"Sin luz, porque todavía esto es un desastre", sorprende Iñaki Urlezaga desde la casa de su abuela, en La Plata, apenas comienza su charla con Escenario. El bailarín afirmó que tiene "una vida muy natural, muy parecida a la de mucha gente". Y lo confirmó al contar que no quiere vivir en "un mundo de cristal". Es más: contó que fue uno de los afectados por la inundación, una "tragedia" para la cual "no queda otra que seguir adelante", como tantos vecinos suyos. Esta última manifestación de su voluntad coincide con el rigor necesario para su trabajo, una actitud que lo llevó a bailar en los mejores teatros del mundo. El domingo será el turno de hacerlo en Rosario, en una gira que continuará en Uruguay, Emiratos Arabes y Egipto. La cita será el domingo, a las 20, en el teatro Broadway (San Lorenzo 1223). La propuesta, adelantó, "resalta el apogeo de la danza clásica en Rusia y Europa en el siglo XIX", e incluye el estreno para Sudamérica de "Birthday Offering", además de coreografías sobre música de Delibes, Pugni, Verdi y Von Weber.
—No sabía que nunca se había hecho en Sudamérica. Yo lo bailé mucho en Europa por eso para mí no era tan nueva. Pero acá nunca se vio. Es una obra completamente académica en lo que significa el repertorio inglés, con ciertas particularidades musicales y coreográficas, pero es una obra clásica que fue estrenada para los 25 años de la conformación del Ballet Británico. Era establecer un poco lo que era la compañía después de 25 años de trabajo. Además haremos "Sylvia", de Delibes; "Carnaval de Venecia", de Pugni; "La Traviata", de Verdi y "El espectro de la rosa", de Berlioz. Las coreografías mías son las que interpreto, "Sylvia", y el final del acto de"La Traviata". Es mostrar momentos muy épicos para nosotros, que resaltan mucho lo que fue el apogeo de la danza clásica en Rusia y Europa en el siglo XIX.
—¿Cuál es tu balance al frente del Ballet Concierto, desde 1999 hasta ahora?
—Siempre que me quede carrera por delante voy a seguir haciendo cosas. Siempre voy a tener cosas presentes y pendientes. Por suerte es lo que trato de hacer. Lo más importante que uno tiene es que trato de soñar. Seamos realistas, soñemos lo imposible... Uno trata de sacar sueños de la galera como para poderlos concretar y seguir teniendo un espíritu creativo o artístico.
—¿Qué te queda por hacer?
—Seguir creando. Tengo ganas de hacer una obra nueva que tiene que ver con la Argentina, con cosas que hayan existido en este país y poder contar algo de lo nuestro. El ballet es muy universal y muchas veces cuenta historias ajenas a lo que hemos vivido como argentinos o como latinoamericanos. Por ahí tengo ganas de hacer algo que tenga que ver más con nuestra idiosincrasia, con nuestra tierra. Por otro lado tengo ganas de hacer otra opera en ballet. Son cosas que uno piensa a futuro.
—¿Esas diferencias con la historia o idiosincrasia argentinas alejan público?
—No, cualquier drama humano tiene que ver, sea en La Quiaca, París, donde sea. Sufrir forma parte de la humanidad, la felicidad también. Pero por ahí es lindo tocar obras actuales, obras de teatro nuestras, que reflejen Buenos Aires y no que tengan que ser Francia. Creo que eso es lo que hace trascender a lo universal. O cuando uno puede comprender su propia existencia.
—Siempre dentro del ámbito de la danza...
—Obviamente, yo nací para bailar y no sé hacer otra cosa. Sinceramente. Podría intentarlo pero creo que no tengo talento.
—¿Lo intentaste?
—No es que lo intenté conscientemente. Me gustan otras manifestaciones, pero me doy cuenta que tengo muy definido lo que soy. Lo hago por hobby, pero no por una necesidad de poder cambiar. Cuando veo lo que sale de mí, más allá de la diversión y del hobby, digo "Yo de eso no podría vivir nunca", realmente.
—También hiciste obras sobre el tango, algo muy argentino...
—Sí, pero tengo ganas de hacer algo con argumento, un gran ballet, algo propio, una obra de teatro, cine. Estoy viendo material para poder hacerlo. Pero por sobre todas las cosas algo que a nosotros nos enorgullezca. Las cosas malas es mejor olvidarlas, pero hay muchas posibilidades.
—¿Ponés en el mismo nivel de interés el clásico y las manifestaciones más masivas o populares?
—Sí, pero lo haría siempre dentro de un marco clásico. Se habla distinto, pero de lo mismo en definitiva.
—¿Sentís que llegaste al pico de lo que podés dar?
—No sé, yo vivo el hoy. Y a veces, lo que hoy te parece imposible mañana empieza a ser realidad. No tengo esa mirada aprendida. Uno con buenas intenciones puede lograr mucho más. Veremos hasta dónde uno llega porque mientras yo tenga ganas de seguir y mientras tenga salud y fuerza para seguir motivado, creo que seguiré haciendo cosas buenas. No sé si mejores, pero tal vez diferentes y eso es lo importante.
—Algunos colegas tuyos como Hernán Piquín o Maximiliano Guerra saltaron a la televisión. ¿Es un ámbito que te interesa?, ¿participarías en "Bailando por un sueño"?
