La palabra ciberbullying ("ciberacoso", en español) apareció por primera vez en un artículo del diario The New York Times en 1995. Sin embargo, si hoy se la googlea, se encuentran aproximadamente 3.250.000 resultados en segundos.
La palabra ciberbullying ("ciberacoso", en español) apareció por primera vez en un artículo del diario The New York Times en 1995. Sin embargo, si hoy se la googlea, se encuentran aproximadamente 3.250.000 resultados en segundos.
El rápido crecimiento del término refleja su triste prevalencia: dos de cada cuatro casos de maltrato escolar se manifiestan a través de Internet. En la Argentina, cada año se registran aproximadamente 6.000 denuncias por ciberacoso infantil, lo que ubica al país en el segundo lugar de América latina con más delitos de este tipo, según la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura). Ciberbullying es un término que se utiliza para describir cuando un niño o adolescente es molestado, amenazado, acosado, humillado, avergonzado o abusado por otro niño o adolescente, a través de Internet o cualquier medio de comunicación como teléfonos celulares o tablets. Se caracteriza por que el acoso se da entre dos iguales, en este caso, menores.
Es importante distinguirlo, ya que existen otras prácticas en la que se involucran adultos y que se denominan simplemente ciberacoso o acoso cibernético, con las consecuencias legales que tienen los actos de un mayor de edad en contra de un menor.
El ciberbullying no es algo que ocurra una sola vez y además se presenta de distintas formas, desde insultos, discriminación o burla sobre características físicas, forma de vestir, gustos, hacer pública información o fotografías que avergüenzan a la víctima, robo de identidad y suplantación, hasta amenazas de daño físico y otros cargos que pueden ser tipificados como delincuencia juvenil.
Si bien tanto el ciberacoso como el acoso cara a cara comparten muchas de las mismas características y consecuencias dañinas, la forma de acoso en Internet tiene diferencias esenciales que son importantes destacar: el hostigamiento digital no tiene descanso, el alcance es total y lo ven personas fuera del círculo social que lo ejecuta. También se torna más agresivo porque no hay registro de la reacción del otro debido a la distancia física. Los acosos van desde la realización de “memes”, la exclusión de grupos de WhatsApp o inclusión para agresiones y más.
Brenda Morrison, especialista en el tema, define con más detalle la naturaleza del ciberacoso:
• La persona que acosa no ve el dolor en la otra persona.
• Humillante: el público puede ser el mundo entero, para siempre.
• “Prácticamente” anónimo: puede ocultar la identidad del ciberacosador o permitirle hacerse pasar por alguien. No saber quién acosa aumenta la
inseguridad y el malestar.
• Parece ineludible: a diferencia del acoso tradicional, los niños pueden escapar de él cuando abandonan el espacio, pero el ciberacoso te sigue a donde quiera que vayas. Además, el ciberacoso suele dejar un rastro que nunca se borra, por la permanencia digital de Internet. Es decir, incluso si alguien elimina algo dañino, es probable que quede un registro. Uno de los grandes problemas del acoso cibernético es que no termina.
Todo acoso provoca daño y el impacto del ciberbullying en la salud mental de las víctimas es muy alto. Pueden experimentar depresión, aislamiento social, baja autoestima, dificultad para dormir o pesadillas frecuentes. Pérdida abrupta de amigos o evitar situaciones sociales. En los casos graves pueden tener pensamientos o intentos de quitarse la vida. También, obviamente el ciberacoso puede afectar negativamente el rendimiento académico. Es precisamente esta repentina bajada de las notas lo que puede dar pistas a los padres o docentes de que algo no va bien. En la mayoría de los casos, los acosadores conocen a la víctima en persona, lo que significa que es muy probable que sean alumnos del mismo colegio. Faltar a clase de manera frecuente o fingir estar enfermo son algunas de las señales que indican que la victima está evitando encontrarse cara a cara con su acosador.
Si bien es fundamental el rol de los padres para luchar contra este tipo de agresiones, también el sistema educativo tiene una función fundamental con la obligación de abordar las cuestiones de seguridad en Internet.
Las escuelas deben brindar a los niños, niñas y jóvenes las capacidades y conocimientos necesarios para identificar y denunciar la violencia en redes sociales y protegerse contra las diferentes formas en que puede presentarse, ya sea por parte de sus compañeros o de los adultos.
Algunas acciones que pueden hacer las escuelas incluyen:
* No minimizar ni exagerar la situación, aceptar lo ocurrido y acompañar
* Dialogar y evitar mantener en secreto la situación para no aumentar el aislamiento de la víctima; no fomentar la venganza ya que esa actitud lleva a mayor violencia y no soluciona el conflicto
* Evitar que los chicos y chicas compartan información que perjudica a otra persona; supervisar.
Es necesario que familias, docentes y personas adultas pongamos el cuerpo para apoyar, guiar y cuidar a los chicos y chicas en su tránsito por el mundo digital, en donde cada vez ponen en juego más aspectos de la vida privada e íntima. Es necesario que sepan que no están solos y que van a ser escuchados. Cuanto más hablemos sobre ciberbullying, mejor.
Por Nachi Saieg