La creencia de que es necesario dormir ocho horas de un solo tirón no solo es relativamente reciente, sino “antinatural”. Lo dice un estudio realizado por el historiador Roger Ekirch sobre los distintos patrones de sueño a lo largo de la historia. La investigación se realizó en un periodo de dieciséis años y permitió recopilar gran cantidad de información. El dato que más llamó la atención es que durante la Edad Media todo el mundo dormía dos veces por noche.
En la Edad Media, y probablemente antes, se dormía en dos turnos cada noche, aproximadamente cuatro horas cada vez, separadas por una hora o dos de vigilia, dedicadas a tareas de casa, leer o escribir, reflexionar o charlar con la pareja. Además, se recomendaba practicar sexo durante ese periodo. Ese patrón de sueño desapareció hace apenas unos doscientos años, coincidiendo con la llegada de los sistemas de iluminación de las viviendas y calles y la revolución industrial.
Según Ekirch, la iluminación artificial es la principal causa por la que se modificó el patrón del sueño, e incluso lo compara con “una droga a la que estamos constantemente expuestos” y que “provoca una alteración de nuestros niveles hormonales” que, a su vez, afecta a nuestro ciclo del sueño.
Para el estudio, Ekirch contó con la colaboración del investigador Thomas Wehr, quien reprodujo las condiciones en las que dormían nuestros antepasados para un experimento en el que se evitó exponer a los sujetos a la luz artificial durante un mes. Pasadas dos semanas, todos los participantes mostraban el mismo patrón de sueño en dos periodos.
Los investigadores concluyeron que ese periodo de vigilia intermedio era importante para reducir el estrés y para el bienestar general de la persona, un momento de calma en el que reflexionar sobre el día anterior, los sueños vividos durante el primer periodo o simplemente no hacer nada y relajarse un rato.
Así que la humanidad de la Edad Media tenía un “sueño bifásico” en lugar de “monofásico” como hacemos ahora. La investigación halló documentos que indican que el sueño bifásico no era algo únicamente de la Edad Media, si no que se inició al menos desde el S.VIII a.C. hasta finales del siglo XX. En lugar de dormir de 0 a 8, dormían de 9 a 1 de la mañana, estaban 2 o 3 horas despiertos, y volvían a dormirse otras 4 horas.
Parece ser que la primera fase de sueño la utilizaban para tener un pequeño descanso después de pasar todo el día trabajando o jugando en el caso de los niños para, más tarde, socializar, tener sexo con la pareja, realizar tareas domésticas, vigilar a los animales de la granja y otras tareas. Después de esas dos o tres horas de vigilia, volvían a dormirse con el fin de empezar con energía el día siguiente.
Thomas Wehr quiso conocer además si realmente, a nivel evolutivo, teníamos un “sueño bifásico”. Para ello, optó por exponer a un grupo de personas a un fotoperíodo distinto al actual. Cuando los individuos normales fueron transferidos de un fotoperíodo convencional de 16 horas a un fotoperíodo experimental de 10, sus episodios de sueño se expandieron y generalmente se dividieron en dos episodios simétricos, de varias horas de duración, con un intervalo de vigilia de 1 a 3 horas entre ellos.
Un dato muy importante: la duración de la secreción nocturna de melatonina y de la fase nocturna de aumento de la somnolencia también se expandió, lo que indica que el tiempo de los procesos internos que controlan el sueño y la melatonina se había modificado por el cambio en fotoperíodo.
Parece ser que realmente estamos adaptados para tener un sueño bifásico. A pesar de ello, de la misma manera que nos hemos tenido que adaptar a dormir en uno monofásico, hemos que adaptarnos a muchas otras cosas por la sociedad en la que vivimos actualmente, como la de estar todo el día sentados.