La tarjeta tiene fondo azul, muestra muchas manos entrelazadas y dice "es tiempo de estar abrigado, de dormir calentito, de sentirse acompañado". Ese mensaje acompañó cada una de las más de cien prendas que los alumnos de la escuela de Educación Técnica Profesional Gregoria Matorras de San Martín donaron al refugio Sol de Noche. Son cuelleras, buzos, camperas y mantas confeccionadas en los cursos de la escuela de zona sur, diseñados especialmente para quienes se acercan a dormir al albergue. Una tarea especial, para derretir el frío.
La escuela de Virasoro y Colón es la única pública donde se puede cursar en forma gratuita la tecnicatura en indumentaria y productos de confección textil. Y también se dictan cursos de formación profesional relacionados con el rubro, como corte y confección, moldería, artesanías en cuero y eco cuero, macramé y telar, entre muchos otros.
Y todos los años los años, profesores y alumnos, llevan adelante algún proyecto solidario. Hicieron batitas y gorritos para la Maternidad Martin y pijamas para los chicos internados en terapia en el Vilela.
Durante los primeros días de abril, cuando el pronóstico meteorológico anunciaba el invierno más crudo de las últimas décadas, los futuros diseñadores, costureros y especialistas en moldería decidieron encarar un proyecto más grande: producir ropa de abrigo para personas en situación de calle.
"No sólo la idea surgió de ellos, sino que también se encargaron de buscar las donaciones de telas para confeccionar las prendas y trabajaron muy rápido porque cuando comenzamos ya estaba asomando el invierno", cuenta Flavia Villalba, una de las docentes a cargo de la iniciativa.
Después se contactaron con los voluntarios del refugio Sol de Noche para consultarlos sobre las necesidades del lugar y los talles de ropa más requeridos.
Y, mucho trabajo mediante, produjeron las 80 cuelleras de colores y 40 buzos que unos días antes del comienzo de las vacaciones de invierno, recibieron los voluntarios del albergue.
Para Villalba, la propuesta movilizó a tal punto a los alumnos de los distintos cursos que lograron "en tiempo record" conseguir que varias fábricas textiles les donaran retazos y hasta un rollo completo de 36 metros de frisa rayada que sirvió para confeccionar los buzos y camperas.
"Son actividades que realmente motivan a los alumnos. Los profesores sólo tenemos que proponerla y ellos se ponen al hombro la tarea", destaca.
Con olor a nuevo
Las prendas, con olor a nuevo y amorosamente dobladas con tarjetitas de color azul, llegaron el lunes al refugio Sol de Noche. "Fueron recibidas con mucha emoción, porque era una donación muy personal, ropa que había sido confeccionada pensando especialmente en las personas que llegan al refugio", señala Jorgelina Calderón, voluntaria del alberque que recibe cada tarde a unas 60 personas.
Y destaca que si bien la casona de pasaje Marconi 2040, en la zona oeste, se gestiona a partir de donaciones; pocas veces lo recibido está particularmente dedicado. "Una vez una escuela nos donó desayunos, hechos completamente por los alumnos desde las bandejas hasta las galletitas, pero no mucho más", recuerda Calderón.
Desde que comenzó el frío, el Sol de Noche estuvo casi completo todos los días, "apenas nos quedaba una o dos camas libres y tuvimos que agregar más camas de mujeres porque recibimos este año a más mujeres y más personas jóvenes en situación de calle", apunta.
Por estos días, el albergue necesita sólo alimentos perecederos (carne, pollo, verduras y lácteos) y galletitas, condimentos, caldos y azúcar, maquinitas de afeitar, desodorante, talco y toallones y sábanas.
alegría. Las prendas fueron entregadas a comienzos de la semana. Había cuelleras, mantas, buzos y camperas.