Sin dudas que el domingo 7 de septiembre fue un día para disfrutar. Con sol a pleno, temperatura agradable y sin viento molesto, la tempranera calma rosarina invitaba al deleite. Dirigí mis pasos a una parte de la Calle Recreativa, que según entiendo tiene veintiocho kilómetros de recorrido. No tardó en contagiarme el buen humor que emanaba de los dos climas reinantes. El del tiempo y el de los seres humanos que lentamente se sumaron a la ingeniosa recreación con sus propias creaciones personales. Las personas circulaban en paz, en bicicletas pequeñas o grandes, en rollers, en triciclos, con perros de todas las razas, en patines, con patinetas. Con caminatas lentas o rápidas. Y algunos, los más jóvenes claro, probando destrezas. Otros corrían y los mayores caminaban con buen ritmo, tomados de las manos. Parecía otro Rosario. Calmo. Gozoso. No pude menos que admirar la calidad creadora de jóvenes rosarinos que logran acercar a la gente en paz, mucho más que mil discursos compradores, al menos un día a la semana en un espacio de ocio constructivo. Espacio al que la gente a lo largo de la jornada se suma de muy buenas ganas, en una caravana interminable, re-creando y recreándose. Estas maravillas, que aparentemente son tan simples, pero que en realidad son muy profundas, podría ser tomada como ejemplo de todo lo que puede realizar el ser humano si sus intenciones son las de organizar en paz, entre todos y para todos, solamente con ingenio y buenas intenciones. ¡Vamos Rosario!