La pandemia nos trae mucha tristeza y mucha desolación, pero también, a los que podemos no salir a trabajar, nos trajo tiempo, que es algo que la vida que llevábamos nos había quitado. La mayoría, para poder vivir, tenía más de un trabajo y estaba en la calle todo el día. De golpe muchos nos quedamos en nuestras casas y nos dimos cuenta del valor del tiempo y de las cosas personales. Rescaté un cuaderno donde tenía anotado el título de cada historia fuerte, potente, que había vivido. Historias que me habían formado, que de alguna manera me habían hecho ser el tipo que soy, porque no me las había olvidado nunca.
¿De qué año es el cuaderno?
Es de hace más de 25 años. Casi siempre me llevaba a la Costa ese cuaderno y le iba agregando lo que me iba acordando. Hace unos años le puse la edad al lado, entonces lo armé cronológicamente. La pandemia me permitió abrirlo y empezar a desarrollar cada una de esas historias. Después de escribirlas, les empecé a grabar el audio para escucharlas, para corregir, para ver si llegaban con la fluidez que me las acordaba. Y al escuchar el audio, algunas me los empecé a imaginar visuales.
Los relatos tienen un tinte radiofónico. ¿Alguna vez pensaste en hacer radio?
¡Qué lindo que me lo digas! A mí me gusta mucho la radio. Nunca me animé, pero le tengo una gran admiración a los que hacen radio por esa fuerza que tiene hablarle al otro. Como que soy distinto cuando pongo la radio, voy pasando el dial, buscando alguien que hable. Siempre busco que alguien me diga algo en la radio. Me gusta mucho escuchar hablar.
¿Cuáles eran tus proyectos para este año?
Volvía a El Nacional, que es un teatro de 1000 localidades, sobre calle Corrientes, donde estaba haciendo “El Equilibrista”. Después empezaba a dirigir “Inmaduros” con Adrián Suar y Diego Peretti, que se estrenaba en mayo. El 3 de noviembre estrenaba en Madrid “El Equilibrista” y había cerrado la temporada 2021 de Mar del Plata. Esas eran mis actividades programadas.
¿Ya están ensayando “Inmaduros”?
Sí, para tenerla lista cuando se pueda. Estamos trabajando vía Zoom, llamadas telefónicas y video por Whatsapp la dramaturgia de la obra, los personajes, el vestuario, la utilería, la escenografía. Hemos tenido que encontrar una nueva manera de trabajar para adelantar y cuando nos podamos ver, tener mucho más aceitado de lo habitual el proyecto, porque el teatro necesita tiempo siempre.
"Ídolos" por Mauricio Dayub
Con “El Equilibrista” el público te acompañó masivamente y fuiste galardonado con el ACE y el Estrella de Mar de Oro. ¿Cómo te modificó esta experiencia?
Es como si el Río de la Plata bañara en oro el Río Paraná. Fue un poco así. De hecho la presidenta del ACE me dijo que no recordaba que hubiera dos premios Oro continuo para la misma persona. Fue muy potente, sobre todo con un proyecto propio, personal, producido, actuado y escrito por mí con otra gente, donde tenía tanto que ver y que contaba la historia de mi familia. Esa aprobación creo que puede ser el puntapié a brindar esto que estoy regalando todas las semanas, como devolviéndole al público que ahora no tiene acceso a las historias y al teatro.
Fue notorio que un unipersonal le haya “ganado” en competencia y en taquilla a grandes superproducciones…
Exactamente. Es como que un unipersonal ya es de perfil bajo. Empecé haciendo una sola función para tener un día de descanso. Después empecé a hacer los lunes y los martes porque las entradas eran muchísimas. Llegué a tener cinco semanas anticipadas, vendidas las dos funciones. Fue histórico para mí y para el Chacarerean (su teatro). Después fui a Mar del Plata a hacer funciones en una sala de 350 localidades que me quedaba grande a priori. Iba a hacer solo tres funciones y terminé haciendo ocho. Los martes iba a Buenos Aires a hacer El Nacional. Terminé haciendo nueve funciones semanales. Así bajé de cartel. Empecé quinto en la lista de espectáculos más vistos de AADET, pasé a cuarto, tercero, segundo y la última semana, cuando se fue Moldavsky, quedé primero. Increíble, soñado.
¿Te esperabas ese éxito?
