Desde el domingo pasado no paramos de festejar nuestro tercer título mundial de fútbol, hermanados en un logro colectivo que sigue extendiendo un efecto placebo que no va a ser eterno.
Por Diego Oro (*)
Dibujo: Chachi Verona
Desde el domingo pasado no paramos de festejar nuestro tercer título mundial de fútbol, hermanados en un logro colectivo que sigue extendiendo un efecto placebo que no va a ser eterno.
Festejamos todo lo que nos dieron más de 20 gladiadores comandados por un grupo de estrategas, a cargo de Lionel Scaloni, que supieron generar un equipo de seres humanos potenciados por la unidad, la resilencia y la amistad que no conoce de reclamos ni de competencia.
Pero parece que nos olvidamos de esos momentos que ese mismo puñado de argentinos hace un tiempo atrás —hace algunos partidos o algunos resultados adversos pasados— fueron blanco de críticas de un gran número de supuestos portadores de conocimientos devenidos en simples panelistas de programas de televisión o de radio con la suerte de tener un micrófono enfrente.
Por eso esta invitación a scalonearse, que implica superar las adversidades y las críticas, poner la cara porque uno es capaz de saber quiénes son los que te cuidan la espalda aún cuando los resultados no son los esperados, seguir teniendo la frente alta y mirar a los ojos a quienes sin cara te criticaron y hoy te ensalzan con palabras lindas, darle la oportunidad a quienes no son solamente de Capital Federal, sino también de los rincones más recónditos del país pero con potencial, capacidad, talento y tierra bajo los botines; sostener a quienes son grandes y por serlo todos critican y llenando de tuits tirando merd (para no ser vulgar) y hoy alabar.
Scalonear no es sólo sostener una copa de campeón sino, sobre todo, subir escalones peldaño a peldaño después de caer algunos fruto de caídas o derribadas. No es sólo sonreír y derramar lágrimas de felicidad, sino muchas de impotencia, dolor, cansancio y fracasos repletos de aprendizajes. Es aguantar que nos pongan bajo la lupa ante cualquier movimiento o cualquier expresión que pueda ser vulgar a los ojos de los intelectuales que no entienden la pasión de los potreros ni de las pelotas de trapo o de bollos de papel.
Si es así quiero scalonearme y que todo esté bajo esa mirada. Así el día que triunfe sea capaz de recordar lo que me costó y que nada nos regalaron.
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