El curso de la nocturna era variadito. Estaba Vanesa que tenía la caminata de una culebra preciosa, mezcla de Oro y Puente Gallego. Los viejos del grado eran Carlos y Rosa: habían hecho la primaria y retomaron por nostalgia, estaban juntos hacia 41 años. "Trabajamos desde temprana edad y no hicimos bien de abajo". El en el campo y ella como costurera.
Mi compañero ahí era Javier. Cuidaba la playa de camiones cerca del Village, cuando salíamos él se iba para ahí. "Me duermo en los camiones, no sabés lo que son por dentro, mejores que mi casa". Me contaba de su amigo camionero: "Tiene cama, tele, aire y el piso con tramas hermosas". Decía que siempre le decía: "En casa tengo todo pero lo único que falta soy yo, no estoy nunca".
En el curso había un tachero, Luis, que aseguraba oler los asados a distancia: "Sé donde están los fuegos prendidos por la ciudad". También caían dos chicas cada tanto. Laburaban en la calle por la zona, y querían poner una peluquería a medias. Pasaban la mayor cantidad de horas imaginando la decoración del lugar.
Sergio era otro, tenía una rotisería, le molestaba que comiéramos cualquier cosa ("eso no es comida") y guardaba lo que no se vendía para nosotros y lo traía.
Además estaba Sandro. Estuvo hasta los 15 años en un orfanato. Nadie lo adoptó, quedó fuera del lugar a esa edad, le dieron una pequeña mensualidad por un año y así la escuela era lejana. "Venir acá para mí es importante tengo hijos e intento ser lo que no pudo la idea de mi viejo".
Una noche cuando entré, la pendeja más linda de todas estaba a los gritos, dada vuelta de alcohol y pastelas. Se subió a la estatua de Sarmiento, le daba besos mientras intentaba desabrocharle el chaleco de yeso. La profesora estalló: "Bajate de ahí, la vas a romper, ¿qué haces?" Y ella con elegancia: "¿Qué pasa, es tu macho que lo defendés? ¿Te gusta? ¿Te ponés celosa?" Y se doblaba de la risa.
Lúmpenes, chorros de simbolitos, pibes y pibas, gente en fin "todos menos uno". En algo estábamos todos de acuerdo, queríamos terminar; era la frase, no se sabía bien con qué, si con nosotros mismos o con algo escondido en algún fantasma de la niñez, pero todos repetíamos: "Venimos a terminar".