Cada vez que se acerca la fecha patria del 9 de julio, los chicos en la escuela se ponen al día con ese histórico acontecimiento; y los grandes, recordamos los tiempos de Billiken, las composiciones y los actos alusivos en el patio del colegio en esas frías jornadas de julio. A partir de esos actos de la niñez, siempre evocamos con respeto, admiración y agradecimiento, a los congresales que escribieron un capítulo decisivo de la Historia Argentina. Y pensamos en el magno suceso de 1816, producido en el ámbito solemne de aquella casona que fue conocida por las siguientes generaciones como la “Casa de Tucumán”, que, restaurada, está en la calle Congreso a una cuadra de la Plaza Independencia. De Independencia, justamente, fue el sueño que había nacido en 1810, y que allí se hizo firme determinación sustentada por Laprida, Castro Barros, Santa María de Oro, por citar algunos de los hombres que fueron convocados a tan trascendente reunión, para redactar y firmar la Declaración de Independencia. La 9 de julio quedó asociada para siempre a la Casa histórica de la calle Congreso, en la que en cada aniversario, se posan como palomas mensajeras de gloria, los sonidos de bronce de las campanas de Tucumán.