de la pandemia, el proyecto pudo concretar algunas acciones. Charlas con las maestras y con adultos de la colectividad Roma, que viven en Las Delicias, además de pensar actividades para los alumnos en general. Hubo ferias con productos típicos gitanos en la escuela, como la torta Givanesa, para el cierre de año escolar y en fechas clave como el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, el 12 de octubre. Por eso, este viernes fue tiempo de retomar los vínculos y llevar adelante las ideas que quedaron truncas estos últimos dos años.
“¡Van a traer una cantaora gitana a la escuela!”, dice Jimena, de 6 años, emocionada por el acto y porque fue vestida de pollera y blusa a la escuela, zafando, por un día, del uniforme. “¿Para qué están grabando con el celular?”, grita Estrella, de 7 años. “Ella baila Tik Tok con su prima”, agrega como dato importante frente al uso de la vestimenta típica. “Joklas se le dice a las polleras”, aclara Jimena, a medio maquillar, porque dice que le “pica” la cara. Ellas son gitanas, alumnas de la escuela y rosarinas del barrio Las Delicias. La tradición gitana es oral, por lo que la transcripción de los términos no es exacta, pero las niñas empiezan a contar 1, 2, 3 en dialecto gitano, mostrando lo que van aprendiendo desde la infancia.
Vergüenza
“Ella también es gitana pero le da vergüenza ponerse la pollera”, apunta Estrella con el dedo. Es que Estefania tiene doce y es la única vestida en pantalón y zapatillas. Y que pone orden a la situación. “No tengo vergüenza. Yo uso la pollera larga y los tacones, y acá en la escuela no se puede. No son como las que trajeron ellas hoy, más cortas, sino que las mías van arrastrando por el piso. Es una tradición. Además de una blusa gitana. En la escuela es más cómodo venir en pantalón y zapatillas”, explica Estefania.
“Estamos contentas de ser gitanas”, remata Jimena. “Y podemos hablar cosas sin que nadie nos entienda, en secreto, en gitano”, dice Estrella con picardía.
“A veces es difícil... no nos dejan ir a la secundaria. A los hombres sí, a las mujeres no...a mí me gustaría, pero no me dejan. Les dije, pero mi papá dijo que no... hay otros pibes y profesores hombres, y esas cosas, y ellos me dijeron que no puedo”, cierra Estefanía.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
El diálogo se ve interrumpido por el comienzo del acto escolar. Aline Miklos es cantante, compositora, historiadora del arte y activista por los derechos del pueblo gitano romaní. Fue invitada por Ferreti y Pena para celebrar el 8 de abril y generar lazos entre la comunidad gitana y los alumnos criollos de Las Delicias.
Aline, guitarra en mano, canta el himno romaní y pide la participación del pequeño público. Un rato antes, en la estación de servicio de Oroño y Lamadrid, cuenta su historia. “Muchos integrantes de la comunidad son músicos, pero no profesionales, por eso no existen casi grabaciones de las canciones típicas gitanas, es todo tradición oral. Muchas familias romaníes llegaron a América latina, por ejemplo desde Hungría, a finales del siglo XIX. En mi caso pertenezco a la comunidad, bastante grande, que vive en Brasil”, explica.
Aline nació hace 38 años en Goiania, cerca de Brasilia, pero luego se mudó a San Pablo para estudiar historia. Vivió en París, para conocer de más cerca las tradiciones de su familia. Hoy es referente en el país de la cultura gitana, tiene discos editados y conformó un ensamble de música gitana en Buenos Aires.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
“Con los niños en la escuela fue una experiencia fantástica, me emocioné con ellos, me mostraron sus dibujos, con las banderas Argentina y gitana, con mensajes muy lindos para con la comunidad. Uno escribió «Todos somos iguales»”, cuenta Aline. “Me emocioné mucho porque esto no sucede siempre”, remató.
Por su parte, Ferreti y Pena, encargados del proyecto que genera lazos entre la comunidad y la escuela, se muestran contentos de concretar la visita de Aline y de que los chicos conozcan más sobre la cultura de sus compañeros. “La idea es acercar la cultura del pueblo gitano, que nunca estuvo contemplado en el programa educativo. Y en el barrio también porque metemos los zapatos en el barro, conocemos a la gente, pero no nos definimos expertos de nada. Somos aprendices de los gitanos”, dice Omar. “Venimos con todo el estereotipo gitano, pero hay que empezar a deconstruir. Un valor que tienen las familias gitanas es la hospitalidad”.
A su turno, Celina explica que una vez detectadas las problemáticas en el barrio, decidieron llevar acciones concretas de inclusión de la comunidad gitana: “Hacemos alfabetización, además de otras actividades programadas para este año, que se vieron imposibilitadas por la pandemia. Como son familias extensas que habitan en sus casas, el cuidado y la protección por Covid fue una de las privaciones de poder continuar la escolaridad. Sumado que son de viajar mucho. Recordemos que en sus inicios la comunidad gitana era nómade. Pero agradecemos mucho a la directora Erika y a la vice de la escuela, que permiten que continuemos con el proyecto”.
Erika Coviello, directora, y Lorena Olivares, la vice, confirman que a la escuela van muchos chicos de la comunidad gitana. “Contactamos a Omar Ferreti y con él se armó el proyecto Derribando Muros. Detectamos que algunos chicos faltaban a la escuela y que necesitábamos más inclusión”, dice Erika. “En estos dos años de pandemia perdimos contacto, porque ellos, los gitanos, son de desconectarse. Volvimos a trabajar con Omar para revincularlos. Cuestiones así son fantásticas para recuperar el lazo con las y los gitanos”, agrega Lorena. “La inclusión se trata de que sean parte de la escuela, hoy se vinieron de gala, con sus polleras largas. Ellas se ponen la remera de la escuela, pero hoy están felices de la vida con sus polleras”, concluye la docente.