Impensado. A veces las cosas no se pueden vivir con la intensidad que realmente tienen por como urge el éxito. Ahora cobra mayor dimensión, porque casi que esa posibilidad no existe, no lo vamos a poder tener. Si hay temporada y el teatro es posible este verano ni siquiera podríamos ver colas en la puerta, tendría que estar muy espaciada y seguramente sea solo para un porcentaje de la capacidad de la sala. Se está convirtiendo casi en un sueño lo que pasó, porque no se puede repetir, como uno suele decir, pero ahora es posta, es de verdad.
¿Qué fue lo que te llevó a Buenos Aires?
La frase de mi abuelo: “El mundo es de los que se animan a perder el equilibrio”. Alrededor de los 18 y los 20 sentí que tenía que dejar mi familia, mi ciudad, el mandato familiar, perder el equilibrio y seguir mi vocación porque estaba recibiendo todos los elogios por ser todo lo contrario: muy educado, muy equilibrado. Era porque me había acostumbrado con mucha facilidad a hacer todo lo que no me gustaba. Trataba de hacer fuerza para acomodarme en la incomodidad que me producía no seguir a mi corazón, a mi vocación. Tomé la decisión de hacerlo en esos momentos en los que, como a todos, nadie confía en uno, uno no tiene trabajo, no tiene dinero. Esa etapa tan difícil en donde es tan importante creer en uno y en lo que uno siente, porque es la única manera de llegar a ser feliz algún día.
¿Sentís que lograste ser feliz?
Cuando le decían a mi mamá “su hijo llegó”, ella decía “¿llegó?, pasó”. Esa frase me identifica muchísimo porque he llegado mucho más allá de lo que me imaginaba como artista. Mauricio Kartun dijo una frase que me marcó mucho: “Uno no es el poeta que quiere, es el poeta que puede”. El poder máximo es llegar a ser el poeta que uno puede y eso si uno lo lee metafóricamente y lo traslada a cualquier actividad es la esencia de la vida, lo que todos deberíamos perseguir, llegar a ser la mejor expresión de nosotros mismos. Todo lo que soñamos es pequeño cuando se cumplen esos sueños. Lo más increíble de un sueño es que se cumpla. Esa magia es mucho más potente que el propio sueño. Hay que soñar sin límites.
¿Y como persona?
Tal vez no todavía. Eso me gusta mucho porque me ilusiona todos los días.
¿Qué enseñanza te ha dejado este tiempo de aislamiento?
Casi todo lo que me está dejando me lo ha enseñado mi hijo. En un Zoom con la escuela le dijeron que había palabras que significaban otra cosa y que busquen una palabra que también quiera decir “compañía”. Él levantó la mano y dijo “cuarentena”.
¡Qué fuerte!
Cuando tuve que cancelar mi ida a Madrid por el covid y postergarla, se lo comenté y por lo bajo cerró el puño y dijo “gracias coronavirus”. Me hizo advertir, de verdad, las veces que le falté. Todas las mañanas cuando nos levantábamos yo no sentía que le había faltado, porque no me lo hacía sentir tampoco. El trato era bueno, parecía que estaba todo bien; sin embargo, hay algo del tiempo que no nos brindamos. La vida que llevábamos nos estaba llevando a que el mundo se transformara en un error imparable. No había nadie que ordenara las cosas y que nos hiciera entender que lo importante somos nosotros, lo que nos pasa, lo que sentimos.
La pandemia en definitiva, nos hizo perder el equilibrio…
Absolutamente. Desaparecieron las reglas de juego que teníamos. Se reinventó todo.
¿Cuál es tu deseo para el futuro?
Deseo que volvamos teniendo en cuenta al otro, escuchándolo, dándole importancia. Es lo más claro que puedo desearme y desear y a lo que le tengo más fe. Si tenemos en cuenta al otro se empiezan a terminar un montón de problemas de la humanidad. Ojalá que el horror de la pandemia, la muerte, el desasosiego y la tristeza que produce en tantos órdenes nos permita darnos cuenta de que lo importante es lo que sentimos, lo que nos pasa. El poder ejecuta la normativa con la que tenemos que vivir los ciudadanos sin contemplar lo que sentimos y ahí empieza la guerra, cuando somos indiferentes a lo que le pasa a la gente. Que somos cada uno de nosotros.