Hoy, a partir de las 17, se desarrollará una nueva edición de la tradicional ceremonia que rememora a los dos apóstoles, San Pedro y San Pablo. El punto de encuentro será el balneario Saladillo (avenida del Rosario 352 bis) para desde allí caminar hacia la fogata, que se realizará en la plazoleta Julio Oksanich (Parque Regional Sur-barrio Saladillo).
La actividad es libre y gratuita y tiene como fin recrear la popular celebración cristiana asociada al antiguo ritual con que se recuerda a los apóstoles de Jesús.
El recorrido comenzará a las 17.30 hacia la plazoleta Julio Oksanich, en el Parque Regional Sur, partiendo de avenida del Rosario, luego tomará avenida Argentina hasta el encuentro del brazo seco del arroyo Saladillo. Desde allí continuará hasta Sánchez de Bustamante, doblando en calle Los Andes hasta avenida Centenario (donde se ubica la plazoleta).
La fogata se encenderá a las 18.30 en la enorme montaña de leña que estará emplazada en el parque y allí los muñecos se convertirán en fuego.
Previamente, en la Escuela Municipal de Artes Plásticas Manuel Musto, ayer se realizó una jornada de producción de muñecos para la fogata.
A partir de cajas, telas, cartones, papeles y maderas se construyeron los muñecos que se quemarán hoy.
Las actividades son organizadas por la escuela municipal Musto, la Secretaría de Extensión Universitaria de la Facultad de Humanidades y Artes y el Centro Municipal Distrito Sur.
Tradición cultural
La fogata de San Pedro y San Pablo es una antigua celebración pagana y religiosa que une el tributo al fuego en sus diferentes significaciones y simbologías con la sacralidad.
El 29 de junio se conmemora a San Pedro, primer Papa de la Iglesia Católica, y a San Pablo, el gran apóstol de los gentiles, quienes, según la tradición, fueron ejecutados alrededor del año 67 por orden del emperador romano Nerón.
El sentido purificador atribuido al fuego se mezcla con el rito estival (en estas latitudes invernal) de la fogata asociada al martirio de ambos santos.
Por eso, en lo alto de la fogata se colocan los muñecos, que serán quemados como expiación colectiva para rendir homenaje a los santos inocentes. En Argentina, esta celebración forma parte de las tradiciones populares heredadas de la inmigración, que se afianzaron a principios del siglo XX con el surgimiento del barrio como espacio de encuentro, participación e identidad.
Con la expansión urbana, que fue modificando la fisonomía de la ciudad y cambiando las costumbres y las relaciones de vecindad, se tornaron más distantes y reservadas. De allí que las fogatas pasaran a ocupar un lugar sólo en la memoria de la gente.
Recrear estos encuentros que se apropian con espíritu festivo del espacio público (la vereda, la calle, el barrio, la ciudad) fue el motivador para rescatar y resignificar en el presente esta tradición cultural.