Quisiera compartir con los lectores algo que me sucedió en el mes de mayo. Viví algo muy lindo que terminó en algo poco agradable: Venía caminando por Entre Ríos y San Lorenzo cuando un nene de unos cinco años me dice "¿Me da agua?" y pude ver que tenía una botella vacía, por lo tanto le propongo : "Hagamos así, dame que te pongo la mitad en la botella así yo puedo seguir tomando, ¿dale?". El pequeño sin dudarlo me dio su botellita y me dispuse a hacer la repartición. Unos metros más adelante escuché a un niño aún más pequeño que, también, me preguntó si le convidaba agua. Le pregunté a su madre que estaba al lado si tenía algo donde poner el agua y me dijo que no. Lo miré y me dio tanta ternura que le dije: "Bueno, tomá un poquito de acá y después pedile al nene de allá". El chiquitín tomó muy contento sólo un sorbo y me devolvió la botella. Lo saludé y la madre muy agradecida hizo lo mismo. En seguida un hombre que pasaba por ahí me dijo: "Le hubieras dejado la botella, ¡porque ahora no se te va a ocurrir tomar del pico!" Lo miré, tomé del pico y le dije: "No pasa nada". Si hubiera tomado del pico de un "nene bien" seguramente éste señor no me hubiera hecho ninguna acotación. ¿Qué nos está pasando, gente? ¿Cómo fue que caímos en semejante nivel de discriminación y paranoia? ¿Acaso no se dan cuenta de que estamos haciendo mal las cosas? ¿Que en lugar de unir seguimos creando divisiones? Aprendamos a agradecer lo que tenemos y a ser más solidarios con los que no tienen la dicha de tener un techo digno y comida como nosotros. Porque con comentarios como el de este señor no sólo estamos discriminando y excluyendo, sino hiriendo a las personas que nos rodean y por las cuales no hacemos absolutamente nada. ¡A pensar un poco más en el otro, gente! Busquemos la forma de unirnos y no dividirnos aún más de lo que ya estamos…