De la A a la Z hay palabras para todas las cosas que le gustan a alguien. Armar un compendio con ellas fue la empresa de 64 autores de la provincia de Santa Fe, que con la curaduría de las escritoras Analía Giordanino y Carolina Musa, y las ilustraciones de Manuela Colomba, crearon un Diccionario enciclopédico de cosas que nos gustan. Una obra colectiva y colaborativa dirigida a las infancias, signada por lo bello y todo lo que da placer. La propuesta resultó seleccionada en el marco del Programa Gestionar Futuro del Ministerio de Cultura de la Nación, y su publicación está a cargo de la editorial Libros Silvestres. Abuela, violeta, dedos o veredas son algunas de las palabras cargadas de emoción que integran la obra, que se presentará en la Feria del Libro que se realizará en septiembre en Rosario.
La idea de hacer un diccionario nació hace varios años como una iniciativa personal de Analía Giordanino, pero el proyecto no se pudo concretar. La idea fue atesorada y hoy junto a Caro Musa lo materializaron como una obra colectiva. “Siempre me pareció que esta idea era para un proyecto compartido” dice Musa en diálogo con La Capital, que junto a Giordanino se lanzó a la aventura de convocar escritores y escritoras de toda la provincia para llevarlo a cabo.
Musa cuenta que el trabajo de curaduría implicó la selección de escritores y escritoras y explica: “Nos pusimos a buscar escritores de toda la provincia, mas allá de los que Analía y yo conocíamos. Quisimos que haya autores y autoras de todas las generaciones para que se pueda producir un cruce en ese sentido. Nos pareció que juntar a distintas generaciones era bueno para que funcione como una especie de paneo de lo que nos gusta a los santafesinos”. No fue sencillo, pero finalmente el diccionario logró aunar miradas, memorias y placeres de narradores y poetas de distintas generaciones, filiaciones y territorios.
Luego de este primer paso, las curadoras sumaron bases y condiciones. Una serie de consignas que a simple vista son instrucciones para jugar, y les pidieron a cada uno de los convocados que envíen cuatro palabras sin desarrollar. De todas ellas, las curadoras seleccionaron dos por cada autor, y así se fue armando un corpus de palabras en forma de diccionario, de la A a la Z. Cada palabra primero inicia con una definición, para avanzar luego a cuestiones mas personales de sus autores, como el por qué de la elección y a qué le remite. En el diccionario hay sustantivos, verbos, adjetivos, palabras compuestas y hasta algunas inventadas.
Para que no se asusten y animarlos al juego, las curadoras advirtieron a los participantes: “Habrá seguramente espacio para el absurdo, el disparate y la diversión generado por el conjunto. Será también un ejercicio colectivo de juego y esperanza porque compilará cosas que le gustan a alguien, para lo cual es indispensable querer decir, querer recordar y querer compartir”.
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“Violeta” y “dedos”, dos de las palabras que forman parte del diccionario y que fueron ilustradas por Manuela Colomba.
Viaje a la memoria emotiva
Con la consigna de pensar cosas que les gusten, los escritores y escritoras que participaron del proyecto tuvieron que hacer un ejercicio de memoria personal y conectarse con el placer. “Fueron convocados para que nos cuenten qué les gusta a ellos”, dice Musa. Y como sobre gustos no hay nada escrito “hay de todo”, afirma la curadora, y destaca que la propuesta en sí ya es un ejercicio de gratificación, y que lo mejor de todo es compartirlo con los demás.
Respecto a la selección de las palabras, las curadoras cuentan que todas eran válidas, pero que preferían evitar aquellas ligadas a la escritura. “Dijimos que íbamos a evitar las palabras que se relacionen con nuestro oficio, y sin embargo todo el texto está recorrido por una gran reflexión sobre la escritura y el lenguaje”. Esta regla hace del diccionario una obra accesible para todos, y no un libro exclusivo para escritores.
Si bien en estas instrucciones para jugar no había una consigna de escribir sobre la infancia, la propuesta de pensar en cosas que les gusten y activar las memorias sobre el placer llevó a estos autores a un viaje sin escalas por la propia niñez. Además, el hecho de ser una escritura dirigida a los chicos habilitó a un tránsito por la memoria emotiva. De hecho, la palabra más mencionada por estos escritores fue abuela.
De cara a la aventura del diccionario, Musa dice que “aunque a simple vista resulte ser algo ordenado, el resultado será disparatado, absurdo y hasta deforme”. Sabían del riesgo que corrían ante lo incierto del ejercicio introspectivo de un grupo de mas de 60 escritores con improntas diferentes. Hoy afirma que el texto resultante fue “mágico y esperanzador” porque hay un disfrute en todas las entradas. Todo el texto, de principio a fin, está recorrido por una emoción de esperanza, optimismo y alegría.
A la hora de pronunciarse sobre el resultado del proyecto, Giordanino pondera su carácter colectivo y el ejercicio de un método que logró unir, al mismo tiempo que dejó espacio para las marcas personales. “Lo definiría como un texto que usa un orden común, el de las letras del alfabeto, algo que nos define como seres humanos y logra el desorden de lo marginal, lo que aparece en los bordes”, y agrega: “La elección de lo que nos gusta es un gran método de alegría”.
Musa celebra el diccionario como un gesto de apertura de los escritores y escritoras santafesinas, y concluye: “Los escritores de Santa Fe escribimos poco para la infancia. Hay pocas figuras santafesinas de literatura infantil a nivel nacional. La escritura para niños a diferencia de otras, es de un gran disfrute, por eso vi esta propuesta de escribir para las infancias como un acto de apertura que estaba bueno probar”.