Un equipo de egiptólogos de Alemania descubrieron una máscara de momia bañada en oro en Sakara, Egipto. La máscara es de la época entre 664 y 404 antes de Cristo, la última fase de la dinastía egipcia saíta antes de la conquista de Egipto por Alejandro Magno. Los arqueólogos descubrieron además un taller de momificación, con potes con aceites y otras sustancias para embalsamar los cuerpos.
Según arrojaron los primeros análisis en el Museo Egipcio de El Cairo, la máscara está hecha fundamentalmente de plata, pero una parte está bañada en oro. Fue encontrada sobre la cara de una momia. Los investigadores la detectaron en un féretro de madera muy deteriorado y cubierto de ornamentos que indican que la momia podría ser de un sacerdote de las diosas egipcias Mut y Nut.
Los egiptólogos destacaron la importancia del hallazgo. “Hasta ahora se han conservado unas pocas máscaras de metales preciosos porque la mayoría de las tumbas de los dignatarios fueron saqueadas en la Antigüedad”, señaló Ramadan Badry Hussein, director de las excavaciones del equipo germano-egipcio. Hasta ahora se conocen solo dos máscaras mortuorias de tumbas particulares del Egipto antiguo, la última hallada en 1939.
Los científicos encontraron la máscara en una excavación de grandes dimensiones en Sakara, en la que trabajan desde 2016 con tecnología tridimensional. La ciudad se encuentra cerca del río Nilo, a pocos kilómetros al sur de El Cairo.
Tallados en jeroglífico
La misión alemana y egipcia descubrió además un taller de momificación que guarda aún los cuencos con los nombres de aceites y sustancias de embalsamamiento. Sirvieron para transfigurar los cuerpos en momias y, 2.500 años después, han vuelto a aparecer a los pies de la pirámide de Unas, entre las ruinas de Sakara, uno de los cementerios más antiguos del mundo. Los recipientes que albergaron los aceites y sustancias empleadas en el embalsamamiento, con sus nombres tallados en jeroglífico, informan sobre el ritual que precedía a la lujosa “vida de ultratumba” de los cortesanos de la última era faraónica, en la Antigüedad tardía conocida como “helenística” por la influencia del imperio que creó Alejandro Magno en todo el Mediterráneo oriental. “Es realmente un hallazgo fantástico. Hemos descubierto un taller de momificación y todo un complejo de estancias dedicadas al proceso. Lo novedoso es que estamos ante un espacio muy amplio en el que hemos localizado recipientes para aceites y sustancias usadas en la momificación con sus nombres y etiquetas”, relata el arqueólogo Ramadan Badri, director de la misión germano egipcia de la universidad de Tubingen que desde hace dos años excava en la zona sur de la necrópolis de Sakara.
Una veintena de cuencos y potes utilizados en la mezcla de los líquidos han emergido de la sala de los embalsamadores, una oquedad a unos 13 metros de profundidad que asoma en mitad del descenso a un pozo horadado al sur de la pirámide de Unas, el último rey de la dinastía V y la más pequeña de las construcciones erigidas en su época. Entre los hallazgos, figura media docena de bols de medida que muestran aún en demótico e hierático los nombres de aceites y sustancias y contienen, en algunos casos, las instrucciones del proceso. “El lugar es una auténtica mina de oro para saber la composición química de los aceites. A través de ellos podremos determinar las recetas exactas”, desliza, esperanzado, Badri.
Un equipo de químicos tratará de descifrar el tesoro desenterrado y exhibido ayer durante la multitudinaria rueda de prensa organizada por el ministerio de Antigüedades egipcio para anunciar un nuevo hallazgo bajo las arenas de Sakara, un complejo ubicado a unos 40 kilómetros al sur de El Cairo y que—junto a las de Abusir, Sakara y Giza— son Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Con la pirámide escalonada de Zoser, la construcción en piedra más longeva del planeta, despuntando por el horizonte, el yacimiento arroja luz sobre los rescoldos de la última era del Antiguo Egipto, la de los faraones de la dinastía XXVI que gobernaron Egipto antes de la conquista de los persas en el 525 a.C. Un siglo que la historia bautizó como período saíta, porque la corte estableció su sede en la ciudad de Sais, emplazada en el delta del Nilo. “Es un gran descubrimiento. Es la primera vez que hallamos un lugar de embalsamamiento como éste”, apunta Tarek Taufik, director del Gran Museo Egipcio que se construye a un tiro de piedra de las pirámides de Giza, segundos después de abandonar las profundidades de la oquedad.