—Por ahora no, la verdad que no. Por ahora todo lo que conté es lo que tengo ganas de hacer. Me gusta lo que hago. Y todavía estoy en una etapa en la que me siento un bailarín de teatro, que muestro mi trabajo en el escenario. Todavía no me convenció sinceramente la televisión como para poder estar.
—¿Te lo ofrecieron?
—Sí, sí, sí. Me ofrecieron muchísimas cosas, pero todavía la verdad no he encontrado, no por las propuestas sino por mí, obviamente. Yo todavía estoy en el marco de una carrera clásica y en la televisión no hay danza clásica. Yo iría a hacer algo para lo cual todavía no dejé de hacerlo en escena. Por eso no es mi momento de hacer cosas que no tengan que ver con lo que yo soy.
—Tampoco como jurado, como Maximiliano Guerra...
—Está muy bien. Yo creo que cada cual tiene que ir encontrando su camino en el trabajo y en la vida.
—A tus 37 años ¿estás pensando en retirarte?
—Yo pienso en el hoy, en bailar bien en Rosario, en que al público le guste y en seguir de gira para donde tengo que ir. El futuro se acomodará solo y vendrá porque es una sucesión de cosas que te van llevando a eso. No planeo el futuro y tampoco siento planear una despedida. La verdad no me siento tan célebre como para pensar en eso, realmente. Es que en este momento no estoy pensando en eso. Estoy pensando en crear, en hacer cosas, no en despedirme. Entonces realmente no se me cruza por la cabeza.
—Cuando decís que no te sentís célebre resulta extraño porque lo sos...
—Es que yo tengo una vida muy natural, muy parecida a la de mucha gente, entonces no siento que esté alejado de la realidad de mi gente, de mi círculo. Desde ese lugar tengo una mirada mucho más llana y mucho más simple de lo que cualquier celebridad que la pueda tener. Sí me siento distinto porque tengo un trabajo muy específico, porque tengo obligaciones que cumplir, porque tengo percepciones de mi trabajo, de la vida, del mundo, cosas que pienso como cualquier individuo de forma personal. Pero no siento que duermo en una cama de oro. Y no me importaría hacerlo. Son cosas que nunca he necesitado tener.
—Hasta tenés un corte de luz en tu casa, así que no vivís en un mundo de cristal...
—No, yo no quiero un mundo de cristal. No me gusta, me parece que me involuciona como ser humano y no me da nada a cambio. Sí tengo las condiciones artísticas necesarias como para poder cumplir mi labor. Soy una persona altamente exigente para realizar las cosas que hago y con una rigurosidad bastante difícil de seguir para el resto de la gente, pero lo impulso y lo impongo porque me parece que es la forma de generar excelencia. Fuera de eso, fuera de mi trabajo para el que tengo todo lo que necesito como para poderlo lograrla, en realidad a mi no me sirve vivir de una forma diferente. No lo busco como fin de vida. Tal vez lo pueda hacer, pero no me quita el sueño.
—Desde ese punto de vista de persona corriente ¿cómo ves el país?
—Todo el mundo siempre habla. La Argentina es un gran país donde todo se debate en una mesa de café, pero las cosas van buscando su cauce normal. Se van acomodando con el tiempo y yo festejo que sigamos teniendo democracia. Me parece que es vital, fundamental, y que después de tantos años la gente hable que está consolidada. Me parece fabuloso que siga existiendo, que sigamos teniendo nuestros derechos y que la gente siga manifestándose como en cualquier sociedad normal.
—¿Y como platense?
—Y, La Plata es un caos en este momento. Imaginate que semejante tragedia obviamente afectó a todo el mundo. Hay gente que lo perdió todo y no se puede recuperar. Nosotros perdimos un estudio de danza. No es que no se pueda recuperar, pero nos va a costar mucho trabajo levantarlo también. Pero bueno, seguiremos trabajando como tantos platenses que siguen ayudando y colaborando, y saliendo a flote, porque es la única que nos queda. No nos queda otra que seguir adelante.
—"El cisne negro" muestra un mundo del ballet muy hermético, competitivo y con gran autoexigencia. ¿Es así?
—No la vi, pero es una profesión muy ardua, muy difícil, muy exigente, y realmente muy compleja. Eso no quita que sea destructiva para el ser humano. A mi me parece que todo lo que a uno le afecta o lo enferma no debería formar parte de su vida. Yo no tengo un temperamento autodestructivo. Soy una persona que siempre piensa que mañana puedo estar mejor, que cree y entiende la vida como que el paso de los años a uno debería darle sabiduría para entender mejor de qué se trata vivir y cada día optar por ser más feliz. Yo miro la vida desde ese lugar, con sus balances negativos y positivos, con los errores y los aciertos. Pero me parece que aunque yo sea una persona terriblemente exigente para conmigo y para con todo mi equipo, no quita que yo no vibre felicidad, porque si no estaría yendo en contra de la vida, en contra del sentido cotidiano de sonreír y que es el estado natural de la vida. La autoexigencia y todo lo que implica mi trabajo lo hago desde un lugar agradable, sino, la verdad, me parece que no tiene sentido. Me parece que estaría, no equivocado en la carrera, sino equivocado en la vida.
—También te ganarás algunas broncas...
—Miles...! Mil y una, pero las racionalizo de la forma más fría e inteligente posible.