Diferentes actores de la comunidad en la ciudad, como la Asociación Africana de Rosario, confirmaron el dato. Y aseguran que hace unos diez años llegaron a ser 60, y hoy quedaron unos 15. Son todos hombres, de entre 20 y 50 años. Llegaron de Senegal, Camerún, Tanzania, Liberia, Ghana, Nigeria, Guinea y Sierra Leona.
Vinieron al país por diferentes medios. Algunos en barco, escondidos como polizones, poniendo en riesgo su vida. Todos con el sueño de salir de África, conseguir un futuro y ayudar a la familia que se quedó allá. Algunos se asentaron. Pelearon para que los aceptaran, superaron las barreras culturales, aprendieron el idioma, consiguieron que les dieran permisos para poner sus puestos, lugares donde vivir y tuvieron hijos con argentinas.
Pero los está expulsando la crisis económica. Las ventas cayeron, la mercadería importada aumentó con los sacudones del dólar, y la ganancia cayó. Se les empezó a complicar alquilar, y algunos recalaron en el duro ambiente de las pensiones. Por eso cada vez llega menos gente nueva, y la mayoría de los que estaban se fue a Europa, Estados Unidos y Canadá. Unos pocos se volvieron a sus países.
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Futuro en crisis
Rodrigue Fotsing (más conocido como "Fox") es camerunés. Tiene 38 años y hace 13 que vive en Rosario. Todos los días, de 8.30 a 18, arma su puesto en la esquina de Rioja y Mitre, frente a un banco y una casa de cambio donde se mueve la plata fuerte de Rosario. Con gestos muy tranquilos y una gorra roja en la cabeza, mientras atiende a dos personas que le consultan precios, cuenta que desde que se disparó la inflación tras las elecciones nacionales del año pasado, todo se vino a pique.
"Como las cosas que vendemos son importadas y aumentaron mucho, tuvimos que bajar la ganancia para que sigan teniendo salida. Nuestros productos no son de primera necesidad. El que no puede comer no se compra una gorra. Hoy la gente prioriza la canasta alimentaria. Por eso dejé de vender camisetas, traer relojes importados y cosas de marca. No hay quien las pague", apunta.
Pero no lo circunscribe solo a los africanos: "Está complicado para todos los puesteros. Pero el argentino tiene más raíces, tiene familia acá. Un extranjero como nosotros que se viene a ganar la vida, no tiene más futuro acá. No le aconsejo a nadie venir mientras la cosa siga así. Nosotros ya sabemos cómo es. Pero Argentina está muy difícil para alguien nuevo", agrega.
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En ese sentido, dice que en el marco de una merma en el consumo, el decreto de necesidad y urgencia (DNU) del presidente Javier Milei que suspendió la ley de alquileres les dio el golpe de gracia: "Algunos se juntaban entre dos o tres para pagar un departamento, pero cuando fueron a renovar contrato les pedían el triple. Eso también expulsó a muchos. Yo también pensé en irme, pero tengo un hijo de 9 años acá", señala.
Otra problemática es la de las remesas: muchos tienen familia que quedó en África, y que dependen de los que emigraron para sobrevivir. Los altos impuestos a los giros de dinero complican más el panorama. "Aunque esté mucho peor que antes, igual estoy pagando la facultad de mis dos hermanas en Camerún. La cuota, porque allá es privada, el alquiler, porque es en otra ciudad, y la comida", manifiesta.
Fox emparenta esta diáspora propia con la de los haitianos (a los que define como "los otros hombres de color en Rosario") que se fueron, y que no tienen puestos de venta ambulante sino que atienden quioscos, trabajan en gastronomía y manejan para Pedidos Ya o Uber. "Ellos habían venido a estudiar, pero el tipo de cambio ya no les sirve. Por eso juntan plata y se van a lugares mejores", indica.
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Gente de sufrimiento
Stephen Amoakohene (más conocido como Steve) llegó en 1999 a Rosario, y fue el primer africano en la ciudad. Sentado en un bar que usa de oficina con un agua saborizada en la mano y vistiendo una gorra de Jamaica, su rostro suda y los dos teléfonos que dejó sobre la mesa no paran de sonar. Dice que la venta cayó un 70% y que quedó una cuarta parte de los africanos que comerciaban en la calle, quienes tienen problemas para obtener las habilitaciones correspondientes.
