Durante los seis días en que visitó Chile y Perú, el infatigable Papa Francisco ofició cinco misas, subió y bajó de los aviones que le llevaron a seis ciudades en los dos países, repartió abrazos y bendiciones a un pueblo necesitado de aferrarse a un símbolo para esperar un cambio de suerte, y no dejó de dar titulares en este viaje, el primero de un pontífice a esos países en más de treinta años. Pero para muchos el tema doloroso de la pedofilia dañó esta agitada gira pontificia.
A pesar de erigirse en defensor de las causas de indígenas, migrantes, medio ambiente, los olvidados de la globalización o la violencia contra la mujer y criticar la corrupción, el balance de este sexto viaje por los dos países está empañado por los abusos sexuales de religiosos que tanto daño han hecho a la imagen de la Iglesia católica, en particular en Chile. Abogado de la tolerancia cero con los abusos, Jorge Mario Bergoglio, de 81 años, desperdició una oportunidad de oro para restañar las sangrantes heridas de la Iglesia chilena, en el país más rico de la región que pierde ovejas a pasos de gigante.Su defensa firme del obispo chileno Juan Barros, acusado de encubrir a un sacerdote condenado al ostracismo por el Vaticano por interminables abusos sexuales a menores en los años 1980 y 1990, opacó sus actos de contrición y sus declaraciones de "dolor y vergüenza" por los abusos de curas pederastas. Su reunión con víctimas de abusos en Santiago no le impidió sin embargo tildar de "calumnias" las acusaciones contra el obispo Barros, del que se despidió afectuosamente con un abrazo en Iquique.
Una declaración de la que se ha desmarcado el cardenal Sean O' Malley, nombrado hace tres años al frente de una comisión ad hoc para investigar los casos de pedofilia en la Iglesia. Para el arzobispo de Boston, "las palabras del Papa fueron fuente de gran dolor para las víctimas". Y, para sorpresa de muchos, ayer O'Malley estuvo en Lima. Inevitablemente, el último día de actividades de Francisco en Perú estuvo marcado por la presencia del cardenal O'Malley. Es presidente saliente de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, un organismo que creó Francisco hace tres años y no tiene por ahora fecha de renovación. La presencia tan especial del cardenal fue confirmada por la Sociedad Misionera de Santiago Apóstol, que había informado al diario limeño El Comercio de la presencia de O'Malley en Perú. Posteriormente, el arzobispo de Boston concelebró con el Papa la misa masiva con la que Francisco se despidió del país.
Pero el tema del obispo Barros en la gira de Francisco a Perú no reflotó solo por las declaraciones de O'Malley. El sábado, durante la misa del Pontífice en Trujillo, el diario limeño La República destacó la presencia en la ceremonia del arzobispo de Piura y Tumbes y miembro de la cúpula del Sodalicio de Vida Cristiana, José Eguren, quien está acusado de encubrimiento de los abusos sexuales y físicos en esa organización católica.
La herida abierta por los abusos pedófilos de sacerdotes quedó lejos de saldarse con la visita pontificia. "Francisco condenó el femicidio, habló a favor de los indígenas y denunció la corrupción política, pero será recordado por la defensa equivocada", dijo a Associated Press Andrew Chesnut, profesor de estudios religiosos de la Universidad Virginia Commonwealth. Por ello, coinciden analistas, esta es quizá la gira más caótica que el Papa ha enfrentado en el continente desde que asumió en 2013.