La dueña de la librería más antigua de Rosario, Amalia Longo, murió este jueves a última hora a los 92 años. Llevaba adelante el timón de Americana, un local condecorado como una de las librerías más emblemáticas de la ciudad, que cumplió 115 años de labor en el casco histórico de Rosario.
La partida de Coqui, como la llamaban cariñosamente, se hizo pública la noche del jueves a través de uno de los espacios dedicados a la historia rosarina en Facebook: “Partió “Coqui”, y con ella se va el recuerdo de un modo de atención personalizada que hacía grato al cliente visitar ese mundo fantástico de obras de segunda mano que escondían muchas veces, verdaderos tesoros literarios”.
La librería Americana, ubicada en Sarmiento 1173, abrió sus puertas por primera vez el 2 de agosto de 1908 por Alfonso Longo, padre de Coqui e inmigrante siciliano. Con el tiempo, Coqui y Amanda, su cuñada, se hicieron cargo de la librería.
Amanda de Longo falleció a la edad de 102 años en 2017, con lo que Coqui llevó adelante por sí misma el negocio familiar hasta que en 2019, un chapón enorme tapó la librería en señal de futuras refacciones. Si bien fueron desmentidas las versiones que indicaban el cierre del local, la verdad vino acompañada de la triste noticia de la liquidación total de los libros: Coqui, sola y sin nadie que pueda hacerse cargo de la librería, comenzó a avizorar el fin de la historia de un entrañable espacio cultural rosarino.
Un viaje en el tiempo
“Es la típica librería de usados”, la definió una vez el escritor y periodista rosarino Reynaldo Sietecase, quien apuntó que la señora jamás quiso modernizar el edificio o renovar el negocio con un bar para atraer clientes: “No les tengo paciencia”, contestó ella al ofrecimiento del periodista a traer poetas y novelistas para conmemorar el siglo de existencia de la librería.
El edificio se sostuvo siempre con las mismas características que cuando abrió sus puertas, con las mismas vidrieras y persianas de aquella época. Las estanterías, mesas de saldos, expositores, cartelería, pinotea, muebles de roble, una máquina de escribir Woodstock y las imágenes gauchescas que imprimía Alfonso Longo permanecieron siempre en sus paredes.
Amalia era la menor de cinco hermanos y quien se quedó con la librería, la cual atendieron todos los días a los curiosos que entraban por sus puertas, según contó a La Capital, salvo cuando se llevaron detenidos a Alfonso y a su hijo Domingo, por vender "textos eróticos": uno de los pecaminosos títulos que incautó Moralidad Pública fue "Fanny, una mujer ardiente. Una novela histórica de libertinaje".
En otra oportunidad, escaparon por horas de las garras censoras de la dictadura: "Un hombre hojeó toda una mañana el libro 'Historia de las revoluciones', de editorial Codex. Por la tarde lo vendimos y al día siguiente, aquel hombre entró, mostró su credencial de policía y nos pidió el ejemplar. Por suerte ya no lo teníamos", contaron Coqui y Amalia.