Sobre los 320.532 hogares que hay en Rosario, 68.302, dos de cada diez, están habitados por una sola persona. Y en el 42 % de esas viviendas, casi 25 mil, vive alguien que tiene más de 65 años. La mayoría corresponde al distrito centro, donde hay 11.921 casas con esta realidad, un número que quintuplica con creces a las ubicadas en el oeste y sudoeste. Pero, en rigor, en el área central las viviendas unipersonales están habitadas también por mucha gente joven que, o bien vino a estudiar a Rosario, optó por independizarse del núcleo paterno o simplemente prefiere no compartir casa. En los otros distritos de la ciudad los adultos mayores que viven solos tampoco son pocos: en el norte hay 4.268 y en el sur 4.210, y en ambos casos representan más de la mitad de los hogares unipersonales.
Según el último censo nacional de 2010, la franja de más de 65 años en la ciudad representa el 12,3 % del total de la población, cuando en 1960 el porcentaje llegaba apenas al 6,9.
Para más datos: desde hace 50 años la población total en el departamento Rosario creció 78,2 %, mientras que la de los adultos mayores aumentó el 216,4 %. El porcentaje es impresionante si además se lo compara con la franja que va de cero a 14 años, que en el mismo medio siglo sólo subió 56,2 %. El envejecimiento poblacional, un fenómeno mundial, es evidente también a escala local.
De hecho, la directora de Adultas y Adultos Mayores de la Municipalidad, María Alcira Scarpone, sostiene que en ese segmento se advierten tres tendencias: la feminización de la vejez, el envejecimiento de los mayores de 75 años (por creciente sobrevida) y las personas que viven solas.
La feminización de la vejez obedece simplemente a que, hasta ahora, las mujeres viven más que los hombres. La imparable incorporación de trabajadoras al mundo laboral podrá cambiar las cosas. "Pero ese impacto aún no se ha medido", aclara.
El otro fenómeno, el envejecimiento de mayores de 75, se debe a la sostenida prolongación de la vida, que según el último reporte de la Organización Mundial de la Salud llegó este año en Argentina a 76,3, promedio entre los 79,9 de las mujeres y los 72,7 de los varones, mejorando la media de 75,5 del 2010.
Y respecto de la tercera tendencia, la de que cada vez más adultos mayores vivan solos, el país supera la media mundial: a nivel internacional, el porcentaje es del 13 % de la población, mientras que en Argentina llega al 18,8, unas 1.050.000 personas.
Por los barrios
En lo que hace a Rosario, los hogares unipersonales de personas de más de 65 años suman 28.464. De ellos, la mayor parte, 11.921, está en el centro. Los distritos con menos gente grande viviendo sola son el oeste y el sudoeste, justamente "los que concentran la población con mayor pobreza y vulnerabilidad".
Es por eso que el programa de los Centros de Actividades Integrales para Adultos Mayores tiene mucha más presencia en los barrios, sobre todo orientados a las mujeres que "históricamente fueron relegadas en el seno de sus familias", hayan o no trabajado, y quedaron solas por viudez o separación.
Según explica Scarpone, muchas de esas mujeres viven solas, algo que "quizás se bancan mejor que los hombres porque han tenido otras trayectorias en la vida familiar, barrial, escolar, social". Incluso desde lo más cotidiano: en los barrios, el "contacto con la vecina, la mateada con la escoba"; en el centro "con el buraco". O los viajes grupales, las salidas al cine y al bar con amigas. "Sin generalizar, mayoritariamente la mujer vive sola más por voluntad personal, mientras que el hombre lo hace recién cuando se queda solo".
"Aún estamos ante cohortes de hombres que trabajaron hasta los 65 y no tuvieron más vida social que la de sus familias", dice la funcionaria, por lo que "al salir del mundo laboral tienden a quedarse en su hogar".
Scarpone sostiene que hoy la vejez "se extiende y en cierto sentido se posterga, porque se acorta el período de deterioro, que empieza más tarde y por eso dura menos. En el medio no hay «viejos jóvenes» ni «jóvenes con años acumulados», sino personas que, como todos, envejecen casi desde su nacimiento y que están viviendo una etapa que se complejiza. Lo importante es que se puede ser viejo y tener una vida con más proyectos, con más actividad, más autonomía", asegura.
De todos modos, recuerda que no se puede hablar de "vejez", sino de "vejeces", ya que "hay trayectorias diferentes de vida personal, contextos sociohistóricos, lugares distintos de nacimiento" que condicionan fuertemente cómo se vive esa etapa: "No es lo mismo la vejez en la Puna, que en Buenos Aires, que en sur, a pesar de los universales que se promocionan".
Pero es obvio que tampoco faltan problemas a esa edad. Desde la soledad ("no confundirla con el vivir solos"), la estrechez económica, la inseguridad que expone a riesgos o la falta de "ayudas necesarias para la vida cotidiana", hasta "carecer de ese «buen día, cómo estás, cómo te va», que hace sentir un afecto cercano" y del que no todos los adultos mayores gozan.