Involucrado desde el principio con el proyecto cultural de los cuatro gobiernos del Partido de los Trabajadores de Brasil entre 2003 y 2016, el dos veces ministro de Cultura, sociólogo, gestor cultural y ambientalista bahiano Juca Ferreira alertó sobre la "difícil situación política" de su país luego del "desplazamiento ilegal" de la presidenta Dilma Rousseff —destituida a través de un impeachment el 31 de agosto pasado—, pero dijo ser "optimista a mediano plazo" al entrever el futuro de Brasil, gracias a encuestas que indicarían que Lula da Silva podría volver a ser presidente.
Ferreira fue invitado por el Gobierno de Santa Fe, a través del Ministerio de Innovación y Cultura y del proyecto Santalab, para participar del llamado Festinn, primer Festival de Innovación Ciudadana de Argentina, en el que debatirá temas como innovación social y ciudadana, trabajo colaborativo y gobierno abierto. El también dos veces concejal de São Salvador da Bahía y secretario de Cultura de la Municipalidad de São Paulo estará el martes en Rosario, desde las 19, en la Plataforma Lavardén (Mendoza 1085), y un día antes en Santa Fe.
Y, según dijo, se referirá también al "papel de la cultura en un proyecto de Nación" y como vehículo "para enriquecer la política y las alternativas"; a "la muy rica" experiencia en el Ministerio de Cultura de Brasil "que infelizmente fue interrumpida con el desplazamiento ilegal de la presidenta Dilma (Rousseff)"; y a la posibilidad de colaborar con los gobiernos locales, ya que "estamos dedicados a un proceso de sistematización de nuestra experiencia en el Ministerio de Cultura de Brasil porque es un patrimonio no sólo de la cultura brasileña sino que creemos que puede servir también para ayudar al desarrollo cultural de América latina".
—¿Cree usted que el nuevo gobierno en Brasil (encabezado por el presidente Michel Temer) es parte constitutiva de un proyecto cultural más amplio?
—La primera medida del gobierno golpista fue intentar extinguir el Ministerio de Cultura. Y no lo consiguieron porque hubo una reacción, una desaprobación muy grande en la sociedad, una movilización de los artistas, de los trabajadores de la cultura, gestores, con una ocupación de las dependencias del Ministerio de Cultura en todo Brasil. Ellos recularon y como no pudieron extinguirlo, están haciendo el trabajo de corroer el ministerio por dentro, despidiendo a núcleos de trabajo. Como por ejemplo el núcleo de trabajo de derecho autoral, considerado uno de los mejores del mundo que cooperaba con países europeos y con las Naciones Unidas en la construcción de alternativas en el derecho autoral en internet. Fue disuelto y reemplazado por personas sin calificación.
—¿Cuáles son las medidas concretas en el área de la cultura de los gobiernos de Lula y Rousseff que beneficiaron directamente a las personas?
—Cuando el presidente Lula fue elegido por primera vez (en 2003), hacía 17 años que existía el Ministerio de Cultura, pero no había nada relevante. Nosotros prácticamente fundamos el ministerio, definimos un concepto amplio de cultura: cultura no es solamente arte, es la dimensión simbólica de todo un país. Decidimos entonces que una de las misiones del ministerio era atender directamente las demandas culturales de la población. Y desarrollamos políticas, programas y proyectos en muchas áreas, como en patrimonio y museos; creamos los pontos de cultura (focos provinciales, regionales y temáticos de diálogo y participación), una iniciativa muy importante para estimular el protagonismo cultural de la propia población; desarrollamos una serie de proyectos de ley para modernizar el ambiente cultural, como la nueva ley de derecho autoral; el Plan Nacional de Cultura; e incorporamos las culturas de los pueblos indígenas. Hicimos un trabajo de remodelación institucional de toda la cultura de Brasil y llevamos el presupuesto de 287 millones de reales a 1,3 millón de reales. Eso posibilitó una ampliación enorme de la atención de la cultura en Brasil. Preferimos atender al conjunto de la cultura brasileña para que tuviese una repercusión mayor en la sociedad y contribuir al desarrollo del país.
—¿Cuáles son las diferencias de su gestión con la de (su antecesor Gilberto) Gil?
—Ninguna. Yo era el secretario ejecutivo de Gilberto Gil, el encargado de coordinar todo el proceso de construcción de esas políticas. Gil es un gran artista popular y tuvo una misión enorme de representar y liderar ese proceso. Trabajamos juntos como si fuésemos una sola persona. Y cuando él se retiró (en 2008), yo seguí ampliando el proceso. Lo más importante es que se trató de un mismo proyecto que tuvo continuidad y fue facilitado por el hecho de que el viceministro luego fuese ministro.
—¿Cómo vislumbra el futuro de Brasil?
—A mediano plazo soy optimista. Lula fue elegido dos veces presidente y Dilma fue elegida dos veces presidenta, y todas las encuestas indican que si ellos no consiguen sacarlo artificialmente del próximo pleito electoral, Lula será otra vez el presidente de Brasil. Es un proyecto reaccionario el que están intentando imponer, con fuertes connotaciones neoliberales, regresivo socialmente. Y como no pudieron convencer a la población por el voto y consiguieron manipular la opinión pública, principalmente a la clase media, dieron un golpe. Pero están sufriendo un proceso de desgaste violento con la vinculación de ministros y hasta del propio presidente con procesos de corrupción. A corto plazo ellos van a ir empeorando la situación brasileña, sobre todo la situación económica que se ha agravado mucho después de la desplazamiento de la presidenta Dilma. Creo que ellos tienen los días contados, no se si el presidente llega al final del próximo año.
—¿La democracia podrá resolver el problema?
—Hay que volver a la vía de la democracia. No hay salida por fuera de la democracia. A través de un proceso democrático es que se crea legitimidad, y es ahí cuando se puede empezar a hablar de sacrificio y compartir ese sacrificio con todos los segmentos de la sociedad. Lo que ellos están haciendo es imponerle el sacrificio al pueblo y ahorrándoselo a las élites, los militares, los policías. Si el pueblo debe cargar nuevamente sobre sus espaldas la crisis economía sin que haya un reparto de esa imposición, no va a funcionar.