55 mil ediciones impresas. Ese es el número al que llega hoy La Capital, el diario que es el Decano de la Prensa Argentina y que está también cerca de cumplir 155 años de vida, ya que fue fundado por Ovidio Lagos el 15 de noviembre de 1867.
55 mil ediciones impresas. Ese es el número al que llega hoy La Capital, el diario que es el Decano de la Prensa Argentina y que está también cerca de cumplir 155 años de vida, ya que fue fundado por Ovidio Lagos el 15 de noviembre de 1867.
55 mil ediciones impresas, 55 mil días de la ciudad y la región: La Capital ya parece ser un rito y por qué no un mito, parte central de la identidad del paisaje al que pertenece.
Pero el diario también es, ante todo, cotidianidad viva: el lector o lectora que recorre sus páginas en un bar al iniciar la jornada, mientras sorbe lentamente su cortado; el canilla que pedalea las calles bajo el frío más glacial o el calor más tórrido para deslizar un ejemplar bajo una puerta; el hábito de muchos y muchas de leer primero los avisos fúnebres o la costumbre intelectual del crucigrama; el suplemento de deportes abierto a pleno sobre una mesa mientras alguien recorre concentrado una nota: La Capital es inseparable de la ciudad que lo vio nacer, y en paralelo a su tradicional versión en papel y tinta surgió una propuesta digital que no cesa de enriquecerse.
La Capital constituye un ejemplo de permanencia en una época que suele dudar de las continuidades. Y también el fruto de la labor de un grupo de hombres y mujeres que aman y continúan amando su oficio.
En este período de profundas y a veces dramáticas transformaciones, el diario se modifica y al mismo tiempo permanece. Ningún periódico de la Argentina ha llegado a este número de ediciones. Cada una de ellas es fruto de una comunión virtuosa, la de quienes hacen el diario y aquellos y aquellas que lo leen o consultan. Tanto pasado sostiene amorosamente un presente intenso, que se proyecta hacia el futuro.
En esta fecha tan especial, el diario reafirma su compromiso con la ciudad y la región y agradece a cada uno de sus lectores, auténticos gestores de una continuidad que enorgullece.
Por Tomás Barrandeguy