Roma.- Tenía 38 años, era argentina y se llamaba Andrea Fabiana Pasamonti. Murió
en la madrugada del lunes por el terremoto que sacudió a L'Aquila, Italia. No fue la única. Su hija
de cinco meses, Ludovica y su pareja Antonio "Tonino" Centi también fallecieron entre los
escombros.
La identidad de la mujer demoró en trascender porque, como el resto de su familia, tenía
doble nacionalidad: argentina e italiana.
La tragedia se produjo donde vivía la familia, en el pueblo de Onna, el más arrasado por el
terremoto que devastó a la provincia de L'Aquila.
Sobre 450 habitantes de este centro situado a pocos kilómetros al este de la capital
provincial fueron alineados 40 cuerpos, cada uno dentro un féretro, en un parque bajo un árbol en
el centro de Onna, donde no hay esperanzas de encontrar a nadie vivo.
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, se trasladó hoy a la región de
Los Abruzos, golpeada ayer por un fuerte terremoto de 6.3 en la escala Richter que ha devastado la
zona. En tanto, una nueva réplica del sismo se registró en horas de la tarde, con una magnitud
de 5.7 grados en la escala Richter, que se suma a los temblores que se habían
registrado anoche y esta mañana. Esta vez, los temblores llegaron a percibirse en Roma,
ciudad que dista a 100 kilómetros al este de la región más castigada por el
fenómeno. Mientras, la cifra de muertos asciende a 228.
En tanto, los equipos de rescate se centran en la búsqueda de las
víctimas que aún puede haber bajo los escombros a los que han quedado reducidos miles de casas y
edificios. Berlusconi ha informado de que a esta hora son 15 los desaparecidos. Un total de 7.000
personas trabajan para encontrar a estas personas.
El Gobierno de Berlusconi, que ayer declaró el estado de emergencia, declaró día de
luto nacional. Hoy, ya desde la región afectada, fue actualizado el trágico balance del
seísmo: 228 muertos, 17 de ellos sin identificar; 100 heridos graves; 15 desaparecidos y más de
70.000 personas se han quedado sin hogar.
Nuevos temblores
Un poderoso temblor remeció esta tarde las zonas devastadas por el sismo en el centro de Italia,
obligando a rescatistas y vecinos a huir de los edificios dañados en L'Aquila el martes. Bloques de
hormigón cayeron de los edificios y el temblor se sintió incluso en Roma. Sismólogos de Italia y
Estados Unidos no pudieron determinar en principio la magnitud del temblor pero se estima que
alcanzó entre 5,5 y 5,7 en la escala Richter.
Mientras tanto, varios nuevos sismos se habían sentido a lo largo de la
madrugada y la mañana. El suelo vibró y los vecinos de L'Aquila volvieron a sentir pánico en
mitad de un gran alboroto. Las réplicas no dan tregua a los habitantes de esta ciudad. Esta noche
ya saltaron las alarmas. A las 23.57, y con una magnitud de 3,8 grados en la escala de Richter, la
tierra ha vuelto a temblar en los alrededores de las ciudades de L'Aquila, Barreto y Scoppitto.
Pasada la 1.15 de la madrugada, una nueva sacudida, esta vez de 4,8 grados, se sintió de nuevo
sobre la zona. Por ello, Berlusconi ha recomendado a la población que "no entren en sus casas".
L'Aquila, epicentro del sismo, parecía bombardeada. El miedo se ve en la cada cara de cada
ciudadano, como en la de Magdalena León, una española que vive en L'Aquila como profesora. "Sentí
como temblaba todo, sentí como se movía la cama", dice entre lágrimas.
Grandes destrozos
Prácticamente todos los inmuebles de L'Aquila muestran importantes desperfectos, incluidos
varios de los magníficos edificios históricos y las iglesias que adornan la bella ciudad medieval,
capital de la región de Los Abruzos, de 68.000 habitantes. Algunos edificios se han derrumbado por
completo, muchos enseñan sus entrañas desnudas a las calles repletas de escombros y detritus.
Una mujer sentada a pocos metros, se sobresalta. Sus dos hijas están ahí abajo. De 22 y 24
años, vivían en un piso en la primera planta y estudiaban en la universidad local. "Volvieron a
L'Aquila el domingo por la noche, a las 23.30. Tenían clase la mañana siguiente", dice Marcella.
Las lágrimas se asoman, pero la madre las mantiene ahí, en el borde de los ojos. Repite varias
veces, como en una letanía, la palabra "clase". La interrumpen las excavadoras, que reanudan su
acción.
Un poco más allá, ante otro edificio derrumbado, Renato Salvarese, de 49 años, trata de
echar una mano. Fue otro de los que primero se lanzaron entre los escombros durante la noche. Unas
monjas que gestionan una residencia para ancianos le describen como un héroe. "Se me murió un
chaval, Andrea, entre las manos, hostias. Sólo decía 'sacadme, por favor, sacadme'. Nada más. Le
sacamos, pero demasiado tarde", dice Salvarese, y no hay nada más que añadir.
Este hombre, oriundo de la Campania, vivió otro tremendo terremoto que las fallas geológicas
de la zona provocaron en 1980, un centenar de kilómetros más al sur. Más de 3.000 murieron
entonces. El temblor de ayer pudo sentirse en gran parte del país, desde la región de Emilia
Romagna hasta Nápoles.
En la parte nueva de la ciudad, miles de personas deambulaban aparentemente sin rumbo. Se
sienten más seguros en los espacios abiertos, ante las constantes réplicas. Muchos pasarán esta
noche en tiendas de campaña instaladas en los dos centros deportivos de la ciudad, que no dan
abasto. Otros dormirán en sus vehículos.