Los trabajadores de la compañía Speciality Medical Supplies, en Pekín, llevaron más allá las protestas en demanda del pago de salarios atrasados y, como un acuerdo con la patronal se demoraba, decidieron encerrar dentro del edificio al presidente de la empresa, el estadounidense Chip Starnes, de 42 años, durante cinco días. Ese tiempo fue custodiado por sus 70 empleados.
Según relató Starnes, liberado anteayer tras llegar a un acuerdo con los trabajadores, durante su cautiverio, los empleados no le permitieron dormir, golpeando puertas y ventanas cada vez que lograba pegar un ojo.
El empresario dijo que el conflicto tuvo lugar porque un grupo de empleados comenzó a exigirle un paquete de compensación por despido, cuando no habían sido despedidos.
Sin embargo, los trabajadores afirman que la disputa se originó en torno al pago de salarios atrasados. A algunos empleados, explican, se les debía el sueldo de hasta dos meses.
El problema en la planta industrial de Huaroi, en el norte de Pekín, comenzó cuando la compañía, basada en Florida, cerró una de sus divisiones que fabrica suministros médicos con el fin de trasladar sus operaciones a India. Como consecuencia de este cierre, 30 trabajadores fueron despedidos, y, en palabras de Starnes, se les dio un "generoso" paquete de compensación por el despido.
Chu Lixiang, miembro de un sindicato local, le dijo a la agencia de noticias estadounidense Associated Press que, debido a esta medida, los trabajadores temían que la planta entera se cerrase y que el empresario no les pagara las indemnizaciones.
Aunque los ánimos se fueron caldeando y Starnes se vio imposibilitado de abandonar las instalaciones, la policía no actuó para poner fin a la situación. Al comprobar que Starnes se encontraba bien y su seguridad no corría riesgo, optó por retirarse argumentando que se trataba de un conflicto laboral y no de un caso criminal o un auténtico secuestro.
El incidente acabó pacíficamente cuando ambas partes llegaron a un acuerdo.
Dejó de ser raro. Situaciones como las que vivió Starnes son comunes en China. Con frecuencia, este país da prioridad al desarrollo económico por sobre los derechos laborales, y, en algunas ocasiones, muchos trabajadores sienten que no tienen otro recurso para resolver sus disputas salariales que recurrir a la intimidación de sus jefes.
El espectacular crecimiento chino de las últimas décadas fue de la mano de un fenómeno menos observado: una gigantesca migración interna en busca de trabajo, explica el analista de BBC Mundo, Marcelo Justo.
Se calcula que hay unos 250 millones de trabajadores migrantes: un 26 por ciento de la población económicamente activa. Y esta mano de obra, compuesta básicamente por campesinos, ha comenzado a experimentar un cambio: en las décadas de 1980 y 1990 constituían una fuerza laboral sumisa. "Hoy, los hijos de esa primera camada son diferentes: tienen más educación, más aspiraciones, menos paciencia", explicó Justo.
El incidente ilustra también cómo, a pesar de seguir siendo rentable, la forma de hacer negocios en China está plagada de dificultades.