El referente sostiene que desde que asumió Milei, todo está peor. "A la gente no le alcanza para comer, y no tiene para comprar. Las cosas están caras y tenés que vender barato. La mayoría de los africanos vivimos en una pensión. Este es un trabajo para sobrevivir, no para ser rico", ilustra. Y añade: "Los comerciantes no trabajan y nos echan la culpa, pero la venta va mal para todos. Nos tratamos de poner en lugares en los que no los molestamos, y vendemos mercadería distinta para no tener conflicto", reveló.
En este marco, Steve cuenta que los africanos que llegaban a la ciudad, no vienen más; los ghaneses y senegaleses se están yendo de Argentina. "Se van caminando, a dedo o en colectivo hacia Estados Unidos, cruzando frontera a frontera por tierra. Es que con la venta baja, ya casi nadie puede mandar plata a su país. Yo soy único hijo y le envío ayuda a mis padres en Ghana, que tienen necesidad. Pero desde que me separé, no pude hacerlo más", lamenta.
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Al borde de cumplir 50 años, el fundador de la Asociación Africana de Rosario recuerda su lucha para la aceptación y la legalidad. Fue el primero en conseguir permiso para poner su puesto callejero, luego de un encontronazo con la policía en 2006. Su segundo choque fue durante la gestión de Mónica Fein, con Pablo Seghezzo como titular de Control.
"Llegó en un momento en el que nos quisieron sacar a todos, y yo me presenté para dialogar y trabajar tranquilos. Nos terminamos poniendo de acuerdo, y conseguimos permiso para 25 africanos", recordó. La pandemia los perjudicó fuerte y sobrevivieron con donaciones de los rosarinos, y en los últimos tres años se empezaron a ir. Hoy son solo cuatro los autorizados por las autoridades.
Amoakohene afirma que la Municipalidad los "discrimina", y no les da permisos nuevos ni les renueva a muchos. "El que llega en un barco es un refugiado que no tiene documento. Por eso pedimos que nos den el permiso con la residencia precaria. Pero a mí las actuales autoridades y el Concejo no me reciben y tengo derecho a reclamar, porque soy un ciudadano que vive acá desde hace 25 años", agrega.
Steve siempre estuvo apostado en Rioja y San Martín, pero es uno de los que perdieron esa autorización. "Por ahora ningún inspector me molesta, pero no tenerla me hace sentir inseguro. No quiero sufrir más en la vía pública. Quiero hacer las cosas bien. Venimos de un continente sufrido y necesitamos trabajar. Siempre respetamos. ¿Qué quieren, que vayamos a robar? Somos comerciantes. Ninguno consigue trabajo de otra cosa", se queja. Y esa pregunta retórica queda flotando en el aire.
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Conflicto por colectividades
La comunidad de la Asociación Africana de Rosario está al borde de quedarse afuera de la inminente Fiesta de Colectividades 2024. Problemas internos entre dos facciones están complicando que cumplan los requisitos para presentarse, derecho que se ganaron tras años de lucha. Así lo cuenta Amoakohene, uno de los fundadores: "Al principio no teníamos documentación, y nos establecimos poniendo como presidenta a una argentina que nos prestó su nombre", inicia.
Steve revela que esa mujer es ahora su ex esposa, y la separación hace un año catapultó esa disputa personal a la asociación. "Su mandato se terminó, y no quieren cumplir con el reglamento para que podamos elegir a las nuevas autoridades", se queja. El ghanés postula a su hija Briana, de 21 años, fruto de un anterior matrimonio. De hecho, organizaron una asamblea en la que la eligieron presidenta, pero no fue declarada como válida por la Fiscalía de Estado, que invitó a la otra parte a realizarla.
El lapso legal ya se cumplió, y la reunión no fue convocada, por lo que Amoakhohene denuncia que no existe actualmente democracia interna en la asociación, por la que se llegó a encadenar frente a la Municipalidad en medio de una lucha que duró 7 años hasta que los dejaron ingresar a la tradicional celebración de las colectividades rosarinas. "Todos los africanos tienen derecho de presentarse. Estos son mis bailes, mi bandera, mis comidas típicas y mi cultura de Ghana, y se quieren quedar con eso", cierra.